No resulta atrevido decir que los cuentos de hadas, a veces, existen, al ver la complicidad y el amor que unen a Noemí Romero (Madrid, 2000) y David Vega (Barcelona, 1998).
Estos deportistas no solo son pareja sentimental, también comparten la misma actividad profesional. Este verano cumplen un sueño al competir, a nivel individual y en dúo, en los Juegos Olímpicos, celebrados en París.
Sus nombres son bien conocidos en el mundo del deporte: ambos se dedican a la disciplina de gimnasia, en la modalidad de trampolín. Noemí ganó dos medallas en el Campeonato Europeo, de oro en equipo el año 2022 y un bronce individual en 2024. David, una de plata en el Campeonato Mundial de 2023 y una de bronce en el Campeonato Europeo de 2024, ambas en la prueba por equipo.
Para entender cómo los atletas han llegado a París, cabe remontarse a sus inicios. Desde su más temprana edad estaban unidos, sin saberlo, por la disciplina. El destino se encargó de atarlos.
Una disciplina única
David se enamoró de esta especialidad deportiva de pequeño, sin imaginar que se convertiría en su principal actividad: "De pequeño jugaba fútbol, como cualquier niño y niña, pero mi primo, que actualmente es mi segundo entrenador, practicaba el deporte de trampolín".
Al verlo por primera vez, tuvo un flechazo: "Un día, mi tía me llamó y me dijo 'Ven a ver a tu primo a saltar al trampolín, seguro que te gusta'. Pensé: '¿Qué será eso?'. Fui a verlo competir en una Copa catalana. Cuando entré por el pabellón y vi los saltos que pegaba de seis metros, me quedé alucinado. Le dije a mi madre que quería apuntarme".
Por su parte, Noemí confiesa que su relación con este deporte llegó de pura casualidad. No tenía en mente la gimnasia en sus inicios, pero afirma que fue también un amor a primera vista: "Con cinco años, mi padre me apuntó a las actividades extraescolares del colegio, primero a kárate. Al año, mi profesor se puso malo y acudió una entrenadora sustituta con un minitramp, que es como un trampolín chiquitito, y me encantó. Ese día, estaba haciendo volteretas por todos lados. Llegué a casa y les dije a mis padres que me había gustado mucho".
Su talento destacó de forma casi inmediata, tanto, que llamó la atención de un cazatalentos: "Mis padres me apuntaron y empecé a competir. El seleccionador de entonces estaba de ojeador, buscaba pequeños talentos y por lo que fuese, le llamé la atención. Se acercó a mis padres y les preguntó si se podrían comprometer a llevarme seis días a la semana, de lunes a sábado, tres horas cada día al centro de tecnificación para que desarrollase mi carrera de un modo más profesional. Mis padres accedieron y se comprometieron, hasta hoy".
Estos Juegos Olímpicos suponen un gran paso adelante para la gimnasia en trampolín, a nivel nacional: es la primera vez que atletas españoles compiten en la disciplina. El éxito creciente de esta práctica se debe a varios factores, según Noemí: "Destaca mucho a nivel visual, es un deporte muy bonito. Ves las figuras, las formas y las piruetas que hacemos y te quedas sin habla. Incluso yo. Llevo toda mi vida practicando, me lo conozco más que casi nadie, y aún así me quedo empanada mirando a los deportistas. No puedo evitar pensar: '¿Cómo podemos realizar esto? ¿Cómo podemos mover nuestro cuerpo exactamente como queremos?' Es una locura".
David añade: "No es lo mismo verlo en vídeo, desde el móvil o desde el ordenador, que verlo en directo. Es mucho más espectacular y es superatractivo. Invitamos a cualquier persona que venga a ver una competición de gimnasia en trampolín, seguro que le va a encantar".
Su exigencia física es especialmente ardua, debido a la necesidad de movilizar todas las partes del cuerpo. Pero no se queda atrás la implicación mental: "Utilizamos todos y cada uno de nuestros músculos. A nivel mental, requiere muchísima confianza y seguridad en uno mismo. Tienes que tener claro que quieres hacer aquello que estás haciendo, porque si no, si la cabeza va para un lado y tu cuerpo para otro, no se desarrolla. Siempre digo que, como mínimo, la cabeza la tenemos que utilizar un 80%", recuerda Noemí.
Su preparación para estos Juegos no ha supuesto un cambio radical en sus hábitos. David confirma que no se han salido en exceso de su rutina de ejercicios, que ya se encuentra en un nivel muy alto: "No nos hemos salido mucho del 'guion'. Lo que sí hemos hecho es aumentar un poco la dificultad de los ejercicios porque va a haber gente de mucho nivel. Somos muy ambiciosos y queremos conseguir buenos resultados".
Eso sí, confirma que siempre priorizan la calidad sobre la cantidad: "Hemos entrenado con esas modificaciones en el ejercicio, pero siempre dando prioridad a la calidad antes que la cantidad. En vez de un entrenamiento de dos horas, preferimos una hora con menos partes y menos intentos. Es un ejercicio reducido pero eficiente. De esta forma, nos ahorramos cansarnos y tener esa fatiga que no nos va a permitir, el día de la competición, llegar en condiciones".
