El atentado contra un parque infantil en Lahore (Pakistán) el pasado domingo mató a 73 personas y dejó heridas a más de 350. El grupo talibán que lo reivindicó, Jamaat ul Ahrar, aseguró que el ataque iba contra los cristianos que celebraban la Pascua. Sin embargo, la mayoría de los fallecidos fueron musulmanes (entre 8 y 10 de las víctimas mortales fueran cristianos). Eso sí mataron a más de 20 niños en el peor atentado desde que atacaran una escuela de Peshawar en 2014 cuando asesinaron a 125 menores. Eran principalmente hijos de militares del Ejército paquistaní.
A pesar de todo ello, el ataque en Lahore devolvió a algunos debates públicos en España la idea de que los terroristas que dicen defender el islam tienen como objetivo principal y generalizado matar cristianos. “No es verdad”, asegura tajante el profesor Robert Pape. Es director del Chicago Project on Security and Terrorism (CPost) de la Universidad de esa ciudad, que lleva una completa base de datos de ataques suicidas, mayoritariamente yihadistas (por cierto, 'yihad' en realidad significa "esfuerzo" espiritual y existe una posible aplicación histórica en la defensa armada del islam). El proyecto recoge información desde 1982 y está financiado por el Pentágono, “tanto en la Administración Bush como en la de Obama”, subraya Pape.
No cabe duda de que algunos ataques van dirigidos directamente contra los cristianos, como los ataques de Boko Haram contra iglesias en Nigeria. Igual de cierto es que este grupo al mismo tiempo secuestra y viola niñas por centenares y mercadea con ellas. Ello sin contar que Boko Haram, los talibanes, Al Qaeda, Estado Islámico y tantos otros grupúsculos tienen su propia casuística.
“El carácter indiscriminado de muchos atentados yihadistas hace que haya víctimas de distintos orígenes, religiones y nacionalidades. Prácticamente en todos los grandes atentados cometidos en suelo europeo también han asesinado a musulmanes y eso no les ha impedido llevar a cabo sus acciones criminales”, recuerda Haizam Amirah Fernández, investigador principal del Mediterráneo y Mundo Árabe en el Real Instituto Elcano.
Lo que queda claro al comparar los datos de los ataques terroristas a nivel mundial, es que los radicales violentos normalmente no miran qué fe profesan sus víctimas. O sí, todos los que no piensan como ellos son “infieles” apóstatas y por lo tanto indignos de seguir viviendo, tal y como explicó Abdelaziz Hammaoui, presidente del Centro Cultural Islámico de Valencia y uno de los mayores estudiosos del islam en España en EL ESPAÑOL.
El centro de Chicago se centra únicamente en los ataques suicidas, pero Pape los considera igualmente representativos del terrorismo global. “Los ataques suicidas matan hasta más de diez veces más personas que un ataque no suicida. Son, de lejos, la forma más mortífera de terrorismo”, explica. El mapa mundi que se extrae de su base de datos sobre los ataques suicidas desde el año del 11-S no deja lugar a dudas: la mayoría de los ataques suceden en países de mayoría musulmana, con víctimas de esta fe principalmente, coinciden los expertos consultados.
Boko Haram, que actúa principalmente en Nigeria, y el autodenominado Estado Islámico, con sus feudos en Siria e Irak, son los grupos más sangrientos. El primero incrementó un 317% las muertes que causó en 2014, según el Índice de Terrorismo Global recogido por el Institute for Economics and Peace. Segó la vida de 6.664 personas. El EI se la arrebató a 6.073.
Cinco países acumularon en ese año el 78% de los fallecidos por atentados: Irak, Nigeria, Afganistán, Pakistán y Siria.
Objetivo común: militares y policías
Ha habido cerca de 5.000 ataques suicidas (no sólo yihadistas, sino también de otros grupos armados como el PKK, que EEUU y la UE clasifican como terrorista) desde inicios de los años 90, contabiliza Pape. “Una vasta mayoría de los ataques suicidas ni siquiera atacan civiles, sino a los cuerpos de seguridad (militares, policías...)”, señala el investigador. “La mayoría son contra fuerzas de seguridad, porque intentan tomar territorio en una batalla”.
