Desde hace 25 años, Montse Povedano se dedica a tratar los trastornos de la conducta alimentaria, conocidos como TCA. "Al principio, sobre todo, eran temas de obesidad y no se diagnosticaban bien. Llegaban chicas a la consulta con un trastorno alimentario y se les presentaba un diagnóstico por depresión", asegura la experta.
Y continúa: "Entonces no había profesionales, ni unidades de TCA y había mujeres con estos trastornos ingresadas en la planta de cardiología".
Hace tres años, junto a un grupo de colegas profesionales, puso en marcha EATICA, un centro especializado en este tipo de trastornos, que incluyen enfermedades como la anorexia y la bulimia, con posibilidad de ingreso de los pacientes.
"La idea era aprovechar toda la experiencia que tenemos el equipo que habíamos empezado juntos en el 98, con la primera apuesta de un tratamiento residencial de TCA en España, que en aquel momento fue rompedor e innovador porque no existía en nuestro país y había muy poquita cosa en Europa", asegura Povedano.
Y añade: "Quisimos parar, reflexionar y hacer un proyecto renovado, teniendo en cuenta los cambios que se han producido. Porque al final es una enfermedad muy vinculada a los aspectos sociales, familiares y culturales, ya que desde el año 98 han cambiado muchas cosas: desde el modelo familiar, hasta la manera de comunicar y la necesidad que tenemos todos de tener una información más rápida y más precisa. Ha cambiado también el trato que se le da al paciente. Estamos inmersos en un modelo sanitario en el que se intenta ser mucho más respetuoso con el paciente, darle voz, donde importa mucho la experiencia que un paciente puede tener, además del tratamiento".
"Seguimos haciendo lo que sabemos hacer, que es tratamiento residencial en trastornos de conducta alimentaria, pero con un paradigma muy distinto, y estamos muy satisfechos", concluye.
¿Qué significa EATICA?
Es muy bonito, cuando ya tienes una edad, empezar en un proyecto nuevo, porque cuando eres joven no lo disfrutas tanto. Estuvimos mucho tiempo en una empresa que nos ayudó a definir qué queríamos hacer, cómo queríamos trabajar y cuáles eran nuestros valores. Y a partir de ahí, salió un nombre que juega con la palabra eat de comida en inglés, y la palabra ética. La idea era trabajar en temas de alimentación, pero desde un sentido totalmente ético, y creo que lo cumplimos.
¿Cuántos profesionales trabajáis actualmente allí?
Somos 54 y tenemos 27 camas de hospitalización, contamos con hospital de día también y consultas externas. Trabajamos con todas las necesidades que pueda tener una familia y un paciente.
A nivel clínico es un equipo interdisciplinar. No es una suma de profesionales, sino que dedicamos muchas horas a pensar juntos en los casos y trabajamos psicólogos, psiquiatras, médicos, nutricionistas, enfermería, alguna auxiliar clínica y tenemos también una educadora física. Cada caso lo puedes valorar desde todos los puntos de vista y hacer las intervenciones más adecuadas.
¿Dónde fallaba el protocolo de las terapias?
No hablaría tanto de fallos. Es cierto que la ventaja que te da parar y hacer algo nuevo es que es un reseteo absoluto. Es como cuando uno se cambia de casa y tiras todo y te quedas con lo que necesitas. También es cierto que hay cosas que han funcionado en un momento histórico y en otro no. Por lo tanto, creo que lo importante es que nos hemos adaptado a lo que en realidad necesitan las familias.
Hoy en día necesitamos escucharlas más, que se sientan más informadas, que se tengan en cuenta. Lógicamente, es el equipo profesional el que tiene que orientar y el que puede guiar en las decisiones.
Al final, son pacientes difíciles, complicadas, son pacientes que pueden llegar a generar cierta hostilidad en el trato. De hecho, hay mucha investigación al respecto sobre lo que queman y sobre la hostilidad en el trato al personal, porque son muy duras en el día a día.
Es difícil educar a todo un equipo para que tenga un trato amable, para que no las trate como enfermas, sino para que también tengan ese espacio para que las escuches, que no implica hacer lo que ellas quieren, pero sí que se sientan de alguna manera que también deciden sobre su tratamiento y que están informadas. Trabajamos mucho con puertas abiertas.
Pero no siempre ha sido así con los TCA...
Los trastornos alimentarios empezaron con un modelo muy parecido en ingreso a las adicciones, donde se trabaja en un enfoque más confrontativo, punitivo, de consecuencias y de castigo. Al final parece que te quedan pocas cosas por hacer cuando una chica no quiere comer. Y se ha trabajado mucho con el castigo.
Los tratamientos en TCA se han convertido en muchos sitios en algo traumático para el paciente. Y sí que es cierto que a veces los pacientes salen adelante. Yo estuve un año haciendo entrevistas a familiares y pacientes sobre estos procesos y muchas personas te acaban diciendo que sí, al final me curé, pero es una experiencia muy traumática y no volvería a ir.
Creo que eso es muy triste porque son personas, que por desgracia, es fácil que sufran una recaída. Es como con las adicciones, pero son pacientes muy diferentes. Si hay una recaída no pasa nada, forma parte del proceso. Lo importante es que pidan ayuda a tiempo y que hagan una recuperación. Si tienen muy mal recuerdo de ese tratamiento, no van a volver y eso es un gran fracaso.
Dices que hasta ahora los tratamientos se paraban en lo físico.
Esto sigue siendo así en la gran mayoría de lugares públicos, porque tienes el tiempo que tienes. Es un tema de gestión hospitalaria. Es cierto que en enfermos con anorexia que cursan con bajo peso, el foco se pone en la recuperación de peso y en una recuperación muy rápida.
