Casi 10.000 muertos en diez años: el siniestro balance de la década Maduro en Venezuela
En vísperas de elecciones, una ONG venezolana publica un informe en el que habla de violencia institucional ejercida con apoyo del Ejército desde 2015.
21 abril, 2023 03:15Los más optimistas consideraban que Nicolás Maduro, con su excentricidad, con su escasa preparación y con su aire de actor secundario siempre al servicio del comandante sería la tumba del chavismo. No era fácil tomarse en serio a aquel hombre de bigote y chándal, inspector de metro y conductor de autobuses durante los años noventa; diputado, ministro y vicepresidente con la entrada del nuevo siglo y el gobierno de Hugo Chávez.
Se equivocaban. Maduro cumplió el pasado viernes diez años como presidente de Venezuela pese a una contestación exterior e interior como nunca la tuvo su predecesor. No solo Obama y Trump mantuvieron el cerco sobre su régimen, sino que la propia Asamblea Nacional se puso en su contra en 2019 y nombró su propio presidente, Juan Guaidó, a quien le faltaron apoyos exteriores suficientes para consolidar su mandato. Maduro tenía a favor al ejército y a la magistratura. Guaidó lo fio todo a la presión internacional, pero esa presión duró apenas unos meses. Luego, llegó la pandemia y todo el mundo se olvidó del asunto.
De Maduro se puede decir que tiene ese don para estar en el momento correcto en el lugar adecuado. Si eso es suerte o no, habría que discutirlo. Como mínimo, es astucia. Y una proverbial falta de escrúpulos. Si su ascensión dentro de las filas del Partido Socialista Unificado de Venezuela ya fue de por sí un reguero de traiciones y aprovechamientos, su permanencia en lo más alto del país se ha basado en el desprecio absoluto de la ley, en las componendas a los poderes fácticos y en la apelación constante a un enemigo externo para justificar la enorme crisis económica en la que parece haberse instalado el país.
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Eso, y la represión, por supuesto. Venezuela es un país extraño en lo que tiene de autocracia que se refrenda a sí misma en las urnas y en ocasiones incluso pierde, aunque luego no acepte las derrotas. En 2013, Maduro ganó las elecciones presidenciales a Henrique Capriles por unos 200.000 votos, entre acusaciones de pucherazo. En 2018, no tuvo rival porque había mandado encarcelar previamente al candidato opositor, Leopoldo López. Es un simulacro de democracia envuelta en totalitarismo. Si el PSUV gana, todo funciona. Si no gana, o se repite el proceso o se invalidan las funciones.
Crímenes de lesa humanidad
El problema de estos regímenes represores es que lo mediático —las detenciones o las fugas de los contrincantes políticos— opaca en ocasiones la arbitrariedad del día a día. En febrero de 2022, Amnistía Internacional, una organización poco sospechosa de connivencia con conspiraciones conservadoras, ya advertía en un informe de la "represión calculada del régimen de Maduro" y la posible comisión de "un crimen de lesa humanidad de persecución". A su vez, la ONG solicitaba una investigación del Tribunal Penal Internacional de La Haya para depurar responsabilidades al respecto.
Esta represión, según Amnistía Internacional, se vive en todos los ámbitos de la sociedad y no solo afecta a opositores, sino que las purgas dentro de los propios órganos de poder son constantes por discrepancias con la línea oficial. Desde los medios de comunicación se señala a los desafectos o posibles revisionistas para que la policía o el ejército los aparte de la circulación sin una justificación clara de por medio.
Las detenciones son el pan nuestro de cada día en Venezuela, pero también los muertos por razones políticas. Este fin de semana, la fundación PROVEA (Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos) llevaba un paso más allá la acusación de Amnistía Internacional y cifraba en 40.351 las violaciones al derecho a la integridad personal (torturas y malos tratos) y en 9.465 el número de personas asesinadas de forma arbitraria por las fuerzas de seguridad del estado chavista desde la llegada de Maduro al poder en 2013.
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Tensión electoral
PROVEA habla de una violencia institucional y sistemática, ejecutada principalmente en dos períodos: el de la llamada Operación de Liberación del Pueblo, que empezó en 2015 y acabó en 2017 con la matanza de centenares de manifestantes de la oposición, y el de la Fuerza de Acción Especial de la Policía (FAES), que estuvo en vigor de 2017 a 2022. El apoyo de los militares es la base de la continuidad de Maduro en el Palacio de Miraflores y ya se sabe que, en América Latina, desgraciadamente, quien controla a los militares controla al resto de la sociedad.
De ahí que la oposición viva las próximas elecciones como una especie de "ahora o nunca" en medio de un clima de populismo en todo el continente que de alguna manera tiene su origen en el propio Chávez y su delirio bolivariano. Lo que no se sabe es cuándo serán dichas elecciones, cuya convocatoria es prerrogativa del presidente Maduro. En un principio, se habló de principios de 2024 y por ello la oposición ha convocado primarias para elegir a su candidato en octubre de 2023. Recientemente, sin embargo, Maduro coqueteó con la posibilidad de adelantar los comicios a este año y pillar así a sus rivales políticos por sorpresa.
Todo hace indicar que se volverá a vivir el duelo Capriles-Maduro, aunque también suenan los nombres de María Corina Machado o de Benjamín Rausseo como posibles candidatos opositores. Lo difícil no solo será ganar en las urnas, sino desmantelar todo un régimen corrupto y criminal. Después de casi veinticinco años ostentando el poder, el chavismo sin Chávez está presente en cada órgano de poder, en cada organización social. O se le derrota desde dentro o será muy difícil hacerlo desde fuera, aunque sea con la ley en la mano. Guaidó lo intentó y fracasó. Su sucesor necesitará algo más que suerte para conseguirlo.