A partir del 27 de abril, los niños podrán salir un rato a la calle, atendiendo así a las peticiones de muchas familias y organizaciones que pedían un poco de respiro para los más pequeños. Y es que el confinamiento por Covid-19 preocupa y mucho a las familias por las posibles consecuencias físicas y psicológicas que puedan tener sus hijos.
Los problemas físicos que puede suponer más de un mes de encierro van desde las patologías de tipo visual o de enganche a las pantallas a falta de vitamina D por una menor exposición solar y sobre todo los asociados al sedentarismo, como aumento de peso o peor condición física de los menores.
Lo que más preocupa, en realidad, son las consecuencias psicológicas que puedan derivar los menores asociadas a este confinamiento: "Se deben principalmente a la limitación de las relaciones sociales y al sedentarismo", explica Azucena Díez Suárez, especialista en pediatría y psiquiatría Infantil de la Clínica Universidad de Navarra y presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
"Es muy habitual que los niños y adolescentes presenten una intensa preocupación por su propia salud y la de sus seres queridos, en especial de los que no conviven con ellos, a los que no pueden visitar", añade la experta.
Además, no hay que despreciar el miedo o la incertidumbre que también puedan experimentar los más pequeños por la situación económica que puedan atravesar muchas familias.
Uno de los efectos más reseñables es "la aparición de cambios de humor". Los más habituales son la tristeza, llanto repentino, excesivo o inmotivado, irritabilidad, apatía o reducción de la energía. Pero también las somatizaciones como dolores de cabeza, de abdomen o cansancio que son frecuentes en las situaciones difíciles.
Pero también tenemos que estar atentos a otros problemas físicos que tienen que ver con "el sedentarismo, la falta de luz solar, el exceso de exposición a las pantallas y las dificultades de sueño pueden propiciar a la vez, una peor regulación de las emociones", explica Díez. Todo dependerá, también, de factores como edad, temperamento, tipo de familia y otros condicionamientos sociales.
Falta de movimiento
Aunque tengamos la sensación de que los niños no paran en casa, sus movimientos no son los mismo como los que tendrían en su día a día habitual. De hecho, el sedentarismo es sin duda uno de los principales problemas en la actualidad, antes ya la pandemia pero sobre todo y como es normal, ahora.
"La inactividad puede suponer una disminución de la masa muscular y de la condición física", explica Julio Álvarez Pitti, miembro del Comité de Promoción de la Salud de la AEP. Y es que no olvidemos que "la actividad física ha demostrado que incrementa la capacidad de concentración y de retención de conocimientos en los niños. También mejora el estado de ánimo, la calidad del sueño y reduce el estrés, previniendo trastornos a nivel psicoafectivo".
De ahí la importancia de hacer ejercicio físico a diario. No obstante, aclara Álvarez Pitti que "el impacto de la inactividad física no ha de ser igual para todos. Si se trata de un niño que hace deporte de forma habitual, puede suponer una disminución de su rendimiento físico, pero probablemente al tener un buen hábito, en cuanto pase este periodo, recuperará su entrenamiento y no tendrá mucho impacto. Sin embargo, si se trata de un niño sedentario, estos periodos prolongados de inactividad, pueden tener un impacto importante. Por ello, es fundamental, sobre todo en estos casos, favorecer el ejercicio físico en casa".
Problemas con pantallas y vitamina D
Además del problemático sedentarismo, existen otros dos problemas que pueden aparecer durante las semanas de encierro. Según expone Luis Sancho Pérez, jefe de servicio de pediatría del Hospital Quirónsalud Sur, ellos son problemas oculares y adicción a pantallas (más frecuente en la edad escolar y en adolescentes) y déficit de vitamina D por la falta de luz solar.
En cuanto al uso de pantallas, aconseja el pediatra, será conveniente pactar un tiempo de uso diario y avisando unos minutos antes de que se agote el tiempo pactado. También será útil marcar horarios dentro de una flexibilidad y alternar horas para realizar tareas escolares con juegos y diversión. Tampoco debería haber dispositivos electrónicos ni pantallas en los dormitorios de los niños.
Con respecto a la falta de vitamina D, el experto asegura que "los lactantes son los menos vulnerables ya que suelen tomar un suplemento de esta vitamina. Y para los niños será suficiente, si el tiempo lo permite, con una exposición al sol de 10-15 minutos al día, tres o cuatro días a la semana, así como la inclusión en la alimentación de alimentos ricos en vitamina D".
En todas las edades, recuerda Sancho, "se pueden producir problemas físicos importantes e incluso fatales por miedo a acudir a centros sanitarios ante enfermedades agudas que se siguen produciendo. En este sentido es muy importante insistir que, tanto en Atención Primaria como en Hospitalaria, el circuito de atención a pacientes pediátricos sin sospecha de infección por Covid-19 es independiente de los adultos y de los niños con sospecha de infección por este virus".
