Marina Palmés (Barcelona, 1995) conoció a Laia Dosta haciendo un voluntariado en los suburbios de Bamako, la capital de Mali. Tenían 18 y 19 años. Allí se encariñaron con una bebé llamada Djouma (se pronuncia yuma) que moriría de malaria al poco tiempo. Ante la impotencia y el dolor que sintieron -esta enfermedad tiene cura- decidieron juntarse para aportar su granito de arena.
Y nació Djouma. Primero recaudaron pequeñas cantidades entre compañeros de la universidad y gente cercana. Arreglaron un hospital. Vieron que no era tan difícil y repitieron. Arreglaron una escuela y otros edificios públicos.
Luego, en 2019, se constituyeron como asociación para realizar proyectos a largo plazo a favor de la educación y la emancipación de la mujer. Sólo 2 de cada 10 mujeres saben leer y escribir. Esto implica que dependen del hombre para cualquier gestión.
La entrevista se hace por mail. Marina es vicepresidenta de Djouma y trabaja a jornada completa como ingeniera en Barcelona. Desde el año pasado, la asociación puede pagar un sueldo a Laia que lleva, desde el principio, entregada al proyecto, yendo y viniendo entre Barcelona y Bamako, la capital de Mali.
¿Cómo surge Djouma?
Estábamos haciendo un voluntariado en Mali, cuando fuimos a un pueblo. Allí la gente es muy social y enseguida te invita a sus casas. Nos enseñaron un hospital público. Estaba en un estado lamentable. Colchones por el suelo con niños enfermos de malaria. Se nos puso la piel de gallina.
Al salir del hospital, como te ven blanca y europea, nos preguntaron si les podíamos ayudar a reformarlo. En ese momento dijimos que no. Era terrible, pero estaba fuera de nuestro alcance.
Una familia que vivía frente al hospital nos invitó a su casa. Todavía nos acordamos mucho de aquella tarde que pasamos con ellos. Nos contaron sus alegrías y preocupaciones. Tenían una bebé que se llamaba Djouma. Era la felicidad en persona.
Cuando llegamos a Barcelona nos enteramos de la muerte de Djouma. Por malaria (se le hace un nudo en la garganta). Perdona, al volver a recordarlo… la impotencia que sentimos nos impulsó a empezar algo. Ese año recaudamos dinero para rehabilitar el hospital.
¿Qué cantidad de dinero?
Unos 7.500 euros. No era mucho, pero sirvió para rehabilitar el hospital. Como lo vimos tan fácil, el siguiente año hicimos lo mismo con un colegio del mismo barrio. Cada año íbamos haciendo cositas y en 2019 nos constituimos como asociación.
¿Cuáles son las principales necesidades allí?
Hay muchas. Nosotros nos enfocamos en la educación y la salud. El índice de alfabetización es muy bajo, sobre todo en mujeres. Sólo 2 de cada 10 saben leer y escribir. Esto implica que dependen de los hombres para cualquier gestión.
Vuestro proyecto principal es fomentar la educación como medio de ascenso social.
Se llama Kalan Yiriwa, que quiere decir “la educación que avanza” en lengua bambara. Empezamos trabajando con una escuela pública, pero ahora colaboramos con 4 en barrios desfavorecidos con muy pocos recursos a las afueras de Bamako. Ten en cuenta que en Mali el 50% de la población tiene menos de 15 años. Tenemos 3.730 alumnos y 92 profesores.
¿Por qué habéis elegido esos barrios?
El voluntariado que hicimos fue allí, en el barrio de Bandjougoubougou. Había mucha gente con muchas ganas de hacer cosas, pero con escasos recursos y capacidad para ponerlas en marcha. Entonces, les ayudamos a afianzar la asociación local.
Laia lleva desde el 2015 yendo y viniendo. Es mucho más fácil coordinar un proyecto con gente local. La escuela se ha convertido en una referencia para las familias. Ante cualquier problema que surja en el barrio, acuden a ella.
¿Qué tipos de problemas suelen surgir?
Que una niña de 12 años se quede embarazada. Es el caso de menor edad con el que nos hemos encontrado. Como hacemos campañas de sensibilización sobre el embarazo infantil, el padre o la madre vienen a hablar contigo: Mi hija se ha quedado embarazada, qué hacemos con la escuela, cómo lo gestionamos…
¿Qué hacéis en esos casos?
No puedes hacer mucho. Intentamos mediar para que la niña no deje los estudios.
¿Cuántos niños hay por clase?
Depende del rango de edad. Cuanto más pequeños, más alumnos. En infantil más de cien. En esa edad ir a la escuela es algo lúdico, positivo y relativamente barato. 3 euros al mes. Eso contrasta con España, donde parece que ir a la escuela es aburrido. Allí, los niños becados reciben refuerzo escolar el fin de semana y están encantadísimos.
A medida que se van haciendo mayores hay menos alumnos, porque los padres los sacan de la escuela para trabajar. Intentamos concienciarles de la importancia de la escuela en estos años. Muy pocos van a la universidad.
En Mali, el 82 % de las personas que ni “trabajan” ni estudian son mujeres. ¿Retiran a más niñas que niños de la escuela?
Sí. Por supuesto. Por embarazos y para que contribuyan a las labores del hogar. Piensan que no es tan necesario que las niñas vayan a la escuela porque no son las que mantienen económicamente a las familias. Eso lo hacen los hombres.
