San Luis no logra detener la serie de macabros sucesos que ponen en el mapa la ciudad de Misuri. Sólo desde abril, 13 niños y adolescentes han muerto en barrios de mayoría negra en violentos incidentes. De fondo, críticas a unas autoridades que mandarían al cajón las pesquisas sobre estos casos y que no actúan con contundencia ante la permisividad para portar armas en el estado.
Fue en abril cuando fue hallado en una vivienda el cadáver de Kayden Johnson, de apenas 2 años. No se ha producido ningún arresto por el crimen. La policía, presionada y con los ojos de todo un país puestos sobre ella, ha reaccionado y ofrece una recompensa de 100.000 dólares por pistas que conduzcan a esclarecer los hechos.
"Esto es urgente", exclamó la alcaldesa, Lyda Krewson, en conferencia de prensa el pasado sábado. "Estamos en riesgo con los sospechosos en la calle. Si estás avergonzado como yo, ayuda, por favor", rogó a sus conciudadanos.
Cifras oficiales sitúan San Luis como una de las ciudades más peligrosas de los Estados Unidos, con una tasa que supera los 180 asesinatos por año desde 2015. Este 2019 ya hay registrados 134. Más concretamente, la tasa de homicidios en San Luis Este, con alrededor de 26.000 habitantes, es 19 veces mayor que el promedio nacional.
Pero los datos que más atemorizan a la población potencialmente amenazada son otros: de 2000 a 2018, el 90% de las víctimas por armas de fuego han sido negras. El 75% de los procesos judiciales por estas muertes se ha archivado.
"Pobreza generacional"
La prensa local trabaja estas semanas centrada en poner nombre, apellido y rostro a los fallecidos, con entornos e historias semejantes. Uno de ellos es Xavier Usanga, de 7 años, abatido en agosto en un fuego cruzado en el patio trasero de su casa, días antes de comenzar el segundo grado en el colegio.
La comunidad negra de la ciudad denuncia que han debido morir menores en goteo incesante para tener las páginas y el espacio que un sólo niño blanco ocuparía en los grandes medios.
De otra forma, protestan, no leeríamos las desesperadas palabras de la madre de Xavier, Dawn Usanga, en una cabecera como el Guardian: "Lo único que me consuela es que Sant Louis no destrozó a mi hijo. Cualquier cosa podía haberle afectado... las drogas, las armas. Los niños pueden cambiar muy rápido y hacer cosas malas".
La alerta en los suburbios tiene un origen y en el ayuntamiento lo saben. Koran Addo, jefe de comunicación de la alcaldesa, admite que "la violencia es consecuencia de la pobreza generacional y la falta de oportunidades en estos barrios". Por esto, hay en marcha programas para proporcionar alimentos o empleos y para derribar casas antiguas que se pueden cambiarse por otras al simbólico precio de un dólar.
El gobernador de Missouri, Mike Parson, anunció el despliegue de más agentes en el área para "sacar de la calle a los delincuentes". No se contempla revisar la política que permite comprar y llevar armas de fuego.