No obstante, será importante que, una vez terminado el confinamiento y volvamos a la vida normal, los niños acudan a sus médicos para hacerse sus revisiones pertinentes y poder valorar las posibles consecuencias (o no) de todo esto.
Consecuencias psicológicas, por edades
Las necesidades de los menores no son las mismas en cada estado de crecimiento por lo que las consecuencias, tampoco.
Lactantes: En el ámbito psicológico, Azucena Díez explica que los menores de un año son los que menos consecuencias tendrán. "La influencia de las relaciones sociales más allá de la familia nuclear es menos significativa que en otras etapas, y siempre que sus padres y hermanos estén disponibles para procurarles los cuidados básicos y el cariño, es poco probable que tengan repercusiones serias". Igual indica Sancho en relación a las consecuencias físicas: "Los lactantes son la población menos vulnerable, su actividad diaria cambia poco con o sin confinamiento”.
Hasta 5 años: Los niños en edad preescolar serán de los más afectados. "Son muy enérgicos e inquietos. Y la imposibilidad de salir de casa y la limitación del movimiento suele derivar en conductas de inquietud excesiva, irritabilidad, llanto fácil y alteraciones del sueño. Además, en esta etapa, por su desarrollo cognitivo, resulta más complicado que comprendan la situación", explica.
Entre 6 y 11 años: "La situación es similar -añade la experta- aunque las consecuencias pueden ser menores pues tienen más capacidad para entretenerse, jugar solos y dialogar o razonar sobre lo que está pasando. El hecho de no poder compartir tiempo de ocio con sus iguales les afectará más que a los pequeños.
Adolescentes: Probablemente el grupo con mayor afectación. "Las alteraciones en el sueño y en el patrón de alimentación, con preferencia por los alimentos más calóricos son más frecuentes que en otras etapas. También, el riesgo de abuso de pantallas o de sedentarismo. Todo contribuye a que las variaciones de humor, ya de por sí predominantes, sean más acusadas".
En cualquiera de las etapas hay que prestar atención a las características de personalidad. Según explica Díez, los que ya presentan rasgos ansiosos, tendencia a la preocupación excesiva, a miedos habituales, etc. muestran mayor riesgo de desarrollar consecuencias relacionadas con esta crisis. Mientras que otros son más resilientes y tienen mayor capacidad de adaptación a situaciones adversas, como ésta. Y los factores familiares y sociales también influyen. "Los niños que habitan un entorno familiar favorable, en que sus padres están presentes, y les pueden atender y cuidar sin atravesar dificultades económicas, tendrán menos posibilidades de desarrollar problemas en esta crisis", indica.
Este documento de la AEP ofrece medidas para sobrellevar lo mejor posible la cuarentena. No tiene por qué haber secuelas importantes. Algunos de los problemas físicos que hemos mencionado antes, "se solventarán al cesar el confinamiento, y no deberían presentarse secuelas salvo que persistan los malos hábitos adquiridos durante este periodo", según Sancho.
Los niños en general, sostiene este pediatra, "tienen una gran capacidad de adaptación, por lo que en principio no son esperables importantes efectos ni secuelas físicas relacionados con un confinamiento de algunos meses de duración. Su bienestar dependerá, en gran medida, del bienestar y actitud de los padres ante el confinamiento. Es un periodo en el que se pueden potenciar o incluso adquirir hábitos saludables o no saludables, que repercutirán positiva o negativamente en la posible aparición o aumento de alteraciones físicas, que incluso pueden persistir tras el periodo de confinamiento. Lógicamente los hábitos saludables son más difíciles de adquirir en familias desestructuradas o con menos recursos".
En cuanto a la parte psicológica, "parece más que probable que, una vez que recuperemos la normalidad, haya más niños y adolescentes que presenten secuelas psicológicas", comenta Díez, aclarando, eso sí, que no se puede conocer aún la repercusión de esta pandemia, ya que en los últimos años no hemos vivido nada igual.
"Si nos centramos en etapas más recientes de crisis económicas, sí hemos observado en niños y adolescentes un mayor desarrollo de psicopatología, sobre todo de tipo adaptativo, como síntomas de ansiedad y depresivos". Sin embargo, es importante no olvidarnos que "los niños tienen una capacidad de adaptación superior a la de los adultos, y a menudo nos sorprenden gratamente".
Además, podemos ver en todo esto muchas otras oportunidades. Por ejemplo, la de estar más tiempo con la familia o la de adquirir hábitos saludables como hacer ejercicio físico todos juntos. "Cuando una generación crece con la vivencia de alguna experiencia negativa, que no llegue a ser traumática, aprende a valorar más lo que tiene. No lo olvidemos: de todo se sale", concluye Díez.