La abolición del cambio estacional de hora en la Unión Europea, que Bruselas quería que se materializara ya este mismo año, se retrasa al menos hasta 2021. La comisión de Transportes de la Eurocámara ha votado este lunes un aplazamiento de dos años con el fin de dar más tiempo a los Estados miembros para hacer análisis de impacto, escoger si se quedan de forma permanente en el horario de invierno o el de verano y coordinarse con sus vecinos. Los eurodiputados se quejan de que el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ha planteado esta iniciativa de forma precipitada y sin evaluar detalladamente sus consecuencias.
Juncker anunció el pasado agosto el fin del cambio de hora como una de sus medidas estrella de cara a las elecciones europeas del próximo 26 de mayo. Se trataba de demostrar que Bruselas tiene en cuenta las preocupaciones reales de los ciudadanos, dado que un 84% de los participantes en una consulta pública realizada el pasado verano (93% en el caso de los españoles) exigieron acabar con el ritual de adelantar o retrasar los relojes cada seis meses. Su principal argumento era su impacto negativo en la salud y que tampoco sirve para ahorrar energía, su propósito original.
Según la propuesta original de la Comisión, el próximo domingo 31 de marzo iba a ser el último cambio al horario de verano. Cada país debía decidir entonces si se quedaba definitivamente en el horario del verano o en el de invierno, puesto que la elección del huso horario es una competencia nacional.
Pero las prisas del Ejecutivo comunitario para apuntarse lo que parecía una victoria fácil en la campaña de los europeos han chocado con las dudas no sólo de la Eurocámara, sino también de los Gobiernos. El debate sobre el cambio de hora se ha atascado en las reuniones de ministros de Transportes de los 28, que ni siquiera han conseguido todavía pactar una posición común para negociar con el Parlamento Europeo.
Incluso los países más entusiastas de abolir el cambio de hora (Alemania, Lituania, Finlandia, Estonia, Letonia y Croacia) piden más tiempo para decidir sobre el huso horario y coordinarse con sus vecinos. Otro grupo de países aún no tiene una posición oficial y sí muchas dudas: Irlanda, Holanda, República Checa, Eslovaquia, Suecia, Francia y también España. El Gobierno de Pedro Sánchez está a la espera del informe que ha encargado a un grupo de expertos.
La aprobación se retrasa a la próxima legislatura
Por su parte, Reino Unido, Grecia y sobre todo Portugal se oponen a acabar con el cambio de hora. Portugal ya ha suspendido el cambio de hora dos veces: en los años 20, cuando se quedó de forma permanente en el horario de verano; y entre 1967 y 1975, cuando optó por el horario de verano. "En ambos casos se abandonó por la incomodidad que provocaba entre la población", dijo el ministro portugués durante un debate en diciembre. "El actual sistema ha funcionado y es el más apropiado para nuestro país", aseguró.
El principal temor entre los Estados miembros y también en la Eurocámara es que la iniciativa electoralista de Juncker acabe degenerando en un caos de husos horarios en Europa, en el que países vecinos tengan horas distintas.
La anterior presidencia austriaca de la UE ya propuso aplazar la abolición del cambio de hora a 2021. Pero algunos Estados miembros consideraron insuficiente una prórroga de dos años. La actual presidencia rumana ha programado un nuevo debate sobre el cambio de hora para junio con el fin de intentar llegar a un acuerdo. Es decir, que la aprobación final, si es que llega, se retrasará ya la próxima legislatura.
Si los Veintiocho secundan la posición de la Eurocámara, los Gobiernos tendrán de plazo hasta abril de 2020 para notificar a Bruselas si eligen quedarse en el horario de verano o en el de invierno. La norma crea un mecanismo de coordinación para buscar soluciones acordadas entre los países vecinos. E incluye además una cláusula de salvaguarda: si surgen problemas irresolubles en el mercado interior, por ejemplo con los horarios en el sector del transporte o en los vuelos, Bruselas podrá retrasar otros doce meses, hasta 2022, el fin del cambio de hora.
El impacto sobre la salud del cambio de hora
"Un viejo refrán dice que 'no por mucho madrugar amanece más temprano'. La frase describe muy bien las razones por las que hemos decidido dar dos años más a los Estados de la Unión para fijar su horario definitivo", ha dicho la eurodiputada del PNV, Izaskun Bilbao, portavoz de los liberales en las negociaciones.
"Pero con la misma claridad que aplaudo este aplazamiento, creo irrenunciable acabar con estos cambios de hora estacionales porque no se justifican por razones económicas o medioambientales y por la aparición de evidencias cada vez más sólidas del impacto que tiene esta práctica sobre la salud humana", sostiene Bilbao.
La mayoría de los Estados miembros tienen una larga tradición de cambio de hora, que en algunos casos se remonta hasta la Primera y Segunda Guerras Mundiales y en otros a la crisis del petróleo de los años 70. En origen, su objetivo principal era ahorrar energía. No obstante, había también otras motivaciones como la seguridad vial, el aumento de las oportunidades de ocio durante la tarde o simplemente alinearse con los horarios de los países vecinos.
La UE aprobó su primera directiva sobre el cambio de hora en los años ochenta. La norma vigente obliga a los Estados miembros a cambiar al horario de verano el último domingo de marzo y volver al de invierno el último domingo de octubre. El objetivo de la legislación era unificar las prácticas de los diferentes países, que estaban alejándose, lo que ponía en riesgo el mercado único.
Según los últimos estudios que maneja la UE, el ahorro energético que se consigue con el cambio de hora es "marginal", entre el 0,5% y el 2,5% del total del consumo dependiendo del país. En cambio, los efectos sobre la salud y los biorritmos humanos "podrían ser más graves de lo que se pensaba previamente".
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