Cuando un polaco quiere leer buenas noticias hojea las páginas de economía. Los números de la mayor economía del centro-este de Europa son tan buenos que las referencias al “milagro polaco” se han convertido en rutinarias y ya hay quien habla más bien de “la nueva locomotora del Este”. Sin embargo, no son pocos los problemas que ponen en cuestión las verdaderas dimensiones y el futuro de esta coyuntura.
Las buenas noticias primero: el pasado lunes, el FTSE Russell (índice oficioso de los mercados bursátiles más desarrollados del mundo), decidió incluir a Polonia en la primera categoría mundial, la que agrupa a los 29 mercados desarrollados cuyos mercados de valores pesan más en el mundo. Hacía diez años, desde la incorporación de Israel a esta 'liga de los grandes', que no se añadía un país a esta lista creada en 2004. En aquel entonces, Polonia fue calificada como mercado secundario emergente, donde aún permanecen China, Rusia, Chile o Indonesia. Pero, tras 26 años de crecimiento ininterrumpido, un crecimiento del PIB del 4,6% el último año y un desempleo de solo el 6%, ya nadie cuestiona la buena marcha de la economía polaca y la importancia de su mercado.
Como economía y política son dos caras de la misma moneda, este éxito hace que la gestión del actual Gobierno sea percibida como exitosa, a pesar de los problemas con la Unión Europea y la incertidumbre jurídica que se cierne sobre el país tras las medidas del ultra conservador PiS (el partido en el poder) para controlar el poder judicial. Ser el mayor receptor de las ayudas al desarrollo de toda la UE ha permitido al Gobierno de Mateusz Morawiecki -banquero de profesión- poner en marcha medidas sociales que han sido calificadas de populistas, como el Programa 500+, que otorga un sueldo mensual de 500 zlotys (unos 125 euros) por cada hijo a las familias con dos o más vástagos.
Asimismo, cerca del 20% de la fuerza laboral se dedica a la agricultura y está prácticamente exenta de impuestos, al tener que contribuir con tan solo un 5% de sus ingresos declarados al fondo de pensiones estatal. Para la oposición, este tipo de medidas se han implementado de modo que la gente las asocie con la permanencia del PiS en el poder, creándose una relación entre su base electoral y la población que han calificado de “servil”.
“El éxito económico puede ser un arma de doble filo para este Gobierno”, declara en exclusiva para EL ESPAÑOL el economista Tomasz Nowak. “La política anti inmigración, anti europea y que promueve valores supuestamente tradicionales como cerrar las tiendas los domingos y jubilar a las mujeres a los 60 años en vez de a los hombres, a los 65, chocará con la realidad tarde o temprano.
Hay escasez de mano de obra, que tendremos que importar de Europa y fuera de ella, y el sistema de pensiones públicas será pronto insostenible por la baja natalidad”. El mayor ejemplo de esto son los ucranianos, de los que se calcula hay casi dos millones viviendo en Polonia. Desde junio de este año los ciudadanos de aquel país pueden viajar a la UE durante 90 días sin visado, y miles de ellos aprovechan para trabajar ilegalmente e instalarse en este país. Pro razones de afinidad cultural, los ucranianos encuentran pocas dificultades para integrarse en la sociedad polaca, donde el 40% de las empresas de trabajo temporal tienen candidatos de esta nacionalidad buscando empleo.
En empresas como CISCO, radicada en Cracovia, es habitual realizar las entrevistas de trabajo online en vez de en persona para agilizar el proceso de contratación de candidatos que vienen de todo el mundo, desde Camerún hasta Jamaica. Muchos europeos, entre ellos cientos de españoles, han encontrado trabajo en esta ciudad cubriendo puestos que no siempre requieren especialización. Desde Varsovia se lanzan campañas llamando a los polacos emigrados para que regresen a su país (“hacéis falta”). La embajada polaca en Nueva Delhi está colapsada y necesita 8 meses para tramitar visados porque hay una cola de 25.000 peticiones de permisos de trabajo de indios que quieren venir a Polonia. Incluso hace poco se descubrió que un promotor inmobiliario de Cracovia había estado empleando a 189 norcoreanos en la construcción. Al ser descubierto, adujo que “ni siquiera los bielorrusos” aceptaban ya trabajos así.
