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Si preguntaras en Budia (Guadalajara) por Heliodora Bermejo Ramos (54 años), probablemente no todos los vecinos sabrían quién es. Sin embargo, si dijeras que buscas a 'Eli' cualquiera te señalaría la farmacia. Lo mismo ocurre con Leyre Aguayo Ruiz (22 años), que ha decidido pasar este verano tras el mostrador de la botica de su pueblo, Alhóndiga.

Aunque estén separadas por algo menos de 20 kilómetros, estas dos farmacéuticas saben que sus labores son mucho más que vender medicinas. Sin embargo, la supervivencia de sus negocios está en tela de juicio: el 76% de las boticas ubicadas en micromunicipios rurales (los de menos de 800 habitantes) se encuentran en viabilidad económica comprometida, según el informe Aportación de valor del modelo de Farmacia a la cohesión social y el reto demográfico.

Aun así, Eli y Leyre hacen un importante trabajo de escucha con los vecinos, ahondan con calma en los pronósticos que el médico no tiene tiempo de explicar, promueven hábitos saludables o hacen de soporte terapéutico. Su labor no se limita a las funciones meramente sanitarias, sino que son uno de los servicios sociales clave que ayudan a fijar población. Por supuesto, sin ellas la España despoblada estaría mucho más deshabitada.

"En una farmacia grande haría el triple de caja, pero sé que aquí soy necesaria. Me quedo en el pueblo por pura vocación", comenta Eli. Por su parte, Leyre valora la cercanía de los pequeños municipios: "Conoces a cada paciente por su nombre, a toda su familia y hasta sabes la medicación que lleva". Porque ante la falta de médicos, ellos son la primera línea. Pero ¿realmente son solo sanitarias? No, a algunos vecinos les gusta bromear diciendo que "son heroínas sin capa, pero con bata".

Una profesión muy feminizada

Según el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, España se posiciona a la cabeza de la Unión Europea en relación de cantidad de profesionales en función de la población: hay 120 farmacéuticos por cada 100.000 habitantes. Además, dos de cada tres están fuera de capitales de provincia y 4.400 se ubican en municipios de menos de 5.000 habitantes. De esta manera, el 99% de la población dispone de al menos una farmacia en su lugar de residencia.

En España hay más de 53.000 mujeres farmacéuticas

Esta es una profesión mayoritariamente femenina, ya que 7 de cada 10 farmacéuticos colegiados son mujeres: en la administración su presencia es del 77%, en Farmacia Hospitalaria son un 75% y en Farmacia Comunitaria, un 72%. En concreto, hay 53.893 en España, y en el 56% de los casos ocupan puestos de responsabilidad.

Eli tiene en su farmacia de Budia una pequeña zona de estar donde pasa tiempo con los pacientes. Clara Arrabal

Todo esto representa un gran incentivo económico para el país. Según el informe Aportación de valor del modelo de Farmacia a la cohesión social y el reto demográfico, de Analistas Financieros Internacionales (AFI), las farmacias rurales producen un impacto económico de 1.600 millones de euros anuales.

¿Por qué en el campo?

Eli, que regenta la farmacia del pueblo donde se ha criado, confiesa que no cambiaría por nada su trabajo en el mundo rural. "Aunque abro a las diez de la mañana, me gusta llegar antes para tomarme un café con la gente de Budia, así empiezo tranquila el día. Estoy segura de que eso y otras muchas cosas no serían posibles en una farmacia de ciudad porque el ritmo de vida es diferente", comenta.

Además, afirma que perseguir su vocación es lo que más valora de estar en una localidad pequeña y que, "si estuviera en una ciudad, no podría desempeñarla de la misma manera". Aunque vive en la capital de Guadalajara por motivos familiares, va al pueblo todos los días para atender las necesidades de los vecinos.

La farmacia de Eli abre a las 10.00 horas. Clara Arrabal

Por su parte, Leyre ha vivido su primera experiencia profesional en Alhóndiga, el lugar que la ha visto crecer, y lo ha hecho gracias a un programa universitario a nivel nacional para promover la presencia de jóvenes en el mundo rural. "He trabajado aquí de junio a agosto. Es una iniciativa pensada para pueblos de menos de mil habitantes y uno de los requisitos es vivir cerca, por eso nadie se apunta", explica.

Un papel social fundamental

Lo cierto es que las farmacias rurales guardan una clara distinción con las de ciudad: su papel social es fundamental, ya que en algunas ocasiones llegan a ser el único establecimiento del sector de la salud. En estos casos, las funciones de los farmacéuticos son múltiples y exceden de su carácter sanitario.

Eli: "En los pueblos damos un servicio más amplio como educación sanitaria, nutrición, hábitos saludables, bienestar emocional..."

Así lo explica Leyre: "Llaman vecinos diciendo que se encuentran mal y les tomo la tensión. Y en verano, por ejemplo, miro a algún niño que se cae o tiene otitis porque el médico viene un día o dos a la semana". Además, recuerda las decenas de veces que ha tenido que ir a domicilios particulares. "Lo típico: personas mayores que viven en una casa con escaleras, no pueden bajar, tienen algún problema y el médico no viene hasta la semana que viene", se lamenta.

Leyre en la farmacia de su pueblo, Alhóndiga.

Por su parte, Eli argumenta que los farmacéuticos de pueblo disponen de más tiempo para atender a los pacientes. "¡Y con nosotros no tienen que pedir cita!", exclama. Todo eso les permite ofrecer una mayor cobertura. "Les aconsejamos sobre hábitos saludables, adaptamos sus rutinas a las posibilidades que tiene el pueblo, y lo más importante: hacemos de soporte psicológico porque muchas personas mayores están solas".

Además, la farmacéutica de Budia añade que esta situación se ha agravado a raíz de la pandemia debido a la saturación de los ambulatorios. "Los médicos cada vez son más inaccesibles debido a las circunstancias sanitarias que hemos vivido, pero los farmacéuticos estamos siempre", comenta.

Seguro de población y vida

Una de las funciones prioritarias de las farmacias rurales es la fijación de población en los municipios pequeños. "La Administración y los gobiernos no se pueden olvidar de ello. Si desaparecemos y no hay unas estructuras básicas, la calidad de vida merma".

Eli recibe a sus pacientes en su farmacia, o sale con ellos a tomar un café. Clara Arrabal

En este sentido, Leyre hace hincapié en la importancia de formar bien en las universidades a los futuros farmacéuticos, para que puedan desempeñar su profesión de la mejor manera posible, también en el ámbito rural: "La enseñanza se enfoca en las farmacias más grandes, que tienen procesos industrializados y automatizados. Eso no es así aquí. Y, por supuesto, el trato con las personas nadie te lo enseña".

De hecho, explica que en su promoción no había nadie que se quisiera quedar en el campo: "Solo conozco a un chico que lo ha hecho, y es para cubrir las vacaciones de otros, no para trabajar de manera continuada". Sin embargo, siempre habrá mujeres como Eli y Leyre que, como dicen los vecinos, sean sus heroínas con bata.