En las últimas dos semanas, se han notificado 5.602 defunciones por la Covid-19 en Rumanía. Acostumbrados a los números escandalosos del principio de la pandemia, puede que no nos parezcan demasiadas. Hay que tener en cuenta, además, que ya estamos completamente anestesiados, desensibilizados, demasiado hartos de números y tragedias, dispuestos a ver sensacionalismo en cualquier noticia que nos haga dudar de que el virus se ha acabado y se ha extinguido para siempre.
Ahora bien, los datos son los que son: 5.602 muertos en dos semanas -9.688 en el último mes- no solo son las cifras más altas desde que se iniciara esta pesadilla sino que, para un país de diecinueve millones de personas, supone una auténtica masacre. Si extrapolamos a la población de España, sería el equivalente a 14.152 fallecidos en catorce días y 24.413 en un mes entero. Son cifras que, incluso dentro del caos de contabilidad que fueron los meses de marzo y abril de 2020, jamás ha alcanzado nuestro país.
La buena noticia para Rumanía es que el número de casos va bajando al 8% semanal. La mala es que el de fallecidos aún sube a ese mismo 8%, aunque es muy probable que ya la semana que viene se estabilice en torno a las 2.500 nuevas muertes. ¿Cómo es posible que pase eso a estas alturas de la película, con las vacunas protegiéndonos a todos? Muy fácil: en Rumanía ha habido desde el principio vacunas para todos. Incluso cuando nosotros vacunábamos solo a determinados grupos de edad, ellos ya ofrecían una especie de barra libre. ¿Por qué? Porque la mayoría de sus ciudadanos no quiere vacunarse.
Sea por desconfianza, por cuestiones religiosas o por lo que sea, solo el 31,95% de los rumanos está completamente vacunado. Como muestra del profundo desinterés que sigue mostrando la población pese a la evidencia de la muerte, hay que resaltar que, en los últimos cinco meses, apenas el 10% ha completado la pauta. Uno podría pensar que Rumanía es una excentricidad en esto de las olas y los fallecidos dentro de un mundo occidental donde todo parece ya controlado. Desgraciadamente, no es así. La Covid-19 se está cebando con los países en los que los vacunados no llegan al mínimo del 40%, que parece hacer de barrera. Curiosamente, la gran mayoría de estos países están en la Europa del Este. Analicemos sus casos.
El drama de los mayores de ochenta años
Hace tiempo que dejamos de valorar los nuevos casos de Covid como lo hacíamos antes. Tiene sentido. Con los grupos de riesgo protegidos por las vacunas y el resto de la población en unos porcentajes altísimos, la única manera de saber si la pandemia sigue siendo un problema de salud pública es atendiendo a hospitalizados y defunciones. En estos últimos parámetros nos vamos a fijar, pues son los que cuentan.
En España, incluso durante la ola de verano, que fue durísima en número de casos, superando el millón en poco más de dos meses, no vimos -salvo en Cataluña- los hospitales llenos y el número de muertes quedó algo por encima de 5.000. Más de las que nos gustarían, menos de las que se hubieran producido, con esa incidencia, en cualquier otro momento.
Si a principios de verano, el porcentaje de vacunados en España era ligeramente superior al de Rumanía (un 33,38% el 23 de junio), ¿por qué no arrasó el virus con todo y provocó decenas de miles de muertos? Porque nuestros mayores estaban protegidos. A 29 de octubre de 2021, casi un año después de que la Unión Europea autorizara las primeras vacunas contra la Covid-19, en Rumanía solo el 20,6% de los mayores de 80 años está vacunado. Uno de cada cinco. En otras palabras, cuatro de cada cinco ancianos están expuestos a un virus letal. Y se nota, claro. El citado 23 de junio, España ya había vacunado al 95% de los mayores de sesenta años.
Como se puede ver en el gráfico superior, este problema de falta de vacunación en las franjas de edad de más riesgo no es exclusivo de Rumanía: Estonia, Polonia, Eslovaquia, Lituania, Croacia y Letonia siguen dejando a uno de cada tres ancianos a su suerte. En Bulgaria, la situación vacunal es aún peor que en Rumanía: un 21,1% entre los mayores de ochenta años y un 21,63% total. Cifras ridículas y muy peligrosas que están provocando una emergencia sanitaria de primer nivel.
