Sufrí bulimia durante quince años. Y no recuerdo bien cuándo empezó todo, pero sí tengo claro el porqué. Tenía 14 años y me sentía angustiada. A mi alrededor sucedían muchas cosas que no podía controlar, y cada día estaba más insegura de mí misma.
Quería 'pertenecer' o sentir que pertenecía. Deseaba formar parte de ese estereotipo de adolescente normativa. Y no, no lo era. Por eso vomitar parecía una buena opción para ajustarme al canon.
Verbalizar la oscuridad
Por favor, que nadie sienta que intento quitar hierro a esta situación tan dolorosa. Para mí fue un pozo muy profundo y mucho tiempo de trabajo personal me ha ayudado a verbalizar toda esa oscuridad.
Esta experiencia me ha acompañado muchos, muchos años, y ha condicionado la forma en la que me relaciono (conmigo, con la gente y con la comida). También ha afectado a la manera en la que miro mi cuerpo y el de las otras personas.
Y es que desde hace muchos años, desde que salí de aquel túnel, hay un lujo bastante injusto que no me permito: el de juzgar el cuerpo de las personas.
En mi casa nuestros tres hijos han aprendido que del cuerpo de las personas no se opina. Tanto es así, que cuando la de 7 años era (más) pequeña, un día en el parque, antes de comentar el tamaño de una araña, me preguntó: "Mamá, ¿del cuerpo de los animales se habla?".
Pasado con un TCA
Mi pasado con un TCA también ha hecho, que a día de hoy, no permita que la gente opine sobre mi cuerpo (aunque sea para lo que ellos creen, que es elogiarlo). Cada vez que escucho un comentario de "qué flaquita te has quedado" o "no se te nota que has tenido 3 hijos" vuelven los demonios. Siento que no estoy a la altura.
Lo sé, sé que mi valía no depende de mi cuerpo. Pero es tan fuerte la presión que ejerce nuestra sociedad, que a veces se me olvida. Y no soy la única.
'Body positive'
Por eso, desde que nació el movimiento body positive lo he apoyado. Me sentía afín a todas esas mujeres aterrorizadas por no tener un cuerpo normativo y por haber terminado, en consecuencia, odiando (y muchas veces distorsionando) su reflejo.
Sin embargo, hace tiempo que me incomoda este movimiento. Porque aceptar no significa normalizar, y considero que hemos rebasado esa línea que los diferencia.
Por supuesto que las mujeres de una talla 46 deberían poder comprar ropa con la misma facilidad que las que usan una 38, claro que las conversaciones valorando el cuerpo de las personas tienen que desaparecer…
Pero ¡ojo!, eso no significa que las tallas grandes se conviertan en lo habitual y que banalicemos hablando del sobrepeso y la obesidad.
Porque ahí, estaríamos aceptando un problema metabólico, al que muchas veces llegamos sin haber partido de él. Sería aceptar un estilo de vida antinatura, unas condiciones de vida inferiores de movilidad y un estado que no nos corresponde. Sería resignarse, no sabiendo ver más allá del peso.
Ni para bien, ni para mal
Por eso, me gusta hablar y recomendar el body neutrality, es decir, la neutralidad sobre los cuerpos. Me parece la forma perfecta para dejar de comentar las tallas, pero sin quitar peso a un problema tan real como el que la obesidad supone para nuestra sociedad.