Cuando Joe Biden anunció que Kamala Harris sería su compañera de papeleta para las elecciones de Estados Unidos el próximo 3 de noviembre, hizo más que presentar a su vicepresidenta. El movimiento de Biden tiene en la diana no sólo las elecciones a la Casa Blanca, sino el futuro del propio partido demócrata y su regeneración.
Biden ya había señalado que era “el candidato de la transición”, el que haría de “puente” hacia “una generación de nuevos líderes” demócratas. Una nueva generación en la que las mujeres y las minorías tendrían un papel cada vez más importante. Kamala Harris, la primera mujer negra en aspirar al cargo, hija de padre jamaicano y madre india, es una fiel representante de esta nueva generación y la elección de Biden la señala como posible heredera del poder en el partido.
Desde que se hizo con la papeleta demócrata para las elecciones de EEUU, Joe Biden tuvo claro que su vicepresidenta iba a ser una mujer. Y pese a que muchos de sus asesores no veían clara la elección de Harris, por considerarla demasiado ambiciosa, Biden vio en ella su mejor opción para lograr tres objetivos: ganar las elecciones de noviembre, gobernar el país a vueltas con la pandemia y la recesión, y asegurar el relevo generacional del partido.
A los 55 años, Kamala Harris ofrece el contrapunto de juventud en una papeleta donde Joe Biden, con 77 años, se presenta como el candidato más veterano de la historia de EEUU. Históricamente, los vicepresidentes han tenido poco peso a la hora de decantar unos comicios, y casi siempre se elegían por tener presencia en estados donde el partido tenía más difícil conseguir votos. Kamala Harris puede romper con esta premisa.
Senadora por California, un estado que los demócratas controlan en todas las elecciones presidenciales desde 1992, Harris no es particularmente relevante a nivel geográfico. Sin embargo, sí puede serlo a la hora de captar tres votantes esenciales para los demócratas en los que Biden se quedaba corto: las mujeres, los negros y las minorías.
Biden es consciente del sentimiento de decepción que todavía rodea a muchas mujeres demócratas por la derrota de Hillary Clinton ante Donald Trump en 2016. La marcha de las mujeres, cuya primera manifestación salió a las calles tan solo un día después de la investidura de Trump, congregando a más de 500.000 personas, confirmaba el resurgir del movimiento feminista como reacción a la elección del candidato republicano.
Las elecciones de 2018 a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos confirmaban la tendencia. Un total de 118 mujeres fueron elegidas, de las que 100 eran demócratas. Y, entre ellas,algunos hitos históricos: Ayanna Pressley se convirtió en la primera mujer negra en representar a Massachusetts y Deb Haaland, en la primera nativa americana en el Congreso; mientras que Ilhan Omar de Minnesota y Rashida Tlaib de Michigan eran las primeras musulmanas y Alexandria Ocasio-Cortez, la congresista más joven de la historia con 29 años.
Tensiones raciales
Kamala Harris, la primera mujer en ser nombrada fiscal de distrito de San Francisco en 2007 y fiscal general del estado de California en 2011, y la primera mujer negra en aspirar al cargo de vicepresidenta, es una poderosa arma para atraer al voto femenino. Además es un guiño a los votantes negros, que han tenido un papel importante en la campaña de Biden y un intento de recuperar los estados que Hillary Clinton perdió en 2016, en parte por la caída en los votos de las comunidades afroamericanas en Wisconsin, Michigan y Pensilvania.
En un momento en que las tensiones raciales y la violencia policial en EEUU vuelven a estar al orden del día, después de la muerte de George Floyd y las consecuentes manifestaciones por todo el país, el pasado de Harris juega a su favor. Como fiscal y legisladora, ella fue una de las principales impulsoras en el Senado de la legislación para frenar los abusos policiales y es defensora de una regulación que aumente los controles y la responsabilización de la policía en este tipo de actos.
“Hay algunas críticas válidas a sus acciones durante su tiempo como fiscal, pero puedo decir de manera contundente que fue vista como una enemiga de la policía", dijo de ella la cofundadora de Black Lives Matter, con sede en Oakland, Alicia Garza.
Como fiscal general fue tras los grandes bancos y la industria farmacéutica, las universidades con fines de lucro y las compañías petroleras. Tal vez por eso, en el tweet con el que anunció su elección, Biden se refirió a ella como “la defensora de los más pequeños”.
El 'factor Harris' puede darles a los votantes una razón adicional para votar al partido demócrata, más allá de la simple animadversión hacia Trump, que parecía haber liderado la campaña hasta ahora.
Una hora después de anunciar su inclusión en la papeleta, la campaña de Biden había batido récords de recaudación de fondos, con casi 9 millones de dólares. La reacción de Trump, que se apresuró a calificarla de “desagradable”, “falsa” y “radical”, es la demostración de que su elección escuece al presidente, aunque tal vez le resulte complicado desacreditarla cuando él mismo y su hija Ivanka contribuyeron a su campaña para la reelección como fiscal general de California en 2014.
Directa y asertiva en los debates, su estilo ha quedado patente en los interrogatorios a funcionarios de la Administración Trump, como el ex fiscal general Jeff Sessions, y al juez de la Corte Suprema Brett Kavanaugh. El propio Biden se ha tenido que enfrentar a su dialéctica cuando, en el segundo debate para las primarias demócratas, Harris le reprochó que se hubiese opuesto al traslado obligatorio de alumnos de barrios pobres a colegios de barrios más ricos para asegurar la integración racial. Recordando lo positivo que eso hubiese sido para una niña de su ciudad, remató, contundente: “Esa niña era yo”.
Ahora, los dos compartirán papeleta. Si logran la elección, Biden ya ha dejado caer que es probable que no aspire a un segundo mandato, entre otras cosas por su edad. De ser así, Kamala Harris podría disfrutar de un trampolín perfecto a la presidencia de EEUU.