El Presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, John Roberts, es una figura imprescindible para decidir el futuro de la presidencia de Donald Trump en los próximos meses. Es el encargado de presidir el juicio político en el Senado, mientras que la Corte Suprema que dirige dictaminará sobre un conflicto titánico sobre los intentos del presidente de mantener en secreto sus registros financieros.
El esperado 'impeachment' se centrará en las acusaciones de que Trump abusó de su poder al pedirle a Ucrania que investigara al exvicepresidente demócrata Joe Biden. La Cámara de Representantes, liderada por los demócratas, aprobó dos artículos de juicio político el 18 de diciembre, allanando el camino para el juicio en el Senado liderado por los republicanos.
Roberts, de 64 años, normalmente reservado y de buenos modales, tendrá el papel en gran medida simbólico de presidente, y los senadores emitirán los cruciales votos.
Pero es en los pasillos revestidos de mármol de la Corte Suprema al otro lado de la calle del Capitolio, escondidos de las cámaras de televisión, donde Roberts ejerce un poder real. Conocido por su enfoque cauteloso en casos importantes, tiene uno de los nueve votos que decidirá a fines de junio si los registros financieros de Trump pueden divulgarse a los comités del Congreso liderados por los demócratas y a un fiscal de Nueva York.
Historia y precedentes
Las decisiones de la corte en esos casos, sobre el poder del Congreso y los fiscales locales para investigar a un presidente en ejercicio, establecerán precedentes que pueden afectar no solo a Trump sino también a los futuros presidentes.
El juicio político será un período inusual y potencialmente incómodo para el discreto Roberts, que prefiere no exponerse demasiado. Y ello a pesar de que durante la última década y media ha conducido a la mayoría conservadora de la corte hacia la derecha.
"Mi sensación es que el presidente del tribunal no quiere convertirse en parte de la historia", dijo Sarah Binder, una académica de la Brookings Institution.
Roberts declinó hacer comentarios. Durante una inusual aparición pública en Nueva York en septiembre, parecía preocupado por la política hiperpartidista de Washington bajo el mandato de Trump.
"Cuando vives en un entorno político polarizado, la gente tiende a ver todo en esos términos. Así no es como funcionamos nosotros en la corte", dijo.
Quienes conocen a Roberts, incluidos los exempleados al servicio de la ley, afirman que es muy riguroso en su trabajo y que como estudioso de la historia, probablemente estará leyendo acerca de los juicios políticos a otros presidenteS: Andrew Johnson y Bill Clinton.
Independencia judicial
Roberts fue designado por el presidente republicano George W. Bush y tiene una reputación en Washington como conservador tradicional. Es un fuerte defensor de la Corte Suprema como una rama independiente del gobierno.
En un ascenso sin conflictos, sirvió en la administración del presidente republicano Ronald Reagan antes de convertirse en uno de los defensores más prominentes de la Corte Suprema en la ciudad. Bush lo nombró para la corte federal de apelaciones en Washington en 2003, antes de elegirlo para el puesto de presidente del tribunal estadounidense dos años después.
Roberts es considerado como un defensor de los cambios pequeños en su filosofía judicial, consciente del hecho de que la Corte Suprema arriesga su legitimidad si su mayoría conservadora (5-4) se caracteriza por ser demasiado agresiva derechizando la ley.
No obstante, ha votado de manera consistente con sus colegas conservadores sobre temas como los derechos de los homosexuales, el aborto, la libertad religiosa y los derechos de armas. Pero en 2012, rompió filas y emitió el voto decisivo para defender la Ley de Asistencia Asequible, también conocida como Obamacare, el logro nacional característico del presidente demócrata Barack Obama.
A principios de este año, nuevamente se puso del lado de los liberales de la corte cuando dictaminaron 5-4 en contra del intento de la administración Trump de agregar una pregunta de ciudadanía al censo de 2020.
Roberts se enfrentó con Trump más directamente en noviembre de 2018 cuando sorprendió dando el paso de emitir una declaración en defensa del poder judicial federal después de que Trump criticara repetidamente a los jueces que habían fallado contra su administración.
En el juicio en el Senado que tendrá lugar en enero, el papel de Roberts se limita principalmente a mantener el proceso en marcha. Sin embargo, se le podría pedirque decida si se debe llamar a ciertos testigos.
Los casos relacionados con los registros financieros de Trump, con su resolución previstas para fines de junio, colocan la serenidad Roberts y la explosividad de Trump en un nuevo enfrentamiento.
Si es una votación ajustada, Roberts podría emitir el voto decisivo.