Afirman que tienen el objetivo de conseguir el diploma olímpico y quedar entre los 8 primeros deportistas, que pasan a la final, de 16. "En la final, podríamos estar peleando por un pódium, pero ya está más difícil", confiesan, con esperanza.
Su orgullo, en estos Juegos, llega por partida doble: "Representar a España y ser los primeros en presentarnos en esta modalidad en estos Juegos Olímpicos es un orgullo. Mucha gente va a estar allí, habrá muchos ojos puestos el 2 de agosto. Estamos orgullosos y felices de la que la gimnasia en trampolín ya sea olímpico a nivel español. Esperamos que siga apareciendo en los próximos Juegos".
El amor como motor
La complicidad de David y Noemí no solo se debe a su pasión común por el deporte. Son pareja sentimental, un indudable aliciente a la hora de competir. "En 2014, participamos en un Campeonato del Mundo en Florida. Ya nos conocíamos de antes, porque aunque yo sea de Albacete y David de Barcelona, siempre nos mezclamos en los campeonatos", explica Noemí sobre los inicios de su relación.
Su vínculo se afianzó de forma natural, con el paso del tiempo: "Empezamos entonces a fijarnos el uno en el otro, él andaba haciendo tonterías, le reía las gracias (risas) pero se quedó ahí. En 2018, me mudé a Barcelona, para empezar a entrenar en el centro de alto rendimiento, porque me dieron una beca. Empezamos a hablar y quedar como amigos, nos contábamos nuestras cosas, nos ayudábamos. Fuimos cogiendo confianza y complicidad y, al final, el roce hace el cariño y surgió el amor".
Confirman, con perspectiva, que su relación sentimental es un gran valor añadido a la hora de competir y entrenar: "No es lo mismo competir solo que con tu pareja. El saber que en todos los campeonatos va a estar ella, en las gradas, mientras tú compites y al revés, que estoy en las gradas mientras ella compite, hace que te sientas muy bien", explica David. "Sientes que hay una persona muy cercana, en este caso tu pareja, que está ahí apoyándote. Te da fuerza para evolucionar, avanzar y mejorar".
Noemí reafirma que ha sido fundamental en su desarrollo, tanto a nivel individual como en dúo: "El hecho de estar juntos y compartir, tanto dentro de la sala de entrenamiento como fuera, ha sido una clave, porque al final España nunca se había clasificado para los Juegos Olímpicos en la historia y que seamos los dos juntos en pareja, es increíble".
El hecho de que los dos puedan competir juntos, en la misma modalidad, es una oportunidad única: "Podría haber sido él o podría haber sido solo yo o cualquier otra persona, pero al final hemos sido los dos y yo creo que hemos ido en paz, con la complicidad y el apoyo mutuo que tenemos. Ha sido la clave para llegar al éxito que hemos conseguido".
Su conocimiento mutuo les permite crecer como personas y como deportistas. Sienten que ambos se aportan mutuamente, en diferentes aspectos. En este sentido, Noemí admite: "David me aporta motivación. Enseguida se pone una canción, aunque esté de capa caída, y se motiva. Yo a él, creo que le aporto esa calma que necesita muchas veces y otra forma de ver las cosas cuando se agobia un poco".
David confirma esta percepción, recordando que se complementan a la perfección: "Somos el yin y el yang. Ella es muy cuadriculada y muy ordenada. Yo soy, como ella me dice, un alma libre. Nos complementamos entre los dos y lo que le falta a uno, se lo da el otro".
Absorbidos por la práctica deportiva, encuentran, aun así, la manera de separar su vida personal de su vida profesional. Noemí y David no se llevan 'el trabajo a casa': "A mí se me da bastante bien el hecho de separar el entrenamiento del resto, que haya sido bueno o malo. Si ha sido un entrenamiento mal, a lo mejor me afecta en este momento, pero es salir de la sala y ya se me olvida. David sí lo arrastra un poco más. Hablamos de ello un momento y ya lo apartamos, tenemos vida más allá de lo que es el trampolín y sabemos separarla bastante bien".
Una visión corroborada por David, que subraya que saben diferenciar bien estos dos ámbitos vitales: "Cuando salimos de la sala siempre intentamos apartarlo y pensar: 'Mañana será otro día' y despejarnos, ir a tomar algo o quedar con amigos. A mí, en efecto, me cuesta un poco más desengancharme cuando me sale mal un entrenamiento, me voy un poco triste. Pero ella está a mi lado. Y si a ella le pasa algo malo, no le ha salido bien un entrenamiento, intento ayudarla y apoyarla, y ella a mí también".
Pese a brindarse un apoyo mutuo e indestructible, recuerdan la necesidad de concentrarse y practicar de manera individual, como recuerda Noemí: "Cada uno está con lo suyo. Cuando le veo, durante el entrenamiento, le aplaudo y le animo, pero yo estoy por lo mío y él está por lo suyo. Cada uno está centrado y focalizado en lo que tiene que hacer".
