Desde el fiasco a finales de septiembre de la cumbre de Salzburgo, que Theresa May vivió como una humillación personal al rechazar la UE sus planes, las negociaciones del brexit han entrado en "modo túnel". Intensos contactos a todos los niveles, que se han redoblado durante este fin de semana, pero con poca o nula información a la prensa. La consigna era evitar a toda costa filtraciones que debiliten aún más la precaria posición de la primera ministra británica en su propio país.
La salida del túnel se preveía ya inminente. Sin embargo, la visita sorpresa a Bruselas del negociador británico, Dominic Raab, el domingo por la tarde para reunirse con su homólogo europeo, Michel Barnier, no ha producido los resultados esperados. Las dos partes habían dado a entender que el pacto de divorcio estaba ya muy cerca y podría cerrarse incluso este mismo lunes. Pero el encuentro urgente, que apenas ha durado una hora, ha terminado sin acuerdo por el espinoso problema de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte.
"Pese a los intensos esfuerzos, algunos problemas clave siguen abiertos, incluyendo la solución para evitar una frontera dura entre Irlanda e Irlanda del Norte", ha escrito Barnier en su cuenta de Twitter. La incertidumbre sigue en cotas máximas. Para los próximos días no se han programado nuevas rondas de negociación entre Bruselas y Londres. Todo se fía a la oferta final que haga la primera ministra británica a los líderes europeos en la cumbre del próximo miércoles 17 de octubre. "Reino Unido todavía está comprometido a hacer progresos en el Consejo Europeo de octubre", ha dicho el Gobierno británico en un comunicado.
Pero en la UE temen que incluso si al final hay acuerdo de divorcio, May no logre apoyos suficientes en el Parlamento británico para validar ningún acuerdo, ya que no le respaldan ni los laboristas ni los euroescépticos de su partido. De hecho, el antiguo negociador británico para el brexit, David Davis, ha escrito este domingo un artículo en el Sunday Times en el que pide a sus excolegas en el Gobierno que se rebelen contra los planes de la primera ministra. Davis dimitió en julio -junto con el ex ministro de Exteriores, Boris Johnson- alegando que las propuestas de May convertirán a Reino Unido en una especie de "vasallo" o "colonia" de la UE.
Ahora, otros miembros de su gabinete se plantean seguir sus pasos. Entre ellos, Andrea Leadsom, líder tory en la Cámara de los Comunes; Esther McVey, secretaria de Estado de Empleo y Pensiones; o Penny Mordaunt, secretaria de Estado de Cooperación, según la prensa británica. Uno de los escenarios de pesadilla con los que trabajan en Bruselas es que May cierre un acuerdo con la UE que después sea tumbado en el Parlamento británico. O que su Gobierno caiga antes. El brexit caótico sería casi inevitable.
May capitula a las exigencias de la UE
Aunque todavía no se han cerrado temas del divorcio como el mecanismo de resolución de disputas, la protección de las denominaciones de origen o el protocolo de Gibraltar, el escollo más importante sigue siendo sin duda la cuestión de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte. La primera ministra británica se dispone a hacer nuevas concesiones a la Unión Europea y eso es lo que ha enfurecido a los brexiteros más fanáticos. Para evitar una frontera física que vuelva a dividir la isla de Irlanda y ponga en riesgo el Acuerdo de Paz del Viernes Santo en el Ulster, May está dispuesta a aceptar la mayoría de exigencias de Bruselas que hasta ahora había rechazado.
Según este plan, que aún no es oficial pero ha sido filtrado ampliamente en la prensa británica, Reino Unido se quedaría de forma indefinida en la unión aduanera tras el brexit con el objetivo de minimizar los controles aduaneros con Irlanda del Norte. Eso significa que no podría cerrar sus propios acuerdos comerciales, una de las reivindicaciones centrales de los euroescépticos. Londres sólo dejaría la unión aduanera cuando existan soluciones tecnológicas que invisibilicen estos controles en frontera, de acuerdo con la interpretación de Bruselas. Pero los británicos siguen reclamando algún tipo de límite temporal.
A la UE no le convence la solución (es una forma de elegir a la carta), pero está dispuesta a hacer la vista gorda en aras del pacto. A cambio, la primera ministra británica cede en todo lo demás. Acepta que Irlanda del Norte tenga un estatus especial postbrexit: se quedará tanto en la unión aduanera como en el mercado interior, es decir, tendrá que seguir aplicando las normas y estándares comunitarios y no los que lleguen de Londres. Éste es un plan de último recurso, que no se aplicaría si de aquí al final de la transición del brexit, en 2021, no se ha encontrado una alternativa mejor para garantizar un comercio sin fricciones en Irlanda.
¿Habrá fumata blanca?
Además de los tories euroescépticos, la propuesta de May choca con la oposición frontal de los unionistas irlandeses de la DUP, que apuntalan su Gobierno desde que perdió la mayoría en las elecciones fallidas en junio de 2017. Su líder, Arlene Foster, se reunió la semana pasada con Barnier en Bruselas y le trasladó que no aceptará ninguna diferencia de trato entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido.
Para aplacar sus dudas, la primera ministra británica sopesa pedir una prórroga en la transición del brexit, según The Guardian. Así habría más tiempo para encontrar soluciones que permitan que el estatus especial para Irlanda del Norte nunca llegue a entrar en vigor. La contrapartida que indigna a los brexiteros es que durante la transición Londres deberá seguir aplicando las reglas de la UE y pagando a las arcas comunitarias, pero sin voz ni voto en la toma de decisiones.
¿Podrán resolverse todas estas contradicciones a tiempo? Los europeos todavía esperan que haya fumata blanca a tiempo de la cumbre del miércoles. Es decir, en cuestión de horas. Si es así, se convocaría un nuevo Consejo Europeo extraordinario el 17 y 18 de noviembre para cerrar tanto el Tratado de Retirada de Reino Unido de la UE, como la declaración política anexa en la que se definirán las relaciones futuras entre los dos bloques.
Si no hay suficientes avances, todo se retrasaría a la cumbre de diciembre. Aumentarían los riesgos de un brexit caótico y la incertidumbre en los mercados, ya que apenas quedaría tiempo de ratificar el divorcio antes de la fecha de salida de Londres: el 29 de marzo de 2019. "Los que apuestan todos sus peones a la hipótesis de un desacuerdo se equivocan: habrá que encontrar un acuerdo. Y creo que lo encontraremos", ha dicho el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, en una entrevista a Le Monde el pasado viernes.