Barack Obama se ha despedido del Congreso de Estados Unidos con un discurso vestido del optimismo que ha signado los mensajes icónicos de su vertiginosa carrera política, en el que ha marcado los logros de su presidencia y los desafíos que enfrenta la primera potencia mundial. El principal: cambiar la manera en la que se hace política.
Obama ha brindado este martes por última vez el discurso anual del Estado de la Unión ante las dos cámaras del Congreso, los nueve jueces de la Corte Suprema de Justicia y todo su gabinete. Obama ha llamado, una vez más, a la unidad a los estadounidenses.
El futuro que queremos está a nuestro alcance, pero sólo si tenemos debates constructivos, racionales
“El futuro que queremos, oportunidades y seguridad para nuestras familias, un mejor nivel de vida y de un planeta pacífico, sostenible para nuestros hijos, todo está a nuestro alcance”, ha dicho Obama. “Pero sólo será posible si trabajamos juntos. Sólo sucederá si tenemos debates constructivos, racionales. Sólo sucederá si arreglamos nuestra política”, ha enfatizado.
En un año en el que estará en juego la Casa Blanca, Obama se ha apartado del tradicional tono del discurso, que suele focalizar en sus metas legislativas, y ha llevado la mirada más allá de la próxima elección y las pujas en Washington. Ha tocado “grandes temas” que dominarán la agenda de las próximas décadas, como el terrorismo, la desigualdad y el cambio climático. Pidió a los estadounidenses que luchen por mejorar la democracia.
En cuanto a su legado, Obama se preocupó, sobre todo, por destacar la recuperación de la crisis financiera global, al afirmar que Estados Unidos tiene “la economía más fuerte del mundo”.
A diferencia de otros años, Obama ha sido mucho más cauto en su intento por unir a demócratas y republicanos, una de sus principales promesas de campaña. Más sabio y viejo –casi no tenía canas en su primer discurso ante el Congreso como presidente–, Obama sabe que no contará con el Congreso para impulsar su agenda en lo que resta de su presidencia.
Un símbolo del discurso: el republicano Paul Ryan se sentó detrás de él, en el lugar reservado al presidente de la Cámara de Representantes. Ryan ascendió a ese puesto gracias a un acuerdo con la “Bancada Libertad”, el grupo de congresistas republicanos que llegó a Washington con el impulso del movimiento ultraconservador Tea Party, que despuntó al inicio de su presidencia.
Además de pedir “reparar la política”, Obama ha intentado contrarrestar el enojo y el dramatismo que rodea a la política estadounidense y ha teñido a la campaña presidencial. Antes, dijo, hubo gente que llamó a “temer el futuro”. Obama ha defendido la capacidad del país para adaptarse a los cambios. Y el cambio, dijo, sólo se acelerará.
“Estados Unidos ha pasado por grandes cambios antes, las guerras y la depresión, la llegada de inmigrantes, trabajadores que luchan por un trato justo y movimientos para expandir los derechos civiles. Cada vez, hubo quienes nos dijeron que temiéramos el futuro”, ha señalado, en un párrafo que pareció dedicado a la campaña. “Y cada vez, nos sobrepusimos a esos miedos”, ha redondeado.
Obama siempre ha tenido una relación tirante con el Congreso. Desde las últimas elecciones legislativas, en 2014, cuando los demócratas perdieron el Senado, Obama se ha dedicado a gobernar por decreto: así legalizó de hecho a millones de inmigrantes indocumentados, aplicó paliativos para los efectos del calentamiento global y apretó los controles a las ventas de armas de fuego, tres temas calientes en Washington.
Necesitamos rechazar cualquier política que apunta a la gente por su raza y su religión
Pero ha quedado en claro que Obama no le ha hablado sólo al Congreso, sino también a los candidatos republicanos. Ha dicho que cualquiera que diga que la economía está en declive “vende ficción”. Y respondió a las acusaciones de los republicanos de que Estados Unidos aparece débil, al recordarles que es la primera potencia militar. “Punto”, ha enfatizado.
“Necesitamos rechazar cualquier política que apunta a la gente por su raza y su religión”, ha definido, en una referencia ineludible a la política del odio que pregona Donald Trump, el líder de las primarias republicanas para decidir el candidato a la Casa Blanca para 2016.
En política exterior, Obama desafió al Congreso a que apruebe una acción militar contra el grupo terrorista Estado Islámico, ha pedido el fin del embargo a Cuba y ha subrayado que Estados Unidos aún es el líder global, pese a cualquier afirmación en contra. Con todo, ha afirmado también que Washington no puede actuar de policía global. “La gente nos llama a nosotros, no llama a Moscú o Pekín”, ha dicho.
El palco de la primera dama, Michelle Obama, reservado para los invitados, ha sido un símbolo viviente de la presidencia de su marido. Diez de las 24 butacas han sido ocupadas por mujeres. Una butaca vacía ha recordado a las víctimas de la violencia con armas de fuego. Junto a Michelle Obama han estado un joven “dreamer” mexicano, que sirvió en las Fuerzas Armadas y obtuvo la ciudadanía; un refugiado sirio, científico, radicado en el país; uno de los activistas que llevó la pelea por el matrimonio gay hasta la Corte Suprema de Justicia; una joven estudiante de ciencias; el dueño de una pequeña empresa que vende paneles solares; veteranos de guerra.
En el epílogo de su carrera política, una invitada ha recordado la mística del comienzo: en ese palco estuvo Edith Childs, la mujer que en 2007 inspiró su mantra electoral, “¡Encendido! ¡Listo para arrancar!”, que terminó por convertirse en el himno de sus rotundos triunfos de 2008 y 2012.
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