El 1 de enero de 2022, las inteligencias de todos los países mínimamente implicados en el conflicto sabían que Rusia iba a invadir Ucrania. El alcance de dicha invasión era lo que estaba por determinar, pero ya desde diciembre más de 100.000 unidades esperaban la orden desde las regiones fronterizas de Belgorod, Kursk y Voronezh. Pronto, serían más de 150.000, a sumar las desplazadas en Bielorrusia para unos supuestos ejercicios combinados a celebrarse en febrero, justo después del final de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín.
Pese a que desde Kiev siempre se quiso quitar hierro a la situación instando a los servicios secretos de otros países -especialmente de Estados Unidos- a que dejaran de repetir por todos lados que la invasión era inminente, a Ucrania no le quedaba otra que prepararse para lo peor. Y lo hizo a las 00.01 del día de Año Nuevo, con la publicación de un decreto especial firmado por el propio comandante en jefe, el presidente Volodimir Zelenski, en el que se instauraba la Ley Fundamental de Resistencia Nacional (básicamente, una guía para la organización de milicias) y se nombraba al nuevo encargado de ejecutar dicha ley, el general de brigada Yuri Halushkin.
A sus 50 años, Halushkin tenía en sus manos la preparación civil de una posible guerra: asegurarse de que una eventual movilización nacional acababa en éxito, cuidar especialmente los puntos fronterizos, asegurarse de que las líneas de suministro estaban determinadas de antemano y, por supuesto, concienciar a cada ciudadano ucraniano de que su obligación era defender a su país ante una amenaza gigantesca que ya había demostrado su poder en 2014, con la toma de Crimea y buena parte de las regiones de Donetsk y Lugansk, en el este del país.
El 21 de enero, Halushkin aseguraba en el medio Ukrinform que todo estaba ya bajo control. Sus palabras parecían mostrar mayor inquietud que la que mostraba el propio Zelenski, dando por hecha la invasión y mandando un mensaje de movilización más que de tranquilidad. Un mes después, como sabemos, las tropas rusas entraban en Ucrania a través de un ataque coordinado que les hizo, en sólo 72 horas, llegar hasta las inmediaciones de Járkov, reafirmar su dominio sobre las ciudades de Donetsk y Lugansk, envolver Kiev desde Bielorrusia y extenderse por el sur del país desde Crimea, tomando las ciudades de Melitopol y Jersón, además de rodear el puerto de Mariúpol.
Tres meses de retraso
Yuri Halushkin era la apuesta personal de Zelenski para ayudar a evitar, precisamente, esa entrada arrolladora de Rusia. De hecho, como analizó EL ESPAÑOL el pasado viernes, las ganancias territoriales del ejército invasor desde esa primera semana han sido prácticamente nulas en el sur y el este del país... y han desaparecido en el norte, donde las tropas invasoras tuvieron que abandonar sus posiciones alrededor de Kiev y ahora están haciendo lo mismo en Járkov, hasta el punto de que la contraofensiva ucraniana ya ha llegado a la frontera con Rusia.
Tal vez en esa línea de confianza traicionada haya que entender la sorprendente decisión de Zelenski de destituir este domingo a Halushkin de su cargo y nombrar a un nuevo Jefe de la Defensa Territorial, el general Igor Tantsyura. Cambiar de caballo en mitad de una carrera es muy extraño y más cuando te estás jugando tanto. Hacerlo sin dar ni una sola explicación es prueba de que algo casi personal, imperdonable, se estaba cociendo desde hacía tiempo entre ambos dirigentes, el militar y el político. Ucrania siempre ha presumido de unidad y ha establecido esa unidad y determinación común como uno de los puntos diferenciales que le está haciendo resistir las acometidas rusas. De repente, esa unidad se resquebraja públicamente y eso no puede ser buena señal.
La destitución de Halushkin transmite el mensaje de que no ha hecho un buen trabajo y eso no parece demasiado justo. Se puede argumentar que no lo hizo en las primeras horas o, más bien, que no lo hizo cuando aún podía evitar todo lo que pasó durante esas primeras horas. Desde entonces, el rendimiento del ejército popular ucraniano, especialmente en aquello que estaba en manos de Halushkin: movimiento veloz de tropas, conservación de infraestructuras, agilidad en las líneas de suministro, convencimiento por parte de los reservistas a la hora de entrar en combate... ha sido un éxito sonado.
Aquí, por supuesto, es donde empiezan los rumores que dejan siempre este tipo de decisiones cuando no se explican. ¿Son las diferencias entre Halushkin y Zelenski puramente personales o esconden algo más? Desde Kiev, se apuntan varias teorías: una de ellas, que Halushkin podría estar haciendo sombra política a Zelenski, algo que el presidente no podría soportar. Estas conspiraciones palaciegas siempre son atractivas, pero en medio de una guerra que se está decidiendo aún en torno a Severodonetsk, donde Rusia pretende hacerse definitivamente con la región de Lugansk, no parecen muy creíbles.
¿Desprecio de Kiev a las tropas?
La lógica invita a pensar que hay algo más. Un desencuentro quizá larvado durante aquellos primeros días y que ha explotado ahora. Se dice que en Kiev no entienden cómo Rusia pudo hacerse tan fácilmente con casi todo el sur del país. El este resistió a duras penas, pero tanto la entrada por Bielorrusia como por Crimea hicieron aguas. Si eso fue un problema militar o hubo también implicaciones políticas en forma de autoridades complacientes, es difícil de determinar, pero es cierto que resulta chocante.
Según esta versión, Zelenski estaría pasando ahora la factura a Halushkin por esos primeros días y esa poca organización en torno a Crimea. De estar en lo cierto, apuntaría a un problema de verdadera envergadura. El poder político estaría señalando directamente al militar justo cuando el militar se está jugando cientos de miles de vidas y el futuro del país en distintas trincheras repartidas a lo largo y ancho del país. No es la idea de unidad que uno tiene en la cabeza.
De hecho, también se ha filtrado el malestar de determinados mandos del ejército, especialmente en el este y el sur, donde se están librando las batallas más feroces, por lo que consideran cierto "aire de superioridad" en Kiev, donde, afortunadamente, las bombas dejaron de sonar hace casi un mes y la situación es de moderada tranquilidad. Juzgar desde la capital del norte el trabajo de los que están a miles de kilómetros defendiendo la supervivencia del país no parece una buena idea... aunque, por otro lado, en eso consiste exactamente su trabajo.
Poco más puede decirse al respecto porque nada más cuenta Zelenski. La decisión es extraña por su envergadura y el momento en el que se toma. Un alto cargo en la estructura del Ministerio de Defensa, nombrado por Zelenski, al que de repente Zelenski se quita de en medio sin explicación. También choca que horas después de anunciar el relevo de Halushkin, el Ministerio insistiera en atribuir a sus milicias los éxitos en Járkov. Aunque la noticia haya pasado casi de puntillas por los medios de comunicación, puede tener más peso del que se piensa. Este tipo de decisiones no suelen pasar sin dejar rastro.