Puede que esté herido, pero el independentismo escocés no se ha dado por vencido.
En las elecciones anticipadas del mes pasado, el Partido Nacional Escocés (SNP) pasó de controlar casi todos los escaños de Escocia en el Parlamento británico a perder 21 diputados. Su porcentaje de voto en la región también menguó 13 puntos, cayendo a un 37%. Un tremendo golpe para la formación soberanista, que fue aun así la más votada entre los escoceses.
Tras reflexionar sobre los resultados, la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, anunció el pasado martes que posponía su plan de organizar un nuevo referéndum de independencia en la etapa final de las negociaciones del brexit.
Sin embargo, la líder nacionalista señaló que la consulta probablemente tendría lugar antes de las elecciones al Parlamento escocés de 2021. Así, mientras la ministra principal comunicaba su intención de “reajustar” el calendario, el SNP lanzaba la web Mobilise.scot (“Movilizar a Escocia”) con una clara misión: sumar apoyos a la causa soberanista para que el porvenir de los escoceses se decida en Edimburgo y no en Londres.
“El SNP trabajará de manera abierta e inclusiva a nivel de base con el conjunto del movimiento independentista en Escocia. El objetivo es convencer de que el autogobierno es la mejor forma de lidiar con los problemas que afrontamos como país”, asegura un portavoz del partido, que no ha querido detallar en mayor profundidad cómo se desarrollará la campaña. “Apoyaremos e intentaremos que el movimiento crezca, argumentando que las decisiones tomadas por nosotros, y no para nosotros, ofrecen el mejor futuro para Escocia”.
Después de que los escoceses votaran a favor de permanecer en la Unión Europea el año pasado, Sturgeon lanzó un nuevo desafío soberanista a Londres, enarbolando un supuesto mandato para lograr que Escocia se pronuncie sobre si prefiere salir de Reino Unido o ser arrastrada fuera de la UE. Pese a la respuesta negativa del Gobierno -la famosa coletilla “ahora no es el momento”-, la dirigente regional se negó a renunciar a su agenda, lo que, según reconoció el día después de los comicios, influyó en el resultado.
Al contrario que en el resto del país, los conservadores subieron como la espuma en Escocia a costa del SNP: saltaron de uno a 13 escaños. Los laboristas obtuvieron siete diputados y el proeuropeo Partido Liberal Demócrata, cuatro. Pesos pesados de la formación nacionalista como su antiguo líder, Alex Salmond, perdieron sus asientos.
Todavía es pronto para saber con certeza por qué los escoceses votaron como lo hicieron en las elecciones adelantadas de junio, asegura Nicola McEwen, profesora de Política Territorial y directora adjunta del Centro sobre Cambio Constitucional de la Universidad de Edimburgo. Sin embargo, ella estima que “a la campaña del SNP le faltaba dirección y no tenía un mensaje claro”.
Por el contrario, los conservadores escoceses centraron su campaña en la gestión del SNP y la oposición al referéndum de independencia. “La suya sí que fue una campaña efectiva y bien enfocada, que ayudó a movilizar a la oposición al SNP y a la independencia”, opina McEwen. Los otros partidos estatales también sacaron provecho de los mismos mensajes en Escocia, aunque los laboristas crecieron en la región gracias sobre todo al despegue de Jeremy Corbyn al final de la contienda, apunta la experta.
Pero los resultados del SNP no pueden interpretarse como un barómetro de la actitud de los escoceses hacia la independencia, advierten los expertos. “No se puede inferir la opinión pública en torno a una cuestión concreta de los resultados de unas elecciones”, afirma John Curtice, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Strathclyde en Glasgow y autor de la encuesta a pie de urna que predijo la debacle del Partido Conservador en las elecciones anticipadas.
De hecho, el SNP no concentra la totalidad del voto nacionalista. Los Verdes Escoceses también respaldan la secesión y consideran que Sturgeon debería seguir con su calendario original. Por otro lado, el SNP perdió votantes independentistas en estos comicios, que bien escogieron otras opciones u optaron por la abstención, explica Curtice.
Pese al batacazo del SNP, el nivel de apoyo a la secesión en Escocia continúa alrededor del 44%, básicamente el porcentaje obtenido por el independentismo en el plebiscito de 2014. Con el brexit a la vuelta de la esquina, Curtice considera que es posible que la región se convierta en un Estado soberano en unos años. “Por supuesto que puede ocurrir en el futuro cercano dado el nivel de apoyo a la independencia y todas las incertidumbres que rodean la política británica en este momento”, zanja.
David Torrance, un conocido periodista escocés autor de la biografía del predecesor de Sturgeon Salmond: contra las probabilidades, anticipa que el SNP intentará reagruparse y refrescar su programa político en los próximos meses sin ceder en su empeño de hacer la independencia más atractiva. “Mucho de esto depende del brexit. Parece que el SNP piensa que, si este proceso va mal y afecta a la economía, podrá convencer a la mayoría de los escoceses de que apoyen la independencia, pero no lo tengo tan claro”, dice. “Van a ofrecer más de lo mismo. Es probable que los nacionalistas más entusiastas se conformen, pero dudo de que los indecisos lo hagan”.
Él pone en duda que el plebiscito pueda celebrarse dentro del nuevo calendario esbozado por la ministra principal e incluso después, si bien subraya que Sturgeon es una figura ampliamente respetada entre los independentistas y que por ello existe poca resistencia a su autoridad. Una cosa está clara, dice: “[El movimiento independentista escocés] sólo morirá cuando Escocia sea independiente, pero ha tropezado”.