Supremacistas blancos, amas de casa de estados del sur y del centro, acérrimos defensores del negacionismo científico y anti-vacunas, acaudalados empresarios defensores de la economía más liberal… La lista de gente que el 6 de enero se congrego en las inmediaciones de la Casa Blanca para mostrar su apoyo al presidente saliente, Donald Trump, es larga y ecléctica.
Llamaban la atención especialmente los decenas de manifestantes con banderas iraníes de la monarquía anterior a la Revolución Islámica, que portaban carteles de apoyo al presidente en funciones. "Iraníes por Trump", decía una pancarta con la vieja bandera, que muestra un león sosteniendo una espada.
Y es que el sentimiento de sentimiento de frustración que se ha ido apoderando del país, especialmente en estados centrales, tradicionalmente rurales o habitados por una clase media con fuentes de ingresos provenientes de empleos de baja cualificación, ha ido en crescendo.
También ha sabido Trump tender puentes con grupos de mayor nivel económico, educativo y social. Entre los partidarios de las tesis jaleadas por los asistentes al evento organizado a las afueras de la Casa Blanca, se contaban desde acérrimos defensores de la libre economía hasta comprometidos anti-vacunas.
Lo cierto es que excepción hecha de los últimos meses en los que ha utilizado la carrera por la vacuna contra el coronavirus como arma electoral, desde su llegada al Despacho Oval, Trump ha hecho causa común con fanáticos anti-vacunas como Robert F. Kennedy Jr. y Andrew Wakefield, quienes defienden, entre otras cosas, que las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubéola causan autismo.
Los cambios inevitables en la economía y la sociedad estadounidenses, así como las corrientes de opinión de que la creciente inmigración y globalización han erosionado los valores del Sueño Americano, no han hecho más que alimentar la retórica estridente de un Trump que ha sabido aprovechar ese sentimiento de alienación y disfunción socioeconómica.
Desencanto con el Sueño Americano
De acuerdo con los informes policiales que han ido publicándose en las últimas horas, la mayoría de los participantes en las protestas y enfrentamientos de asolaron el Capitolio el 6 de enero se trasladaron a la capital estadounidense desde varios puntos del país para manifestar su apoyo a Trump.
“Tengo que enseñar a la próxima generación cómo defender la rectitud y quiero que vean que estos son patriotas maravillosos”, explicaba a AFP una madre de familia de ascendencia hispana, mientras subía con sus hijos de 7 y 11 años al autobús que les llevaría de vuelta a casa, en Texas.
Casi un tercio de los latinos vota habitualmente por los republicanos en las elecciones estadounidenses, según muestran datos recabados por el Pew Institute. El mensaje– y las acciones– de Donald Trump, resuenan con muchos votantes y residents estadounidenses de ascendencia latina o hispana.
Entienden y hacen suyo el mensaje de Trump de que la economía es lo primero, así como la oposición al derecho al aborto libre (muchos se definen como religiosos, con una clara mayoría católica y evangelista.)
Caso similar es el de los judíos ortodoxos. La mayoría de los judíos ortodoxos han votado por el candidato republicano en los últimos años; de hecho, el 83% de los votantes de este grupo planeaba darle su voto a Trump en estas elecciones, según una encuesta reciente realizada por la revista Ami, que atiende a un público mayoritariamente ortodoxo.
“Como judíos ortodoxos, nos preocupamos por los valores familiares tanto como por cualquier otra cosa. El presidente Trump nombró a tres conservadores a la Corte Suprema, asegurando una mayoría conservadora en el futuro previsible que votarán para preservar las libertades religiosas, y tal vez incluso algún alivio de matrícula para los padres de escuelas parroquiales.
¿Podemos imaginar a quién habría designado Hillary Clinton para la Corte Suprema? ¿O a quién elegiría un presidente Biden o un presidente Harris?” se pregunta en un artículo de opinión el periodista Binyamin Rose, editor la revista Mishpacha.
“Estados Unidos tiene un sistema bipartidista. Cada elección presidencial es básicamente una elección entre el menor de dos males. Tenemos que votar por una de las dos personas que nominaron los principales partidos políticos. Si las partes quisieran que alguien más fuera sus nominados, los habrían elegido. Estamos atrapados con lo que nos dieron”, concluye.
El 'peligro progresista'
Desde el ámbito académico, varios expertos en política estadounidense y sociología recuerdan que al menos desde la década de los sesenta, el partido republicano ha aglutinado a grupos demográficos que, aunque dispares a primera vista, tienen en común una arraigada desconfianza, “desprecio incluso” hacia lo que perciben como “peligrosamente progresista”.
Defiende esta tesis el Editor dela revista especializada en relaciones internacionales Prospect, Tom Clark. “El Partido Republicano es el partido del 'movimiento conservador' y ésta no es fundamentalmente una fuerza democrática. La alianza de chovinistas, reaccionarios sociales y plutócratas se forjó por primera vez a mediados de la década de 1960, que fueron, no por casualidad, los años de las Leyes de Derechos Civiles y Derecho al Voto.
El ajuste fue a menudo incómodo —hay tensiones obvias entre racistas del ‘poder de la derecha’, fanáticos religiosos y libertarios ricos— pero todos estuvieron de acuerdo en la necesidad de rechazar las consecuencias ‘progresistas’ que podrían acecharse en un Estados Unidos totalmente liberado”, escribe Clark en un editorial para Prospect.
Antifas camuflados
El goteo incesante de información sobre lo sucedido el día 6 en el Capitolio empieza a alimentar otras líneas de investigación y opinión sobre la verdadera identidad de los asaltantes del Parlamento estadounidense.
Varios miembros del partido republicano o personalidades afines a Trump como la periodista de Fox News laura Ingraham, se han hecho eco de un informe citado por el Washington Times, en el que un oficial militar retirado no identificado le dijo al periódico que la firma de tecnología XRVision usó su software para hacer reconocimiento facial de manifestantes, identificando al menos a dos de los individuos que se colaron en el Senado como partidarios de Philadelphia Antifa.
Este grupo es un movimiento estadounidense conformado por grupos autónomos heterogéneos de izquierda que tienen como objetivo lograr cambios mediante el uso de la acción directa en lugar de reformas políticas. Fueron blanco de los ataques más duros de Trump durante la pasada campaña electoral.