La tierra, -las dos, Cuba y Galicia-, puede más que las ideas para unir a dos personajes vehementes y firmes en sus opiniones que chocaban como dos rocas: Manuel Fraga y Fidel Castro, muerto el 25 de noviembre a los 90 años de edad.
La suya fue una relación obligada por el destino más que por la intelectualidad. Los padres de ambos habían salido de un pueblo gallego para hacer fortuna en la isla. De hecho, Manuel Fraga Iribarne vivió tres años viendo los atardeceres cubanos aunque luego su familia volvió a Galicia.
El de Fidel, nacido en la pequeña localidad lucense de Láncara, se quedó instalado en la parte oriental de Cuba desde donde inyectó a su hijo, además de las ideas revolucionarias, el amor por el olor de un terruño que latía a miles de kilómetros.
El primero en romper el hielo fue Manuel Fraga. En septiembre de 1991, cuando las relaciones entre Cuba y España pasaban por una tensa normalización socialista tras el llamado incidente entre las embajadas, uno de los máximos exponentes críticos con el régimen, el presidente de la Xunta, bajaba por las escalerillas del avión para pisar de nuevo tierra cubana.
En el aeropuerto de José Martí estaba esperándolo, como si de un jefe de Estado se tratara, el mismo Fidel Castro. La delegación española no lo esperaba, sólo se sabía que el Comandante aparecería cuando quisiera y donde quisiera. Sin embargo, el apretón de manos de estos dos elefantes políticos marcó una explosión de sentimiento galleguista y una amnesia ideológica que duraría décadas.
Según cuentan las crónicas de entonces, el líder cubano apareció todos los días en algún acto de la agenda de Fraga. Los periodistas recuerdan que la relación entre ambos al principio fue tensa, forzada, sin apenas cruzarse la mirada; pero el buen humor de ambos conectó enseguida con sus meigas, sus queimadas y sobre todo con sus recuerdos.
Fraga incluso lloró cuando rememoró que hacía más de 60 años del retorno de su familia a Galicia mientras visitaba su casa de Manatí, donde nacieron dos de sus hermanos. Y hasta cuentan que ambos líderes intimaron confesándose secretos en el silencio del Mar Caribe mientras pescaban juntos.
"Fraga es un hombre que sabe, que tiene experiencia en cuestiones económicas, en cuestiones políticas. Ha jugado un papel muy importante en su país, en Galicia, es una personalidad conocida internacionalmente", aseguró Fidel en pleno corazón de La Habana.
Un año después, en julio de 1992, Fidel Castro realizaba su primera visita oficial a España, con Manuel Fraga y Galicia como estrellas de su gira. En Madrid participó en la Cumbre Iberoamericana y fue a la Expo 92 a lanzar el pabellón cubano. Pero Láncara, en Lugo, fue el encuentro más emotivo del revolucionario cubano con España y con Galicia.
Como unos meses antes, pero a la inversa, ahí estaba Manuel Fraga Iribarne para recibir al que todos en su partido llamaban dictador como un presidente de Estado. El gallego brindó por "la independencia y progreso de Cuba" y Fidel se emocionó al visitar la pequeña casa de piedras blancas en la que se crió su padre.
Una casa humilde desde donde cuelga un cartel que dice "Aquí nació en 1875 Ángel Castro Argiz, gallego que emigró a Cuba en donde plantó árboles que aún florecen" y que le sirvió a Castro para hablar de la revolución de los pobres que nació entre esas paredes.
Fraga lo acompañaba ju nto a una romería de miles de vecinos que gritaban "Viva Cuba" y "Viva Fidel" mientras se planteaba la jornada más gallega nunca vista. Pelearon con un pulpo, se lo comieron a feira, devoraron una empanada tradicional, una queimada... y se jugaron el futuro del mundo a tres partidas de dominó bautizadas por aguardiente.
Cuentan que el jaleo era tal alrededor de ambos dirigentes mientras repartían las fichas de dominó que Fraga pidió "seriedad" y "silencio" y quizá soltó algún que otro exabrupto para imponer su voluntad y lograr la concentración.
Le valió de mucho el grito: ganó dos a uno a Fidel Castro en el dominó y estableció una relación de increíble amistad que ha durado décadas, superando incluso sus propias vidas. "Porque meigas, haberlas, haylas".