Lo que pasa que también somos partidarios de hacer una recuperación más tranquila, velando por su salud física y por todos los temas emocionales que suponga volver a comer de manera natural. Evidentemente ahí no está la curación. Hay que restituir conductas saludables, pero al final en lo que tienes que trabajar también es en todos aquellos aspectos emocionales. Eso es trabajo intensivo. No es tener a un paciente ingresado comiendo, haciendo puzles, mandalas...
Habéis notado el aumento de trastornos hasta un 140%.
El tema parece muy manido, pero sí que es cierto que el COVID fue un fenómeno brutal en el aumento de los TCA. Una vez más te confirma que es una enfermedad, que es el termómetro de muchos cambios sociales. Realmente en momentos de crisis económica aumentan los trastornos alimentarios, o sea, que realmente es una enfermedad muy susceptible a cambios paradigmáticos a nivel social y cultural.
Tengo una paciente que había superado el trastorno y llevaba años bien y en el confinamiento tuvo una recaída. Ahora la tenemos gravísima, actualmente está en 28 kilos. O sea, que realmente ha habido un antes y un después. Sobre todo, en niñas más pequeñas, hasta los diez años se dispararon, sobre todo las anorexias nerviosas, y restrictivas de bajo peso, que yo no la había visto nunca. Siempre piensas en la chica delgada, pero ahora hay trastornos de bulimia, con chicas en peso normal.
¿Hasta tal punto se puede ocultar?
La bulimia pasa muy desapercibida porque el paciente compensa los atracones con vómito. Entonces el paciente está muy grave, lógicamente con un deseo recurrente de bajar peso pero no lo consigue. Pero su aspecto es normal, aunque tengas una vida al final muy invalidada. La anorexia es más evidente, pero estamos viendo muchos casos que eran más típicos de los años 80.
Podemos decir que son más mujeres que hombres.
A partir del confinamiento, la población que se vio más afectada fueron los menores entre 12 y 15 años, los varones siguen igual. Cada vez vemos menos chicos.
Menos chicos y más niñas.
Las estadísticas y los libros hablan de diez niñas por un niño. En la práctica clínica tienes menos.
No hay grandes diferencias entre la manifestación de mujeres y de hombres en la edad. Hay cierta diferencia con el colectivo gay que de alguna manera son un colectivo de TCA diferente. Aquí te hablo desde mi experiencia clínica. Son muy obsesivos y normalmente tiene un origen en temas de obesidad infantil.
Las redes hacen un flaco favor….
Siempre ha habido, lógicamente, una comparación en el tiempo de nuestras madres con las actrices de Hollywood. Después con las modelos en nuestro tiempo. ¿Pero ahora qué pasa? Que la infinidad de comparaciones que puedes tener de bellezas, con éxito y juventud, es enorme porque estamos hiperconectados.
Entonces es infinita las posibilidades que encuentras de comparación sin tener ni que comprar una revista, abriendo cualquier red de las que trabajamos y sobre todo niñas. Los niños no están tan metidos en este rollo.
Al final, no nos engañemos, es una enfermedad totalmente vinculada a la adolescencia y a la preadolescencia. Entonces hay que tener en cuenta que las nuevas tecnologías y la nueva manera de comunicarnos ha sido un cambio brutal. Por eso realmente es importante trabajar con los adolescentes y con las familias de manera diferente.
¿Cuánto tiempo dura de media una hospitalización?
Trabajamos con medias de ingreso más cortas y eso también es importante. En modelos anteriores estábamos en una medida de ingreso de ocho meses. Sí que es cierto que el tratamiento residencial es la elección mejor en ciertos momentos, pero es importante no aislar al paciente y no institucionalizarlo. Y en una edad en la que necesitas protección, te puedes quedar pillado, anclado a esa institución. Y nosotros intentamos que el paciente tenga posibilidades de salir. Puede incluso ir al colegio, puede relacionarse con amigos y no está solamente impregnado por el tratamiento residencial. Estamos en una media de 3,5 meses.
¿Hay una carencia de profesionales especializados?
Claro. Piensa que, hoy en día los TCA se han puesto de moda, con lo cual todo el mundo hace un curso, hace una formación y con eso ya sales a la calle y en la tarjeta te pones experto en TCA. Son enfermedades muy complejas. Piensa que es la enfermedad mental con mayor riesgo de cronificar por encima de cualquier otra.
¿Cuántas muertes se producen por TCA?
A ver, depende de las estadísticas. Los americanos son muy salvajes y plantean unas estadísticas de un 8%. Yo creo que sería demasiado. Podríamos hablar de un 3%, pero sí que es el trastorno psiquiátrico con más riesgo de suicidio.
Llega un momento en el que hay que decirlo. Tenemos a veces mensajes excesivamente positivos. También mi eslogan es que estos TCA se curan, pero de los TCA también se muere. Y si no se mueren tienen 'una vida de mierda', porque tienes chicas con mucha debilidad, que no pueden hacer nada en la vida, ni valerse por si solas para caminar bien, para poder ducharse, etc.
Cuando por desgracia tienes un TCA en casa es como cuando tienes un cáncer, se para todo y hay que empezar a hacer tratamiento oncológico. Es importante priorizar. Cuando tienes un TCA te tienes que asustar y eso no quiere decir bloquearte. Pero tienes que confiar en los equipos y confiar en el tratamiento. Y tanto la familia como la paciente deben poner todos sus objetivos en recuperarse.