En el último mes, 2.906 búlgaros han muerto por coronavirus, de los cuales 1.616 lo han hecho en las últimas dos semanas. Bulgaria es un país cuya población es prácticamente idéntica a la de Madrid. Imaginen ahora Madrid con doscientos muertos al día. Un día tras otro. Durante un mes entero. Lo dicho: solo el horror de marzo y abril de 2020 se puede comparar. El problema con Bulgaria es que los casos siguen subiendo al 29% semanal, lo que quiere decir que el incremento de muertes, que se fija ahora mismo en el 19%, pronto subirá. Estamos muy cerca de ver trescientos muertos al día en Bulgaria, una cifra inaudita.
Los preocupantes casos de Rusia y Ucrania
Aun así, hablamos de países con baja población, y ya sabemos que ahí los porcentajes y las alertas se disparan con mucha más facilidad. Vayamos a dos ejemplos de Europa del Este que destacan más por su número que por su proporcionalidad: Ucrania y Rusia. Ucrania no da cifras de vacunados por edades, pero sabemos que es uno de los que menos habitantes con pauta completa tiene de toda Europa: apenas un 16,6%. Pese a todo, hasta ahora, la cosa no se había salido mucho de madre, pero en las últimas semanas, esto ha empezado a cambiar radicalmente.
Los casos superan ya los ciento cincuenta mil semanales con una población ligeramente inferior a la de España. Son los números que tuvimos nosotros en nuestro peor momento de julio de este año.
El asunto es que, sin apenas vacunados, el número de muertos está empezando a crecer de forma preocupante: en la última semana han sido 3.815… pero es que el porcentaje de aumento respecto a la semana anterior fue de un 55% en un contexto en el que los casos detectados siguen subiendo por encima del 40% semanal. No sería de extrañar que, muy pronto, se llegara a los cinco mil semanales. Si no se ponen medidas extraordinarias, pronto habrá mil muertos (notificados) al día por Covid-19 en Ucrania.
Medidas extraordinarias como las que ya se han adoptado en Rusia, donde, pese a contar con su propia vacuna, el número de vacunados con pauta completa sigue atascado en el 32,3%. A partir de este mismo viernes, se ha iniciado un confinamiento de diez días en Moscú, con serias restricciones para la hostelería en el resto del país. A los mayores de sesenta años no vacunados se les ha “recomendado” quedarse en casa durante los próximos cuatro meses del temido invierno ruso.
Hasta el próximo 7 de noviembre, la actividad laboral quedará suspendida con algunas excepciones en la capital. Está por ver si el estado se esforzará en hacer cumplir esta medida y si los ciudadanos obedecerán.
De momento, en Rusia tenemos un escenario no tan desesperado como el de los países antes mencionados. Dado que su población es casi tres veces la de España, ni el número de casos ni el de fallecidos resulta espectacular en proporción… aunque sí lo es en bruto, por supuesto. Casi medio millón de rusos han contraído la Covid-19 en las últimas dos semanas. La media diaria de fallecidos está en 1.095, lo que podría suponer algo más de treinta mil muertes en tan solo un mes. Hasta ahora, sea por problemas burocráticos de notificación, órdenes gubernamentales o unas medidas excelentes, la Covid-19 no se había acercado nunca a estas cifras.
Desde el inicio de la pandemia han muerto unos 240.000 rusos, cantidad proporcionalmente inferior a lo que -oficialmente- hemos visto en España. Si su pico se queda en unos 1.500 muertos diarios -y es improbable que llegue a tanto- serían como unos 500 en España.
Eso lo hemos visto demasiadas veces aquí. El asunto no es tanto el pasado ni el presente como el futuro: España puede respirar tranquila y disfrutar de una normalidad casi completa porque estamos vacunados. Lo mismo pasa en prácticamente toda Europa Occidental. Mientras eso no suceda en los países analizados ni en sus vecinos, siempre estarán al albur de cualquier imprevisto, especialmente durante los meses de más frío.
En general, hay que insistir en que hablamos de una enfermedad que ya no es lo que era allí donde las vacunas se usan, pero que en el mundo sigue dejando tres millones de casos semanales y unos cincuenta mil muertos. Solo en Europa, hemos visto en la última semana un aumento del 16% en los casos… y del 18% en los fallecidos.
Tres mil europeos mueren cada semana por Covid-19 y lo más duro, meteorológicamente hablando, está por llegar. No son las variantes, son las vacunas. Cuanto antes estemos todos protegidos, más fácil será volver a la situación anterior. Mientras tanto, confundir prudencia y atención con alarmismo es volver demasiado pronto a febrero de 2020.