David asegura que es clave para su desarrollo y su éxito, también debido al nivel en el que practican: "Lo tenemos pactado, somos conscientes de dónde estamos y del nivel que tenemos. Aunque seamos pareja dentro de la sala de entrenamiento, tenemos que actuar como profesionales de verdad y creo que lo hacemos. Por eso, cada uno está a lo suyo cuando estamos entrenando y por eso salen bien las cosas".
Un futuro prometedor
A tan solo unos días de competir en los Juegos de París, Noemí y David tienen en mente sus objetivos a corto plazo, pero admiten que siguen valorando todas sus posibilidades.
En este sentido, David explica que su futuro es un poco incierto: "Si consigues un buen resultado en los Juegos Olímpicos, recibes una cuantía económica que te puede ayudar a seguir practicando al más alto nivel y trabajando para otros Juegos Olímpicos. Por lo tanto, vamos día a día, no sabemos lo que va a pasar. Estudio Ciencias del Deporte en la Universidad de Barcelona. En un futuro, quizá me gustaría ser entrenador o dedicarme a gestión deportiva".
Noemí reafirma que su evolución dependerá de muchos factores. También estudiante, no descarta ninguna opción, aunque sí destaca una meta para 2025: "Soy psicóloga y estoy estudiando un máster, me gustaría sacarme las oposiciones para la Policía Nacional y desarrollar una carrera en este sentido. A nivel deportivo, tengo marcado un objetivo para el año que viene. Es la primera vez que se celebra un campeonato del mundo de España de gimnasia en trampolín y me gustaría realizar una muy buena competición".
Aún así, coincide con David en que los resultados en los Juegos Olímpicos serán determinantes: "Marcará nuestro destino. Estamos limitados por el tiempo de entrenamiento, no podemos conseguir un trabajo. Por lo tanto, si no conseguimos buenos resultados, si no contamos con una cuantía económica de apoyo... puede ser complicado. Tenemos gastos por nuestra carrera universitaria, por ejemplo. Nos encantaría alargar la carrera deportiva todo lo que pudiéramos, pero el bolsillo y el físico, no dan para más. Compaginar todo puede ser una locura".
David recuerda, de hecho, que tuvieron que mover cielo y tierra para poder encajar todo en el puzle de sus vidas: "Hasta que no hemos conseguido la clasificación olímpica, estuvimos estudiando, entrenando, trabajando y compitiendo. Decirle a una persona que te ha dado un trabajo que tienes que irte a competir una semana, es complicado. Hemos tenido la suerte de encontrar a personas que se han adaptado a nosotros y a nuestro horario. Es sacrificado, hacer todo para mantenerte y hacer el deporte que te gusta, sabiendo que eres bueno".
Al igual que numerosos deportistas, Noemí y David reconocen que tuvieron que sacrificar ciertos aspectos de su vida para entrenar: "Tuve que salir de mi casa con 17 años, irme a Barcelona sola, sin familia ni amigos, y aprender otro idioma", confiesa Noemí. "De repente, pasaba de estar en casa, apoyada y arropada por los míos, a la universidad, que también es un cambio gordo a nivel de estudios".
Ambos están de acuerdo en que les sigue afectando, en la actualidad: "A nivel de ocio, sí que tenemos que sacrificar un montón de eventos, como cumpleaños, quedadas y viajes. No disponemos del tiempo del que nos gustaría disponer". En este sentido, han de anticipar constantemente: "Por ejemplo, si tenemos tiempo para ir a dar un paseo a la montaña, de 5 kilómetros, tenemos que pensar que puede perjudicar el entrenamiento del día siguiente. Aceptamos estos sacrificios por el nivel en el que estamos y el deporte que hemos elegido".
A modo de conclusión, nos desvelan los secretos de su éxito y transmiten un mensaje clave para futuros deportistas: "Les invito a practicar la gimnasia en trampolín porque es un deporte muy chulo. Les puede gustar mucho la sensación de saltar, coger altura y aprender a controlar su cuerpo sin ninguna ayuda. Mi recomendación, para quien empiece a practicar, es que disfrute y se lo pase bien", recomienda David.
Noemí coincide, destacando la importancia de la pasión y de la implicación personal: "Les aconsejo que pongan muchísima pasión. Cuando eres pequeño o empiezas a hacer un deporte, nunca te esperas que puedas acabar en los Juegos Olímpicos. Lo haces por diversión. Lo que a nosotros nos ha llevado hasta aquí, ha sido la pasión que le hemos puesto. Hay tanto sacrificio detrás de un deporte de alto nivel de rendimiento que, sin esa pasión, es imposible aguantar".
Sea cual sea el resultado de los atletas en los Juegos de París, pueden alardear de haberse aupado como un ejemplo de superación y disciplina, con el amor como aliciente. "El amor es mejor maestro que el deber", decía Albert Einstein. Noemí Romero y David Vega lo corroboran.