Un baremo que sin embargo se ha equilibrado más desde el 11-S y en el que civiles y las fuerzas de seguridad han resultado ser víctimas por igual: un 41,6% frente a un 44,4% (el resto, eran políticos). “Aumentan los ciudadanos privados como objetivo de los ataques terroristas [con un aumento del 172% de 2013 a 2014]”, apunta el Índice de Terrorismo Global.
“Lo que tienen en común el 95% de los ataques suicidas es que son en respuesta a una intervención militar”, no duda Pape. Y ejemplifica: “Los ataques suicidas en Irak comenzaron en marzo de 2003, nada más comenzar la invasión de Estados Unidos. No había habido ninguno antes”.
“Creer que es una guerra de religiones, sería su mayor victoria”
Pero eso no varía el hecho de que los musulmanes son las principales víctimas. Irak, Pakistán y Afganistán son los que más han sufrido ataques suicidas a lo largo de los años. Los civiles que fallecen de esta forma en el mundo entero son musulmanes por “abrumadora” mayoría asegura Pape.
Una comparativa de las víctimas mortales por religión desde 2001 a través de la base de datos “verificada” con datos oficiales de Chicago, según subraya el investigador estadounidense, ni siquiera muestra el número de cristianos fallecidos por ataques suicidas. Así de pequeña es la proporción frente a los musulmanes, gran mayoría, seguidos por los hindúes en esta clasificación.
Aunque la religión que profesaban la mayoría de las víctimas mortales no ha podido ser verificada, vale la pena recordar que a los expertos no les queda ningún género de dudas sobre la mayoría musulmana entre los fallecidos, debido a los países donde más matan los kamikazes y el contexto del conflicto en el que actúan.
“Lo que buscan es generar terror. [La religión de sus víctimas] no les frena. El carácter indiscriminado busca generar el efecto psicológico de que cualquiera [de nosotros] podemos ser víctimas de sus crímenes, de cualquier procedencia o características personales”, incide Amirah Fernández.
¿Por qué insisten entonces en proclamar que su lucha es contra los cristianos? “Muchos yihadistas pretenden que haya un choque de culturas y religiones y para eso hace falta marcar claramente los campos del nosotros contra el vosotros”, explica el investigador. “Ese es un objetivo en sí mismo que a su vez pretende generar brechas cada vez más profundas en comunidades humanas por su distinta religión”.
A quienes consideran que los ataques de terroristas islamistas son perpetrados contra cristianos, este experto responde que “esa sería la mayor victoria de los yihadistas: convertir sus crímenes en una guerra de religiones”. Es como cuando estos terroristas “hablan de que 'Occidente' busca el exterminio de los musulmanes”, un mensaje que cala en una minoría “predispuesta a la radicalización: marginados, personas con crisis de identidad, buscadores de misiones divinas...”.
Para quienes piensan que el terrorismo yihadista representa al islam, da un ejemplo: el Daesh (acrónimo árabe del grupo Estado Islámico) tiene entre 30.000 integrantes entre Siria e Irak, según los servicios de Inteligencia de distintos países. Un porcentaje insignificante frente a los 1.600 millones de musulmanes que -se estima- existen en todo el mundo. “No hay que confirmar la visión del mundo de estos criminales extremistas. Estamos hablando de criminales contra la Humanidad”, invita.
*Aclaración: el punto señalado sobre la zona de Madrid en el mapa mundi del CPost incluido en este artículo no se refiere a los atentados del 11-M, ya que no fueron cometidos por kamikazes. Hace referencia a la explosión del piso de Leganés en el que quedó rodeada la célula yihadista posteriormente. En aquella explosión falleció el GEO Francisco Javier Torronteras.