¿Qué otras causas estructurales impiden la emancipación de la mujer?
Son, principalmente, los roles de género y la consiguiente división sexual del trabajo. Se tiene una imagen de la mujer como centro del núcleo familiar, al cuidado de los hijos y las tareas domésticas. El papel del hombre es ganar dinero. Además, que una niña tenga un hijo a los 12, puede implicar que tenga otro a los 13 y a los 14. Esto la imposibilita para dedicarse a otra cosa.
Una vez la niña se queda embarazada, ¿el padre se hace cargo o se queda como madre soltera?
Depende. Los casos son variados, pero si el padre no accede a casarse con ella, a menudo es repudiada por la familia.
En vuestras campañas de sensibilización ¿qué temas abordáis?
Abordamos temas como el embarazo infantil, la violencia de género, el medioambiente, la educación, la importancia de la alfabetización, de higiene… Próximamente vamos a tratar la mutilación genital femenina.
¿Son eficaces estas charlas?
Sí, además es una población que tiende mucho al debate y a discutir de forma abierta. Es un evento que les gusta. Hoy toca tal tema. Van y debaten. Y muestran su opinión. Incluso ellos proponen temas que surgen dentro de la propia comunidad. Al hablar de todo ello se va tomando conciencia.
Tenéis también un proyecto para ayudar a mujeres a encontrar trabajo.
Muy pocas mujeres saben leer. Dependen directamente de un hombre para hacer cualquier cosa en su vida. Leer una factura, ver las notas del niño, abrir una cuenta de banco… Con el fin de promover la emancipación de la mujer, elegimos a 8 mujeres para un programa que ha finalizado recientemente.
Consistía en un ciclo de 3 años. Primero, hemos dado clases de alfabetización y cursos de costura. La costura es un oficio que allí da mucho dinero, pero lo desempeñan solo hombres. Luego, hemos ayudado en el proceso de inserción laboral. Lo ha financiado la Fundación Nous Cims.
Sobre el terreno solo trabajáis con asociaciones locales y no organizáis voluntariados. Tú que has hecho un voluntariado, ¿recomiendas hacerlo?
Recomiendo hacerlo. Si no, no hubiera surgido Djouma. Es una forma muy buena de ver con tus propios ojos lo que pasa en otras partes del mundo. Puedes ver documentales, pero no eres del todo consciente hasta que no estás allí. Y no te das cuenta de lo fácil que es poder ayudar, granito a granito.
Al terminar el voluntariado pensé que no había aportado nada. Está todo muy mal. Quieres ayudar y no sabes cómo. A veces, hay voluntariados en una escuela o en un orfanato, donde los niños se encariñan contigo durante 3 semanas y luego te vas y el niño se vuelve a sentir abandonado. Entonces, cuando vayas a hacer un voluntariado, conviene pensar cómo vas a contribuir, no solo en lo que vas a aprender.
La inestabilidad del Sahel también salpica a Mali: aumento del terrorismo yihadista, golpes de estado, sanciones, injerencia de Rusia y China… ¿Cómo lo vive la gente allí?
La falta de certidumbre y la conciencia de que puede pasar cualquier cosa es terrible. Pero no les queda otro remedio que vivir al día. Todos los días dan gracias a Dios por estar bien y poder comer. No miran a largo plazo como nosotros, ni sufren tanto por aquello que no pueden controlar, aunque cade vez más personas exigen la estabilidad del país.
Es en el norte y centro del país, sobre todo, donde la situación es terrible, aunque no salga en nuestros telediarios. Mucha gente está desplazándose al sur, llenando los suburbios de Bamako, la capital.
Dedicáis la memoria de la Asociación del año 22 a un compañero muerto al pisar una mina antipersona.
Era un miembro de nuestro equipo local, Ladji. El vehículo en el que viajaba pisó una mina antipersona cuando iba a visitar a unos familiares en el centro del país. No es infrecuente.
¿En estos casi 9 años que lleváis qué cambios habéis notado?
Los primeros años nos dedicamos a la restauración de lugares públicos. En cuanto a nuestro proyecto educativo, aunque el impacto es más a largo plazo, ya en las pruebas que se hacen a nivel nacional cuando terminan la escuela vemos que las notas de nuestros alumnos han aumentado. La participación en clase es alta.
La motivación del profesorado es altísima. La comunidad del barrio está también motivada y participa en todos los eventos y actividades que se hacen en la escuela. Es el punto donde todos se reúnen. Ven la escuela como un sitio lleno de vida y de actividades, de personas que se preocupan por el estado de la comunidad y del edificio. Si se cae el techo, lo arreglamos.
La mayoría de las mujeres del segundo proyecto ya están trabajando. Esto genera bienestar en ellas y en las familias. Todos se ven beneficiados.
En el proyecto ByBy de Pedro del Hierro, Djouma tiene de mentora a Mamen Sánchez y a Celia Rivero como inspiradora. ¿Os habéis reunido?
Fue un encuentro en la sede de ¡Hola!, en el despacho de Mamen. Ella, Celia, María Sañudo, directora de marketing de Pedro del Hierro, Cortefiel, Hoss Intropia, Slowlove y OOTO y yo. Ver las sinergias que se creaban entre personas de mundos tan distintos con un objetivo común fue muy enriquecedor. Las 3 estábamos orgullosas de formar parte de esta campaña tan genial.