La transición de la hegemonía chavista de la Asamblea Nacional hacia la “súper mayoría” de la Mesa de la Unidad Democrática se desarrolla en un ambiente de tensión. Desde el Gobierno venezolano los ataques apuntan hacia el recién renovado parlamento que iniciará sus funciones el próximo 5 de enero. El presidente Nicolás Maduro lo ha calificado como “burgués”, Diosdado Cabello, segundo al mando de la “revolución bolivariana”, ha instalado en la tradicional sede legislativa un inédito Parlamento Nacional Comunal y desde el Partido Socialista Unido de Venezuela han impugnado la elección de al menos ocho diputados opositores.
La incertidumbre pone a prueba la fortaleza institucional del Estado venezolano que, por primera vez desde que la Constitución Venezuela fuera aprobada en referéndum popular en 1999, experimentará un contrapeso importante entre los poderes públicos, hasta ahora inclinados claramente a fortalecer el proyecto fundado por el fallecido presidente Hugo Chávez.
Ante un escenario que con el paso de los días se ha tornado cada vez más conflictivo, la oposición venezolana ha hecho un llamado a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para que cumpla con su rol “de proteger al Poder Legislativo y su debido funcionamiento para cumplir los fines del Estado”. El temor es que una escalada de violencia impida la instalación y el normal funcionamiento de la Asamblea.
Algunos sectores del oficialismo han hecho un llamado para protestar la asunción del nuevo Parlamento. En un comunicado firmado por siete movimientos sociales vinculados al chavismo se ha convocado a “una movilización con carácter nacional” en rechazo a lo que califican como una “arremetida imperialista”. Según se lee en la misiva, los colectivos “asumen como suya la responsabilidad de defender la revolución en la calle”.
La impronta militar
El diputado Julio Borges, uno de los líderes de la coalición opositora, ha exhortado a los integrantes de la Fuerza Armada a que acaten y defiendan la orden “clara y legal” dada por “el soberano” en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre. “El compromiso incorruptible de la Unidad Democrática es contar con unas Fuerzas Armadas institucionales según el espíritu de la Constitución”, ha divulgado el parlamentario en una carta pública.
El mayor general Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa, ha sido alabado por sectores de la oposición que han calificado de forma positiva su actuación “institucional” durante las elecciones. A pocos minutos de conocerse los resultados, Padrino López se dirigió al país en transmisión de radio y televisión para pedir que se respetaran los resultados en paz.
Ante los insistentes rumores que apuntaban a que el Alto Mando militar había obligado a Maduro a aceptar la derrota, Padrino López ha intentado despejar cualquier duda: “Decir que los militares presionaron al presidente Maduro para que reconociera los resultados es un irrespeto a los venezolanos”, ha precisado en entrevista con la cadena Telesur. “La Fuerza Armada está plegada a la Constitución y al presidente constitucional Nicolás Maduro”.
Por su parte, Jesús “Chúo” Torrealba, dirigente de la oposición, se ha encargado de establecer puentes con los militares en sus discursos, algo impensable en otros tiempos. Al conocer la victoria electoral, Torrealba agradeció al Plan República, operativo de la Fuerza Armada encargado de velar por la logística y seguridad de los comicios. Días después, publicó un vídeo en las redes sociales de la MUD en el que agradecía la actuación de los “hermanos de uniforme”.
El mensaje real, según Heinz Dieterich, analista alemán creador del concepto del “socialismo del siglo XXI” en el que se circunscribe la “revolución bolivariana”, denota que Padrino López, general del Ejército, “abrió las puertas a la transición”. Según el sociólogo, “la decisión resulta del eterno horror de los militares: la pérdida del ‘orden’”. Dieterich cree que los militares se estarían desligando de los extremistas de izquierdas, representados por Maduro, y de derechas, con Leopoldo López al frente, para aupar una alternativa que permita al país sortear la delicada situación económica. Esa alternativa estaría representada por Henrique Capriles Radonski, según se lee en el análisis de Dieterich.
Días después de las elecciones, Maduro ha anunciado que los militares regresarán a los cuarteles. Ese movimiento, respaldado públicamente por el Ministerio de la Defensa, es visto como un intento “por tratar de lograr una mayor partidización y politización de la institución”, a los ojos de Rocío Sanmiguel, de la ONG Control Ciudadano para la Seguridad y Defensa.
Otros, sin embargo, creen que evidencia la ruptura a lo interno entre Maduro y el componente armado. “A pesar de que Maduro amenazó a los militares con devolverlos a los cuarteles (¿retaliación por el Plan República?), todavía están en el poder”, ha escrito en su perfil de Twitter el ex viceministro de Relaciones Exteriores, Milos Alcalay.
Hugo Chávez, “comandante de la revolución”, fue un militar que durante sus 14 años en el poder se encargó de ubicar a los integrantes de la Fuerza Armada en puestos clave del Ejecutivo. Se estima que más de 1.500 efectivos de los cuatro componentes armados están en funciones gubernamentales. En distintas ocasiones los castrenses se han autodenominado como “chavistas”, en un país que en poco más de 200 años de independencia ha sido gobernado por uniformados en la mayor parte de su historia. Los únicos presidentes civiles al frente de Venezuela, además de Maduro, lo hicieron entre 1958 y 1998, período que el chavismo ha bautizado como “la Cuarta República”. Ese fuerte arraigo militar con el poder alimenta la creencia popular de que en el gobierno están los que los militares quieren que estén.