En el día en el que terminaba el plazo que Estados Unidos había dado a China para encerrar su consulado en Houston, el país asiático retalió y ordenó a EEUU que cerrara su consulado en Chengdu, al suroeste del país. China cumplió su amenaza y este intercambio de cierres de consulados entre los dos países se transformó en el último capítulo de las crecientes tensiones entre las dos principales potencias mundiales. La suya es una relación inestable que no ha parado de empeorar en los últimos años y que podría estar llegando a un punto de inflexión, haciendo temer una nueva Guerra Fría.
Hace dos semanas, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, se preguntaba si las relaciones entre ambos países podrían mantenerse en el buen camino. Este jueves, el Secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, respondió: ha llegado el momento de cambiar de rumbo.
"El viejo paradigma del compromiso ciego con China simplemente ha fallado", dijo Pompeo en un discurso en la Biblioteca Presidencial Richard Nixon en el sur de California. "No debemos seguir. No debemos volver a ese camino". "La China de hoy es cada vez más autoritaria dentro del país y tiene un comportamiento cada vez más agresivo y hostil ante la libertad en todas partes del mundo".
El Secretario de Estado de EEUU fue aún más lejos y acusó al presidente chino de ser "un adepto sincero de una ideología totalitaria en decadencia" e instó "al mundo libre" a triunfar sobre "la nueva tiranía" de China. "Llamo a los líderes de todo el mundo a hacer lo que ya hizo Estados Unidos: pedir reciprocidad y transparencia al gobierno chino”, expresó.
"Esto no se trata de ‘contención'", señaló Pompeo en referencia a la política de su país durante la Guerra Fría y frente a la Unión Soviética (URSS). "Este es un desafío enteramente nuevo", agregó.
Su discurso resume la estrategia de aislamiento del presidente Donald Trump ante China, que clasifica de "amenaza" y "peligro".
El más reciente conflicto entre los dos países surgió después de las acusaciones del presidente Donald Trump a dos hackers chinos de intentar robar información sobre la vacuna del Covid-19. Los dos hackers tendrían lazos con la inteligencia de China, y habrían intentado obtener datos secretos sobre el desarrollo de las vacunas contra el coronavirus en sendas empresas estadounidenses en Maryland y Massachusetts.
Tras las acusaciones de que el consulado era un "centro de espías y de robo de propiedad intelectual" y el ultimátum a China para que lo cerrara, el país asiático amenazó con retaliar. "Estas acusaciones son maliciosas y su único objetivo es difamar a China. El cierre del consulado es una medida completamente injustificada, y China se reserva el derecho a tomar represalias", dijo entonces el portavoz del Ministerio Wang Wenbin.
Larga escalada de tensión
Las amenazas se cumplieron con la exigencia a EEUU de cerrar su consulado en Chengdu y las relaciones entre las dos naciones se volvieron a tensar. Ya a inicios de este año, tras la expansión del coronavirus, EEUU cargó contra China a quien acusó de ocultar el virus en sus primeras fases y de controlar a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a su favor.
Tanto es así que Trump anunció la salida de la OMS de su país, mientras que Pekín insiste en que avisaron a tiempo y que el descontrol del coronavirus en la nación norteamericana se debe precisamente a que ignoraron esas advertencias y a que gestionaron la emergencia sanitaria de forma deficiente.
El año anterior los dos países ya había protagonizado un momento crítico en sus relaciones, con la guerra comercial entre los dos países. Trump decidió imponer aranceles a productos importados de China al considerar que la balanza de los intercambios entre ambos países estaba desequilibrada, empezando una guerra comercial que todavía sigue activa.
Y, pese a que el pasado mes de enero se firmó la "primera fase" de un acuerdo para solventar este conflicto, el impacto del coronavirus ha dificultado que China pueda cumplir con los compromisos adquiridos, por lo que Trump aseguró recientemente que ya no estaba pensando en una posible "segunda fase".
En año electoral, la política de Trump está avivando las llamas, ya que el presidente parece estar usando la fricción con China para obtener apoyo entre sus bases. Ya sea que sea reelegido o no en noviembre, las diferencias subyacentes permanecerán.
"Estamos viendo un cambio estructural en la relación, que continuará incluso si Trump no obtiene un segundo mandato", analiza Steve Tsang, director del Instituto de China en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres, en declaraciones a la agencia AP.
A nivel militar, los buques de guerra estadounidenses y chinos compiten a menudo por una posición sobre el mar de China Meridional. A nivel económico, EEUU se apoya en sus aliados para excluir al líder chino de telecomunicaciones, Huawei, de sus redes móviles. Washington la considera un peligro para su seguridad nacional por sospechas de sus vínculos con la inteligencia del país asiático, aunque la empresa asegura que son infundadas. Y en lo que se refiere a los derechos humanos, EEUU está imponiendo sanciones basadas en las políticas chinas en Hong Kong, Tíbet y Xinjiang,
“Las opiniones estadounidenses más duras sobre China ahora han sido integradas en el sistema", añade Tsang.
El discurso de Pompeo fue el último de una serie de críticas contundentes dirigidas a China por funcionarios estadounidenses. "El tipo de compromiso que hemos estado buscando no ha traído el tipo de cambio en China que el presidente Nixon esperaba inducir", dijo Pompeo. "La verdad es que nuestras políticas, y las de otras naciones libres, resucitaron la economía en quiebra de China, y el resultado fue ver a Pekín morder las manos internacionales que le alimentaron".