Christiane Taubira, la que fuera ministra de Justicia del Gobierno de François Hollande desde mayo de 2012, presentaba su dimisión a finales de enero como resultado de un desacuerdo creciente con el primer ministro, Manuel Valls, al que sobriamente dirige las frases clave de su último libro, Murmures à la jeunesse (Susurros a la juventud, de Ediciones Philippe Rey), publicado este martes en Francia. La convivencia política entre ambos comenzó a hacerse palpable tras los atentados que golpearon París el 13 de noviembre y a los que la exministra dedica la primera parte de su obra.
Taubira resquebraja la ley de privación de nacionalidad a aquellos terroristas que tengan dos pasaportes que el Gobierno socialista se dispone a aprobar a lo largo de este libro, para muchos interpretado como la versión extendida del tuit con el que anunció su dimisión: “A veces, resistir no es quedarse. Es irse. Por fidelidad a uno mismo, a nosotros. Por una última palabra a la ética y al derecho”.
En la ceremonia que rindió homenaje a las víctimas del atentado en el Hyper Cacher de Vincennes en el primer aniversario de esta tragedia el pasado 9 de enero, Manuel Valls afirmó que “intentar explicar el yihadismo es de alguna manera querer excusarlo”. Aquel día Christiane Taubira no pudo evitar sentirse aludida. En medios de comunicación, así como en numerosas conversaciones con miembros de su Gobierno jamás escondió su preocupación por la juventud francesa tentada por las derivas del yihadismo extremista. “Estoy harto de los que buscan permanentemente excusas y explicaciones culturales y sociológicas a lo que ha pasado”. Al escuchar ésto último de boca del primer ministro, comprendió que el consenso no sería fácil, pues las bases habían dejado de ser las mismas.
1.“SÍ. EN EL PAÍS DE DESCARTES, CONVOQUEMOS LA RAZÓN”
En Susurros a la juventud, la exministra desafía a la mano derecha de Hollande a ganar al grupo terrorista Estado Islámico la batalla del reclutamiento, algo que Taubira no concibe a través de la creación de normas que -a su modo de ver- estigmatizan a una parte de la población francesa. Se trata de un combate que a su juicio, no puede ignorar la comprensión de los hechos acontecidos en enero y noviembre de 2015.
En su libro recalca la necesidad de poner en práctica el cuestionamiento de los errores cometidos. “Sí. Hay que comprender para anticipar. Si no, a través de la omisión, instalaremos nuevas frustraciones y habremos servido de caldo de cultivo a los terroristas”, afirma, antes de lanzar la segunda flecha a Valls. “Sí, en el país de Descartes, convoquemos la razón (…), y sean cuales sean los clamores hipócritas y presos del pánico que esto conlleve, la decisión de explorar, comprender y vencer, debe ser inquebrantable”.
2. “NUESTROS INSTRUMENTOS OBSOLETOS”
A lo largo de un centenar de páginas, Christiane Taubira expone sutilmente, sin nombrar a un solo miembro del que fue su gobierno, los que considera “nuestros instrumentos obsoletos” contra el “monstruo del terrorismo”. La privación de nacionalidad se encuentra en la cima de esta enumeración y se convierte ingeniosamente en el motor de la obra de Taubira. Tampoco olvida la pena de muerte, a la que más de la mitad de los franceses se mostraron favorables tras los atentados de Charlie Hebdo, según una encuesta del Centro de Estudios de la Vida Política Francesa (CEVIPOF).
Para Taubira, el mero hecho de reflexionar sobre su restauración en un momento en que Francia, dice, “ejerce un papel clave y digno en la movilización internacional a favor de su abolición universal”, demostraría a los terroristas el efecto de “terror y desconcierto” que ejercen en los franceses.
3. “LOS TERRORISTAS NO MUEREN FRANCESES, SINO EN PEDAZOS”
Con contados pero gélidos toques de sarcasmo y una determinación propia de quien ha debido abandonar el campo de batalla, Taubira se esfuerza en subrayar la poca utilidad que a sus ojos tiene la ley de privación de nacionalidad para terroristas kamikazes.
“[Los terroristas] no mueren franceses, ni binacionales. Mueren en pedazos”. Éste es uno de los primeros enunciados de Taubira con respecto a la norma que le hizo dejar atrás más de tres años al frente del Ministerio de Justicia. Indica también que esta medida nace de una base de desigualdad, puesto que para que el estado retire la nacionalidad francesa a un ciudadano, éste debe de ser binacional. De lo contrario, sería apátrida. “Los mismos actos cometidos por un francés que no tiene otra nacionalidad de sustitución no producirían los mismos efectos”, sentencia, antes de recordar que entre los nueve culpables de los atentados del mes de noviembre, ninguno tenía la doble nacionalidad. “En cambio, mataron a binacionales. A veintisiete”.
