En el mundo de la nutrición y la pérdida de peso, las dietas y los ejercicios a menudo ocupan el centro del escenario. Sin embargo, Ana Morales, psicóloga nutri-emocional, argumenta que: “estamos ignorando un factor crucial, que son nuestras emociones y cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo. La culpa que a menudo sentimos al no cumplir con los estándares de belleza y salud impuestos”.
La lucha contra el sobrepeso y la obesidad conlleva un ciclo de culpa y frustración, exasperado por las dietas fallidas y la pérdida de peso temporal. Morales, que ha vivido esta lucha en carne propia, se dedica a romper este ciclo negativo mediante un enfoque que incorpora el análisis de las emociones y la percepción del cuerpo.
En Magas hablamos con la experta sobre nuestra relación con la comida y sobre las dietas que autogestionamos en esta época del año.
¿Qué es la alimentación emocional?
La alimentación emocional ocurre cuando comemos en respuesta a nuestras emociones, en lugar de comer cuando tenemos hambre. Nuestras emociones tienen un gran impacto en nuestras decisiones alimenticias, de hecho, estudios demuestran que el 60% de las personas comen más bajo el estrés.
Este comportamiento puede ser una forma de autoprotección o una estrategia para lidiar con emociones difíciles. No obstante, el problema emerge cuando se convierte en nuestra principal forma de manejar emociones, desencadenando un ciclo de culpa y más alimentación emocional.
Para romper este ciclo, es necesario encontrar métodos alternativos para manejar nuestras emociones, como charlar con una amiga, darse un baño relajante o salir a caminar.
¿Qué le dirías a alguien que cada vez que llega el otoño o al comienzo de año se pone a dieta?
Comprendo que la llegada del otoño o el inicio de un nuevo año puedan inspirar la voluntad de empezar de cero, y que eso muchas veces se traduce en la decisión de ponerse a dieta. Pero invito a considerar esta metáfora: pensar en las dietas es como tomar paracetamol cada 8 horas cuando tienes fiebre. El paracetamol atenúa el síntoma, que es la fiebre, pero no trata la causa subyacente, como podría ser una infección. Para eso necesitarías un antibiótico específico que trate el origen del problema.
De la misma manera, los kilos de más que quieras perder son un síntoma, no la raíz del problema. Ponerte a dieta sería como tomar ese paracetamol: una solución temporal que no aborda lo que realmente está ocurriendo. Y al igual que la fiebre puede volver una vez que el efecto del paracetamol desaparece, esos kilos también suelen volver, muchas veces acompañados de algunos extra debido al efecto rebote.
Por lo tanto, en lugar de embarcarse en otro ciclo de dietas, animaría a probar un enfoque diferente: uno que busque entender las razones subyacentes por las que se siente la necesidad de ponerse a dieta.
Esto podría implicar examinar las emociones, el estilo de vida o incluso los patrones de sueño y estrés. Al entender y tratar la causa raíz, se puede encontrar una solución más efectiva y duradera que permita sentirse bien en el propio cuerpo.
¿Por qué nos alimentamos mal?, ¿quién o qué tiene la culpa y cómo podemos mejorarlo?
Es cierto que los malos hábitos alimenticios son el resultado de múltiples factores, entre los que se pueden incluir la educación que hemos recibido sobre alimentación desde pequeños, el entorno social y laboral en el que nos desenvolvemos, la publicidad y el marketing de la industria alimentaria, y hasta ciertos aspectos de la cultura popular que ensalzan ciertos cuerpos y estigmatizan otros.
Además, factores como el estrés, la falta de tiempo y las limitaciones económicas pueden hacer que optemos por alimentos menos saludables porque son más accesibles o convenientes en el momento.
Para mejorar nuestros hábitos alimenticios, un primer paso fundamental es la educación. Es crucial tener acceso a información fiable y basada en evidencia científica acerca de qué es una alimentación equilibrada. Pero la educación en nutrición es solo una pieza del rompecabezas; también necesitamos aprender a preparar comidas equilibradas o entender cómo leer etiquetas de alimentos.
Asimismo, aprender a gestionar el estrés es vital para evitar recurrir a la comida como 'automedicación' emocional. Técnicas como la meditación, el ejercicio y otras formas de autocuidado pueden ser valiosas en este aspecto.
La autocompasión y el amor propio son cruciales en este proceso. Al aceptar nuestros cuerpos y dejar de castigarlos por no encajar en moldes preestablecidos, podemos abordar la alimentación desde un lugar de cuidado y no de castigo. Este enfoque nos permite ser más conscientes de nuestras elecciones alimenticias y de cómo afectan a nuestro bienestar general.
No hay un único culpable cuando se trata de malos hábitos alimenticios, y por lo tanto, la solución tampoco es única. Requiere un enfoque multifacético que aborde no solo la alimentación en sí, sino también los factores emocionales y ambientales que la influyen.
¿Cómo nos aconsejas que comamos para alimentarnos bien?
Siempre aconsejo a mis pacientes comer conscientemente. Desde la perspectiva del 'mindful eating', comer bien no es solo una cuestión de qué alimentos elegir, sino también de cómo los comemos. Algunas recomendaciones útiles para iniciarse en esta técnica pueden ser:
Presta atención al hambre y saciedad: Antes de comer, haz una pausa para evaluar tu nivel de hambre. ¿Realmente tienes hambre o estás comiendo por aburrimiento, estrés o costumbre? A medida que comes, también haz pausas para evaluar tu nivel de saciedad. Un buen ejemplo es detenerse a la mitad de la comida para hacer una autoevaluación.
Come despacio: Tómate tu tiempo para masticar y saborear cada bocado. Esto no solo mejora la digestión, sino que también da tiempo al cerebro para recibir la señal de que estás lleno. Prueba la técnica del 'bocado consciente', que consiste en masticar lentamente y saborear cada sensación antes de tragar.
Elimina las distracciones: Evita comer frente al televisor o mientras trabajas. Céntrate solo en tu comida y en las sensaciones que experimentas mientras comes. Por ejemplo, puedes poner una mesa bonita, aunque comas solo, para centrar tu atención en la comida.
Elige calidad sobre cantidad: Opta por alimentos más nutritivos y satisface tus antojos con porciones más pequeñas. Por ejemplo, si te apetece chocolate, elige una pequeña cantidad de chocolate negro y disfrútalo plenamente en lugar de comer una barra entera de chocolate con leche.
Escucha a tu cuerpo: Si tienes antojo por ciertos alimentos, eso podría ser una señal de que tu cuerpo necesita algo. En lugar de ignorar estos antojos, trata de entender qué es lo que realmente necesita tu cuerpo.
Practica la autocompasión: Si detectas que estás comiendo por razones emocionales, en lugar de castigarte, párate e investiga esas emociones. Podrías escribir en un diario tus sentimientos antes y después de comer para identificar patrones.