Como si de una comedia bufa se tratara, Boris Johnson se ha plantado este lunes en la Cámara de los Comunes para volver a hablar del escándalo de las fiestas en Downing Street. Y, en su discurso de apertura, se ha arrancado con un: "Pido perdón. Lo entiendo y lo arreglaré". Como si pudiera deshacer el pasado.
"Lo siento por las cosas que simplemente no hicimos bien y lo siento por la forma en que se ha manejado este asunto. De nada sirve decir que esto o aquello estaba dentro de las reglas. No sirve de nada decir que la gente estaba trabajando duro". Ese era el comienzo de su declaración. Dando a entender que aquello en realidad eran reuniones de trabajo y no fiestas donde su personal acudía a conversar, relajarse y beber alcohol.
La novedad es que en esta ocasión Johnson acudía a la Cámara de los Comunes tras haberse hecho público el informe de Sue Gray. Este era el requisito necesario para iniciar la moción de confianza contra el 'premier'. Sin embargo, el informe de Gray no ha podido publicarse de forma íntegra sino parcial, para no interferir en la investigación en la que sigue trabajando Scotland Yard. Y el fantasma de la moción de confianza parece haberse disipado para Boris. De esta forma, el primer ministro británico ha conseguido parar el primer 'match ball'.
Ahora es el turno de la Policía Metropolitana de Londres, Scotland Yard, que examina "aceleradamente" más de 300 imágenes y 500 páginas de información para decidir a qué testigos de las fiestas que tuvieron lugar en Downing Street durante la pandemia (el llamado "Partygate") interrogará para su investigación.
Sue Gray, para elaborar su informe, habló con más de 70 testigos.
Scotland Yard confirmó este lunes que recibió la documentación de las pesquisas que ha llevado a cabo Gray y ahora procede a su evaluación para una investigación que podría acabar con multas si se demuestra que se violaron las reglas sociales contra la Covid-19.
Del informe de Gray llama la atención que pone el foco sobre el "excesivo consumo de alcohol" en el seno del Ejecutivo, que considera "inapropiado para un lugar de trabajo".
Sin entrar en detalles sobre las fiestas clebradas, pone un total de 16 celebraciones bajo su lupa, de las cuales 12 son objeto de la pesquisa policial.
Y ahí es donde se complica la situación para Johnson. Uno de esos "eventos" tuvo lugar el 13 de noviembre de 2020 presumiblemente en el propio apartamento del primer ministro y su mujer, Carrie. Difícil alegar, en esa situación, que él no estaba al corriente ni autorizó ciertas fiestas.
También presenta graves complicaciones para el primer ministro la famosa fiesta del 20 de mayo de 2020, en la que su secretario personal invitó a la gente a "traer su propia bebida" y a la que él ya ha admitido que asistió durante un rato.
El contraataque de Johnson
Tras la publicación del informe, Johnson compareció ante el Parlamento, donde tuvo que escuchar un aluvión de peticiones de renuncia, algunas de ellas procedentes de sus propias filas conservadoras.
Volvió a recurrir al ejercicio de contrición que ya había realizado hace unas semanas -"pido perdón, pero sé que no es suficiente"- y, tal y como cuenta Efe, anunció una reforma del funcionamiento interno de sus oficinas como muestra de que ha aprendido las lecciones que deja el llamado 'Partygate'.
Tras afirmar que "acepta los hallazgos del informe de Gray", añadió que no esperará al final de la investigación policial y que hará cambios en las "estructuras fragmentadas y complicadas" de Downing Street y del Ministerio del Gabinete.
Entre esas reformas, adelantó que creará la función de un "secretario permanente" que supervise el funcionamiento de las oficinas del primer ministro, aunque no ofreció más detalles.
Contra las cuerdas
Las promesas distaron mucho de contentar a una oposición que volvió a reclamar en bloque la dimisión de Johnson, en una sesión muy caliente y en la que hasta el portavoz de los nacionalistas escoceses, Ian Blackford, fue expulsado por acusar al primer ministro de mentir.
La cómoda mayoría de la que goza el líder 'tory' en la Cámara de los Comunes hace que la única manera de lograr la salida de Johnson -descontada una renuncia voluntaria- sea una rebelión interna entre los propios conservadores.
Y ése fue el llamamiento que lanzó el jefe de la oposición, el laborista Keir Starmer, al pedir a los diputados 'tories' que convoquen una moción de confianza interna sobre su líder. "Las miradas de este país están sobre ellos", dijo Starmer, al tiempo que les reclamaba "librar al país de un primer ministro totalmente indigno de sus responsabilidades".
Todavía no son muchos los conservadores que se han atrevido a mostrar en público su rechazo, pero este lunes en el Parlamento lo hizo uno más, Andrew Mitchell, aunque varios dejaron caer que las explicaciones del primer ministro no les convencieron.
Una de esas voces discrepantes fue precisamente su predecesora en Downing Street, Theresa May, quien se preguntó si Johnson no se había leído las reglas, no las comprendía o simplemente decidió ignorarlas.
Aunque cada día que pasa como primer ministro es un triunfo para Johnson, su panorama no parece aclararse a corto plazo.
La Policía dispone de más de 300 fotografías y 500 páginas de documentos, facilitadas por la investigación interna de Sue Gray, de las que elegirá a las personas que interrogará para esclarecer si se violaron las reglas anticovid, un delito castigado con multas.
La imagen de Johnson declarando ante la Policía, o siendo finalmente sancionado por participar en fiestas, podría terminar de rematar a un primer ministro que ya está contra las cuerdas.
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