A Gabriel Roldão aún le cuesta pasear por el Pinar del Rei, en el municipio de Leiria, en Portugal. “He estado viniendo a ratitos, una hora un día, otra después. No puedo ver esto así, he nacido aquí y me duele. Y luego me emociono, que ya estoy en una edad en la que lloro mucho”, dice mientras camina por el pinar.
La que un día fue la mayor floresta continua de pino marítimo de Europa es ahora un escenario de destrucción. El pasado 15 de octubre ardieron 9.500 de sus 11.000 hectáreas, el 86% de su área. “Nadie vivo llegará a ver esto como era antes”, dice Roldão. Caminar por allí es adentrarse entre miles de pinos ennegrecidos, anclados a una tierra de cenizas: “Esto es un ejército de cadáveres estáticos”.
“No hay inversión, no se hace la limpieza del terreno, no se recortan las ramas bajas de los pinos para que, en caso de incendio, sea más difícil que se propague a las ramas altas, no se vigila, no hay mantenimiento. El pinar está prácticamente abandonado, era cuestión de tiempo que pasara esto”, critica.
“Ardió todo en menos de tres horas”
El domingo, 15 de octubre, Gabriel estaba en el jardín de su casa cuando vio humo en el pinar. “Salí con el coche pero cuando llegué ya estaban los bomberos allí así que me di la vuelta para no molestar”. Cuando volvió a casa se fijó en que el humo ya era blanco “y me tranquilicé”. Pero, 20 minutos después, “cuando vuelvo a alzar la vista, veo una columna continua de humo negro. Era enorme y pensé que iba a arder todo. Y ardió. En menos de tres horas desapareció casi todo el pinar”, recuerda.
El investigador ha perdido la cuenta al número de veces que ha alertado sobre el abandono del que era el pulmón del país. Una de las últimas fue en septiembre de 2015, cuando presentó un informe al vicepresidente del Instituto Nacional de la Conservación de la Naturaleza y de las Florestas (ICNF) con los 20 principales problemas del pinar. El punto número uno no podía ser más claro: “Falta de limpieza del terreno para la prevención de fuegos, lo que puede resultar en un gran incendio nacional”.
Pero, pese a los avisos, nada se hizo. Roldão señala, enfadado, la dejadez del Estado y la falta de inversión como la causa principal del desastre.”Nos falta una verdadera política de protección de los bosques, pero nadie parece entender la importancia de ello”, denuncia. “Además, de los tres o cuatro millones de euros que genera el Pinar de Leiria, sólo un 6% se invierte en el mantenimiento del terreno. Lo demás se emplea en otras florestas nacionales que no generan riqueza y otra parte en el programa del lince ibérico del ICNF”, concluye.
En todo el proceso hay una fecha clave: 2008. Ese fue el año en el que el Gobierno del ex primer ministro José Sócrates acabó con el cuerpo de guardias forestales y entregó la vigilancia y la protección de los bosques a la Guardia Nacional Republicana (GNR). “Eso no fue un error, fue un crimen”, acusa. “Yo vivo aquí desde hace 40 años y jamás he visto una brigada de la GNR vigilando el terreno, trabajo que sí hacían los guardias forestales. Los camiones llenos de basura, las motos, los jeeps, pasan por donde quieren y nadie los controla”.
“Hemos perdido 740 años de historia”
El pinar fue plantado en el siglo XIII y está íntimamente relacionado con la historia de Portugal, una vez que la madera de sus pinos sirvió para construir muchas de las carabelas utilizadas en los descubrimientos portugueses. “El domingo perdimos 740 años de historia de Portugal y del mundo. Porque esto no era sólo nuestro patrimonio, era de todo el mundo. Teníamos una gran responsabilidad”, declara.
Gabriel conoce el pinar como la palma de su mano. Sabe qué tipo de fauna hay en cada rincón, como crece y se desarrolla, y las consecuencias de su destrucción. En un principio, el pinar fue plantado para impedir el avance de las dunas de arena, arrastradas por los fuertes vientos marítimos y proteger los terrenos agrícolas. “Ahora, después de la catástrofe ambiental, viene la catástrofe ecológica. Si no hacemos nada, tendremos aquí un desierto: las arenas invadirán el terreno y los vientos serán inaguantables en invierno”, explica.
Para que eso no pase, defiende, el Estado debe financiar la reconstrucción forestal, que no puede hacerse sin planificación. “Los pinos tienen una vida de 75 años. Quiero decir, a los 75 años se cortan para que se garantice la regeneración forestal. Esto significa que no podemos plantar todos los pinos de una vez, sino que debemos hacerlo de manera escalonada, plantando más o menos 120 hectáreas al año”.
Además, el investigador quiere presionar a los políticos para que transfieran la gestión de los bosques, a cargo del ICNF, a los ayuntamientos, que conocen el terreno y las necesidades de cada uno. Tras años de silencio y puertas cerradas parece que ahora las autoridades están, finalmente, dispuestas a escucharle. “De repente a todo el mundo le interesa mi opinión”, dice con sorna.
Pese a los años de retraso, Roldão sigue con ganas de hacerle entender, a quién tiene poder para cambiar algo, que los bosques son un patrimonio inestimable de un país y que una mala gestión puede llevar al desastre. Según los datos del sistema europeo de información sobre fuegos forestales, han ardido más de 500.000 hectáreas en Portugal en lo que va de año. “Es una catástrofe, pero tenemos que seguir luchando”, sentencia el investigador. “Porque si no hacemos nada ahora, llegará el momento en el que sea irreversible”.