Emmanuel Macron y Marine Le Pen volverán a disputarse la presidencia de la República francesa. Como en 2017. El presidente saliente (27,84%) y la líder de la extrema derecha (23,15%) han sido los más votados en la primera vuelta con el 97% de los votos escrutados.
Entre ambos candidatos hubo hace cinco años un millón de votos de diferencia (24% -21,3%) en favor de Macron. Ambos mejoran ahora sus resultados, por lo que la pelea para la segunda vuelta se augura más disputada que en 2017, cuando Macron se impuso con claridad (66% frente a 34%).
Esta vez las encuestas previas a la jornada electoral de este domingo eran más cerradas (53%-47%). Entre otras razones, por los votos recogidos por otros dos candidatos situados en la cercanía ideológica de Le Pen: Éric Zemmour (7,05%) y Nicolas Dupont-Aignan (2,07%). ¡Un francés de cada tres vota a la extrema derecha!
Tercero en discordia ha sido Jean Luc Mélenchon (21,95%), un veterano de la izquierda radical que forma grupo con Podemos en el Parlamento Europeo. En su tercer intento (y probablemente el último porque tiene ya 70 años) ha vuelto a esprintar en la recta final. Aunque va a consultar a sus bases como había prometido se ha pronunciado ya sobre la segunda vuelta: "Ni un voto para Marine Le Pen".
Hundimiento de los históricos
El reverso de la moneda de esta centrifugación del voto hacia a los extremos es el hundimiento de las dos fuerzas que fueron los pilares de la V República: el Partido Socialista y Los Republicanos, herederos del gaullismo y homologados hoy en el Partido Popular Europeo.
Por segunda vez consecutiva, ninguna de los dos fuerzas históricas disputarán la segunda vuelta de las presidenciales. Más allá del fracaso personal de dos candidatas con cargos locales, Valérie Pécresse, presidenta de la región parisina de Isla de Francia y Anne Hidalgo, alcaldesa de París, es una crisis del sistema.
La socialista Hidalgo sólo ha recogido un 1,75% de sufragios, la tercera parte que su predecesor en 2017, Benoît Hamon, que ya había sido el peor resultado de un candidato del PS. Al fracaso político se une el económico: por debajo del 5%, el Estado no sufraga los gastos electorales.
La derechista Pécresse sólo ha conservado la cuarta parte de los votos (4,78%) que logró François Fillon en 2017 (20%). En ambos casos, se abre una crisis de imprevisibles consecuencias, que puede llevar a la desaparición de unas siglas que parecían inmutables.
Fracaso ecologista
La ecología política cosecha un fracaso sonoro. Su candidato, Yannick Jadot ronda el fatídico 4,63%. El candidato del Partido Comunista queda por debajo del 3%.
"Marine Le Pen y Emmanuel Macron hicieron el buen análisis, la dicotomía izquierda/ derecha está muerta", me contó hace unos años Christophe Guilluy, el geógrafo que vio venir antes que nadie la revuelta de esa Francia periférica que hizo del chaleco amarillo el emblema de su protesta.
Teorizó "el fin de la clase media" en un libro titulado No society (Taurus). "Por primera vez en la Historia, las clases populares no viven allí donde se crea el empleo y la riqueza. Las clases populares se divorciaron de la izquierda en los años 80 y, ahora, de la derecha", sostiene.
Sus ideas vienen a ratificar la tesis de 'el archipiélago francés' que acuñó, en un libro superventas, Jérôme Fourquet. Dirige uno de los principales institutos de sondeos, el IFOP y es el mejor analista de geografía electoral. Sus estudios describen una Francia que hace tiempo que dejó de ser un país homogéneo para convertirse en un conjunto de islas —París y las principales metrópolis— rodeada de un mar de pueblos, pequeñas ciudades y periferias urbanas, que sufren los males de la globalización mientras los beneficios (crecimiento, movilidad, internet) se concentran en ese archipiélago urbano.
El mapa del voto a la extrema derecha coincide con las antiguas cuencas mineras y zonas fabriles del Este y el Norte, antaño feudos de la izquierda, y el sur de las clases pasivas. Las ciudades, con París a la cabeza, los balnearios, estaciones de esquí y ciudades de playa votan a Macron.
Fourquet analizó el voto en relación a la distancia de la urbe a una estación de ferrocarril. Hace cinco años, en las ciudades con estación el voto se inclinó para Macron por amplio margen (78/22) mientras que en aquellas localidades a más de 20 km de una estación, Le Pen se imponía (60/40).
El 35% de los votantes de Macron en 2017 afirmaban ser capaces de hablar en inglés, cifra que bajaba al 19% entre los de Le Pen. Parecidas diferencias resultan al comparar el nivel de estudios. "El partido lepenista ha capitalizado el resentimiento y el sentimiento de relegación cultural y social de los menos diplomados", escribe Fourquet en su último libro La France sous nous yeux.
Obviamente es aún demasiado pronto para hacer un estudio pormenorizado del voto en estas presidenciales. Pero en todos los comicios de ámbito nacional desde hace años, Le Pen recibe el respaldo de la clase obrera (47% en la europeas) frente a Macron (11%). Los cuadros superiores y los profesionales liberales se decantan por Macron (30%) frente a Le Pen (11%).
Finalmente la abstención se quedó entorno al 26%, según estimaciones de varios institutos de sondeos, superior a la de 2017 (22,2%) y cercana al récord de 2002 (28,4%). La campaña extraña que arrancó al ralentí por las últimas restricciones de la Covid y se vio relegada informativamente por la Guerra de Ucrania es señalada como causa inmediata.
Hilando más fino, a la abstención estructural se suman dos circunstancias particulares: las malas perspectivas de los candidatos de izquierda y el hecho que desde 1965, cuando De Gaulle era el jefe del Estado, es la segunda vez que un presidente en ejercicio no participa apenas en la campaña.