Acero. Como el telón que dividía en dos a Europa, o como el nombre del dictador soviético, la ciudad perfecta del socialismo tenía que estar hecha de acero y además producirlo. Hace 70 años, cuando el desarrollo de un país se medía por la producción y consumo de acero, Stalin (stal es acero en ruso) decidió que Polonia podía, y por tanto debía, construir la mayor acerería de Europa.
En junio de 1949 se colocó la primera piedra de lo que quería ser una representación habitable del paraíso socialista. Una ciudad de piedra, metal e ideales levantada en tiempo récord para demostrar a occidente que, mientras ellos se afanaban por reconstruir sus viejos países, la URSS prefería crear un mundo nuevo.
Y la prueba iba a ser Nowa Huta (Nueva Fundición), un hogar cerca de Cracovia para que vivieran 100.000 personas, 40.000 de ellas obreros. Un monumento del pueblo y para el pueblo levantado alrededor de una factoría que llegó a ser la tercera mayor fábrica del mundo. Una ciudad sin iglesias, monumentos ni rascacielos, pero con grandes parques y lagos, amplias avenidas con carriles para bicicletas y miles de apartamentos baratos, bien construidos y con calefacción central.
El lugar elegido fue una llanura al este de la orgullosa y rebelde Cracovia, cuna de los intelectuales y aristócratas polacos y corazón de la Polonia histórica. En solo un par de años, a pocos kilómetros de la Plaza Mayor surgieron chimeneas de 200 metros de alto que dejaban en ridículo las agujas centenarias de la catedral de Wawel. Como un reflejo simétrico y a la vez contrario de la aristocrática Cracovia, las luces de la huta se encendían cada noche para recordar que mientras los católicos esperaban el cielo, el paraíso socialista existía ya en la tierra.
Invitaciones para construir
Por imposición soviética, Polonia renunció a los dólares del Plan Marshall que algunos países europeos recibieron en la década de los 50. Había tanto empeño por demostrar que la Europa roja se estaba levantando de las ruinas que, incluso antes de que se adjudicase el proyecto del nuevo barrio a un grupo de arquitectos, ya habían comenzado los trabajos de construcción y había barracones con trabajadores.
Universitarios y granjeros de toda Polonia recibieron cartas "invitándoles" a participar en la construcción de un sueño. El premio: un lugar preferente en las listas de adjudicación de los pisos que construirían con sus propias manos, además de un pequeño huerto recreativo para relajarse los fines de semana. El frenético ritmo de trabajo no se detenía ni siquiera en invierno, cuando las zanjas y cráteres se llenaban de nieve y hasta las mulas resbalaban con su carga.
Piotr Ozanski se convirtió en héroe nacional al conseguir colocar junto a su cuadrilla de voluntarios 34.000 ladrillos en una sola jornada, el quíntuple de la cuota asignada. Su hazaña fue llevada al cine por Andrzej Wajda en el film El hombre de hierro, que ganó la Palma de Oro en Cannes en 1981.
Vista desde el aire, Nowa Huta tiene la forma de un triángulo casi perfecto, con avenidas rectilíneas e interbloques ajardinados con mercados, escuelas, parques y servicios públicos a menos de 10 minutos andando desde cualquier esquina. Los bloques, alineados como notas de una partitura, ofrecen una perspectiva despejada y tal vez imposible en cualquier ciudad con más historia.
Están dispuestos de manera que en tiempo de paz conformen una ciudad armoniosa y racional, y en caso de guerra la ciudad se transforme en una fortaleza fácil de defender; es una impresión entre democrática y marcial. Los edificios, todos de la misma altura, albergan pisos cuyos planos, superficies, disposición y ventanas son prácticamente idénticos.
Servicios para vivir
Con más zonas verdes que muchas capitales europeas y pocos de los problemas típicos de una urbe moderna, Huta, como la llaman sus vecinos, es completamente diferente al resto de Cracovia. Aunque los jóvenes se quejan de que hay pocos lugares para salir y de que la mala fama del barrio aún les incomoda, lo cierto es que desde hace años se está convirtiendo en uno de los lugares favoritos de quienes buscan piso en Cracovia y quieren huir de los turistas y la gentrificación.
"Antes sólo vivían aquí jubilados de la fábrica, pero ahora hay mucha gente joven que creció en el barrio y no lo cambiaría por nada; y los que vienen de fuera están descubriendo que lo que pensaban que era un sitio conflictivo es en realidad un oasis sin contaminación y perfecto para criar niños”, dice Tomasz, un técnico electrónico de 42 años que creció aquí.
Medio en broma medio en serio, dice que un mapa de Nowa Huta se parece mucho al diseño de un circuito eléctrico o un microchip. Con el tiempo, dice, se ha demostrado que el barrio estaba bien pensado y la prueba es que Huta nunca fue un suburbio industrial, sino que desde el principio fue un sitio agradable para vivir: "mejor que el 90% de las ciudades polacas".
Restos del pasado
Hoy, una imponente iglesia de estilo moderno se levanta cerca del Teatro del Pueblo. El Arca de Nuestro Señor, tal es su nombre, se empezó a construir en 1969 con los ladrillos que compraron los propios vecinos, ya que las autoridades comunistas estaban enfrentadas con la Iglesia. Un tal Karol Wojtyla fue quien puso el primero de esos ladrillos en 1969 y el Arca se convirtió en un foco de resistencia contra el régimen pro soviético durante décadas.
En su interior se expone una roca lunar regalo del Apolo XI junto a una estatua de la Virgen hecha de metralla extraída de soldados polacos heridos en la batalla de Montecassino (1944). Por su parte, la fábrica de acero hacía las veces de templo proletario y terrenal: cuando Fidel Castro visitó Cracovia pidió en el mismo aeropuerto que le llevasen a ver aquella factoría del socialismo en vez de visitar ningún monumento.
Durante las protestas de Solidaridad, un fugitivo consiguió escapar de la policía escondiéndose durante semanas en el techo de la huta y consiguió mantenerse caliente en pleno invierno gracias al calor de la fundición. Actualmente, la entrada al complejo industrial ha sido apodada como "El Vaticano" debido al arco ojival que ostenta.
El entramado de túneles subterráneos e incluso -dicen- refugios antinucleares que esconde esta ciudadela está fuera de uso, ya que sólo conserva su empleo una décima parte de los 40.000 trabajadores que había; fue comprada por el grupo Mittal. Solo el festival de música electrónica que se celebra en alguna de las naves vuelve a llenar de ecos mecánicos las paredes de lo que fuera la catedral del acero.
Nowa Huta condensa la historia polaca de las últimas décadas. También los cambios que ha traído el tiempo: la antigua Avenida de la Revolución Cubana es hoy la de Juan Pablo II, la Plaza Central se llama ahora Ronald Reagan. Un tanque soviético aparcado junto a un bloque de viviendas era ayer un "monumento" y hoy solo sirve para que los niños se encaramen a su torreta para jugar.
Lo que hace que algunos vecinos de Cracovia amen o detestan a este barrio son, curiosamente, idénticas: su origen ideológico, el recuerdo de una era y la prueba de que ambas cosas forman parte de su pasado.