Brasil se sitúa ya como el cuarto país más afectado por la pandemia del COVID-19 con 241.000 casos acumulados, al ritmo de 8.000 positivos al día. Mientras, Jair Bolsonaro continúa restando importancia al virus, al que ha calificado como "gripecita", y alentando las masivas manifestaciones que se dan en apoyo a su gobierno.
El presidente brasileño ha sido muy criticado por la oposición tras haber asistido el domingo, junto con once de sus ministros, a una concentración celebrada frente al Palacio presidencial de Planalto. Aunque durante una media hora llevó puesta una mascarilla, Bolsonaro llegó a acercarse a los presentes, de los cuales pocos usaban mascarilla y no respetaban el distanciamiento social recomendado por la OMS.
De esta manera, el presidente desafió a los gobiernos regionales, que han impuesto medidas restrictivas para evitar las aglomeraciones. También aprovechó la ocasión para hacer una transmisión en vivo por las redes sociales en la que volvió a criticar las medidas de distanciamiento adoptadas por los gobiernos regionales y municipales y defendió la normalización de las actividades.
Ese mismo día, la cifra de fallecidos totales por el coronavirus se situó en el país, de 210 millones de habitantes, en 16.118. Aunque desde el viernes, cuando se registraron 15.305 nuevos contagios, ha ido bajando el número de casos confirmados diarios (el sábado fueron 14.919 y este domingo bajó hasta 7.938), las previsiones indican que los casos van a aumentar de forma exponencial en las próximas semanas hasta que se llegue al pico de contagios.
El exministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, que fue destituido en abril por sus divergencias con Bolsonaro en torno a la estrategia para combatir el COVID-19, pronostica que la curva de contagios continuará ascendiendo hasta julio.
"Dije que tendríamos 20 semanas muy duras por delante. Pasaron 8 semanas y faltan 12. Dije también que los casos iban a aumentar en abril, mayo y junio; que en julio llegaremos al pico de la curva y nos estabilizaremos, aunque los registros seguirán siendo elevados hasta agosto, cuando comenzará a caer el número de casos. En septiembre ya estaremos algo más cerca de la desaceleración", declaró en una entrevista publicada este lunes por el diario Folha de Sao Paulo.
Colapso del sistema sanitario
Si continúa elevándose el contagio al mismo ritmo de las pasadas semanas, el sistema sanitario brasileño podría enfrentarse al colapso en algunas ciudades. El alcalde de São Paulo, Bruno Covas, ya ha advertido de que los hospitales de esta ciudad se encuentran al 90% de su capacidad y el sistema podría colapsar en dos semanas. Por este motivo, se está planteando imponer la cuarentena total, aunque aún no hay nada decidido.
El estado de São Paulo, el más poblado del país con 46 millones de habitantes, continúa como el más afectado por la enfermedad, con 62.345 casos y 4.782 muertes. El segundo estado más golpeado por el virus es el de Ceará, en el empobrecido nordeste brasileño, con 24.255 casos y 1.641 muertes. Río de Janeiro, en tercer lugar, sumó hasta este domingo 22.238 casos y 2.715 muertes.
Cloriquina como solución
Como cura al COVID-19 Jair Bolsonaro insiste en el uso de la cloroquina, un fármaco del que todavía no se ha probado su utilidad para frenar esta enfermedad y que puede provocar graves efectos colaterales como la arritmia cardíaca, que puede derivar en un paro cardíaco. En Brasil un 33% de los pacientes tuvo que suspender su tratamiento con cloroquina al presentar arritmia, según informó Luiz Henrique Mandetta.
En la misma entrevista, el exministro manifestó que la intención de Bolsonaro con su apuesta por la cloroquina es que las personas piensen que pueden volver al trabajo porque ya existe un remedio. "Es algo para tranquilizar, para recuperar la normalidad sin tanto peso en la conciencia. Si de verdad funcionase, la iniciativa habría partido de las sociedades especializadas. Pero por eso no hay nadie serio que defienda esta medicina como panacea", dijo.
Un militar al frente del Ministerio
Mandetta también lamentó la dimisión de su sucesor al frente del Ministerio, Nelson Teich, que dejó el cargo tan solo 28 días después de asumirlo. Durante este breve periodo como ministro, Teich defendió la cuarentena social y en diferentes ocasiones expresó sus desavenencias con las políticas del presidente. Los medios brasileños aducen que sufrió presiones por parte de Bolsonaro en relación al uso de la cloroquina para tratar la enfermedad.
Actualmente, y mientras continúan aumentando los contagios, el general Eduardo Pazuello ocupa el puesto de manera interina, a pesar de no tener ninguna experiencia en el sector sanitario.
Pazzuello, al igual que Bolsonaro, se formó como oficial y paracaidista en la Academia Militar de Agujas Negras. Se especializó en comando y en políticas y estrategias aeroespaciales, según el currículo divulgado por el Ministerio tras anunciar su nombramiento el pasado 16 de mayo.
Durante la mayor parte de su carrera ha ejercido cargos en el área de logística de las Fuerzas Armadas. Antes de asumir como viceministro de Salud, labor que ejercía antes de la dimisión de Teich, se desempeñaba como coordinador logístico de la Operación Acogida, la iniciativa lanzada por el Gobierno brasileño para recibir y atender a los miles de venezolanos que cruzan la frontera huyendo de la crisis de su país.
Sobre la situación del Ministerio, Mandetta afirmó: "Es el peor de los mundos. El Ministerio es hoy una nave sin rumbo".