Francia está ligada a varios tratados internacionales que definen el concepto de 'apátrida' que Taubira también aborda en su obra. De hecho, en 1961 el país galo firmó (aunque no ratificó) la convención de Nueva York en la que los estados se comprometían a no crear apátridas. La ex ministra de Justicia, en un claro ejercicio de crítica de las derivas del Ejecutivo de Hollande, se aventura a esperar que Francia “no se camufle ahora en esta carencia jurídica” para, dice, faltar al respeto a la ética, al orgullo del país y a su propia palabra de cara a la comunidad internacional.
Taubira concluye que, en caso de convertirse en un país que permite la creación de apátridas, Francia debería avergonzarse “cuando los ciudadanos del resto de países vienen a rendir homenaje a nuestras divisas en las calles de París tras un ataque terrorista”. Llevar la ley de la privación de nacionalidad hasta ese límite, dice, obligaría a Francia a “dejar de hablar alto en las instancias internacionales, pues esta voz ya no tendría el peso de un país creíble y responsable”.
4. “LA REPÚBLICA SE HA OLVIDADO DE SUS DIVISAS”
A través del debate generado en torno a nacionalidad francesa, no duda en arremeter contra el estado actual del país, al que “ya le cuesta lo suyo”, explica, mantener sus divisiones, más bien olvidadas a ojos de la ex ministra de Justicia. Christiane Taubira ironiza con el significado que hoy ha tomado la República, “menos hábil a la hora de incluir (al otro), más dotada para apartar”. Llega incluso a afirmar que ésta se halla tan distraída con “sus nuevos y sublimes trajes”, (haciendo referencia a la popularidad de la que el Ejecutivo goza en los últimos meses) que pasa por encima de toda la violencia económica, los antagonismos sociales y las opacidades culturales que genera.
En este pasaje, Taubira se muestra particularmente severa e insiste en el sentido propio de la palabra 'injusticia', recordando al que fue su Gobierno que en este término también deberían recogerse situaciones como la desigualdad de acceso a la educación, a la sanidad, al empleo, o a la cultura. La exministra desafía así a los que fueron sus compañeros de gobierno a retomar las propuestas en estos dominios, a su parecer descuidados en detrimento de las políticas securitarias.
LA LEY QUE TAUBIRA NO ACEPTÓ
Las continuas modificaciones del Gobierno de Hollande han ido dando paso a múltiples polémicas, entre las que se encuentra la reciente dimisión de Taubira. La norma actual permite desproveer la nacionalidad francesa, en casos muy graves, y sólo a quienes la han adquirido en los últimos 15 años. Tras los atentados de noviembre, el Gobierno galo anunció su intención de modificar la Constitución para que ésta permitiese juzgar de igual modo a ciudadanos franceses de nacimiento, en un intento por esquivar las voces que denunciarían la injusticia de una ley aplicable a una parte de la población, y no a otra. En cambio, Hollande, consciente de la problemática internacional que supondría convertir Francia en una fábrica de apátridas, terminaría decantándose por la opción inicial: Tan solo podrán ser juzgados los binacionales.
En su última declaración de intenciones y ante el clamor de quien sigue viendo en esta ley el peligro de establecer dos categorías de franceses, Valls aseguraba que en el texto no existirá finalmente una referencia explícita a los binacionales, aunque la naturaleza misma de la norma que el Ejecutivo se dice dispuesto a cumplir (esto es, la de no crear apátridas), hace que los únicos afectados sean los más de tres millones de binacionales residentes en suelo francés.
La versión final de esta ley también prevé una modificación que Taubira no ha tenido tiempo de juzgar en su obra, firmada el 18 de enero, nueve días antes de su dimisión. Si en la norma actual la privación de nacionalidad se imponía como castigo a crímenes (como un acto terrorista en sí mismo), las últimas rectificaciones de la misma incluyen la propuesta de la derecha francesa, cuyos votos necesita el Gobierno socialista para hacer posible esta modificación de la Constitución. Así pues, los delitos, y no sólo los crímenes, tales como la apología del terrorismo, también se incluyen entre los motivos que podrán llevar al ejecutivo a la privación de la nacionalidad francesa.
La jornada de este miércoles será determinante para el futuro de dos reformas claves en el gobierno de Hollande: por un lado, se iniciará en la Asamblea Nacional el debate sobre la inclusión del estado de emergencia en la Carta Magna. Por otro, se abordará oficialmente la privación de la nacionalidad francesa a los binacionales condenados por terrorismo. Además, el Ejecutivo presentará el proyecto de ley con el que pretende que el estado de emergencia decretado tras los atentados de noviembre se prolongue otros tres meses.