Precisamente, las condiciones laborales son uno de las zonas oscuras en el floreciente mercado polaco. El sueldo medio de un maestro público con experiencia pocas veces supera los 500 euros, y los salarios de los funcionarios son tan poco atractivos que el sector público encuentra muchas dificultades para cubrir puestos, retener a sus trabajadores mejor preparados y sobre todo para captar a mandos intermedios que tengan un currículum adecuado.
El Ministerio de Asuntos Exteriores estuvo se planteaba hace poco dejar de exigir el conocimiento de dos idiomas extranjeros a sus diplomáticos. Para David Hill, un norteamericano de 29 años que vive en Varsovia y trabaja como community manager, “con un poco de formación, experiencia y algún idioma extranjero fuerte, ahora mismo en Polonia puedes encontrar un trabajo en 24 horas; aunque los sueldos son bastante bajos comparados con otros países desarrollados y solo te da para vivir relativamente bien hasta que te canses o consigas una promoción, porque con mil dólares al mes no puede pensar en un proyecto de futuro sólido a largo plazo. Es lo que los expatriados llamamos la experiencia polaca”.
La realidad de las grandes ciudades contrasta con las áreas rurales, donde hay zonas con un desempleo cercano al 25% e incluso pueblos donde la mayoría de la gente es pensionista. La pensión mínima en Polonia ronda los 200 euros al mes y es frecuente ver a jubilados vendiendo baratijas, flores u hortalizas en las aceras de muchas ciudades. Según la Oficina Estadística Estatal (GUS), el 10% de las familias polacas con tres o más hijos se encontraban en 2014 por debajo del límite de subsistencia y un millón de niños polacos sufren malnutrición por razones económicas, además de no poder costearse los libros para la escuela. Según ese informe, una de cada tres familias no se puede permitir viajar de vacaciones ni siquiera una vez al año. En 2015, más del 12% de la población necesitaba ayuda estatal para salir adelante.
“Hay problemas estructurales que un programa con miras electoralistas no puede solucionar, solamente aliviar”, dice Nowak. “La privatización de las grandes empresas del estado fue catastrófica, se premió a los oligarcas de la era comunista cuyo poder se continúa proyectando hoy, aunque hayan cambiado de bando. Los ferrocarriles estatales (PKP), se desintegraron en nada menos que 60 empresas, para premiar a otros tantos peces gordos. Hoy ya no quedan empresas que desguazar, porque hasta los astilleros de Gdansk están agonizando, pero el suelo y las promociones inmobiliarias son el nuevo oro con el que se pagan los favores políticos”.
En una viñeta satírica, un diario polaco bromeaba con la transformación del país de “supervillano” en superhéroe”, y precisamente el poder que da el éxito económico acarrea también una gran responsabilidad, como ponerse a la altura de las exigencias logísticas del mercado y proporcionar servicios eficientes.
En la pequeña ciudad de Malaszewicze, cerca de la frontera con Bielorrusia, recibirán durante este año cerca de 100.000 trenes de carga procedentes de China. Procedentes de rutas que atraviesan Kazajistán, Rusia y otros países, los convoyes transfieren en este punto sus cargamentos a otros trenes, más rápidos y modernos, para dar abasto a la demanda europea de productor de consumo chinos. Solo en impuestos aduaneros, se recaudan más de cien millones de euros al año y el alcalde, Krzysztof Iwaniuk, se queja de que “es imposible” encontrar operarios suficientes para inspeccionar y transportar los pedidos, con lo que se originan colas de cien trenes esperando a desembarcar su mercancía. “Es un gran reto y una gran oportunidad, pero puede ser una gran catástrofe si no aprovechamos nuestra suerte; si no usamos bien estos cinco minutos de historia, los trenes se irán a Finlandia y se acabó. Necesitamos más vías, más terminales y más trenes, pero los políticos no entienden de logística”.
Mientras tanto, el Gobierno de Morawiecki acaba de aprobar los presupuestos para el año que viene, con un crecimiento previsto del 3,8%, casi un punto menor al del año pasado pero todavía envidiable. Malgorzata Turbiarz, una jubilada de 66 años que trabaja en Cracovia cuidando niños por horas, le pedía a su hijo, un ingeniero que trabaja en Londres, que “por nada del mundo” regresara a Polonia: “un piso de 80 m2 nuevo cuesta aquí un millón de zlotys (unos 250.000 euros) y mi hijo está soltero. Aquí cobraría una tercera parte que allí y nadie sabe lo que durará esta bonanza”.