Hace dieciséis años mi vida cambió para siempre. En un primer momento no fui consciente de las consecuencias de aquella conversación en una corrala del barrio de Lavapiés.
[Fermina Cañaveras, investigadora: "Eras una puta de campo hasta que tu cuerpo ya no les servía"]
Recuerdo que los días en Madrid eran más largos y las tardes soleadas anunciaban que el verano estaba a punto de llegar a la ciudad.
Yo estaba volcada con mi trabajo de fin de carrera, que trataba sobre la organización en la clandestinidad del Partido Comunista en Madrid en los primeros años de represión.
Fue entonces cuando conocí a Carmen, una de las militantes que entrevisté. Aquella mujer menuda y con unas ganas inmensas de vivir puso mi vida patas arriba. Ella fue la que me contó lo que sucedió en Ravensbrück, un campo de exterminio a noventa kilómetros de Berlín solamente para mujeres.
Torturas y abusos
No solo me habló de torturas, experimentos, vejaciones y maltratos. También me habló de abusos sexuales, de prostitución y de cómo en aquel infierno se desarrolló una red de prostíbulos utilizando a las reclusas.
Las más jóvenes y aparentemente sanas eran las elegidas para ser las “putas de campo”. Ella misma había conocido a algunas compañeras supervivientes que tuvieron la mala suerte de pasar por el infierno.
Me proporcionó muchos nombres y muchas historias, muy duras y dolorosas, pero la que más me llamó la atención fue la de una española que vivió en la calle Atocha que, por desgracia, terminó en Ravensbrück y fue obligada a ejercer la prostitución.
Ravensbrück, campo tabú
No os podéis imaginar cómo me sentí en ese momento. Ravensbrück es el campo tabú como a mí me gusta llamarlo, el que debe olvidarse, del que nunca se habla. Por eso no podía dejar esta historia, se me enganchó, no podía dejar de pensar en todas aquellas mujeres y lo que les hicieron. Me comprometí tanto que se convirtió en un deber.
Al principio no se me había pasado por la cabeza escribir un libro; el tiempo, los viajes, las horas buscando en los archivos, las entrevistas fueron por pura pasión y por el respeto que le tengo a la memoria.
Con el tiempo fui consciente de lo que había descubierto y de que era demasiado importante para dejarlo y no compartirlo. Por eso decidí darle forma a toda la información recabada y convertirla en una novela.
Cuatro años de investigación
Meterme en la piel de estas mujeres supuso una experiencia de gran calado, después de cuatro largos años de investigación no era la misma persona; siempre hablo de ellas como mis mujeres, mis hermanas.
Durante mucho tiempo compartí sus miedos, sus sentimientos y sus silencios. Silencios incómodos. Me comprometí tanto que, a veces, olvidaba que tenía obligaciones con mis hijos, ellos fueron los que más sufrieron las ausencias y los silencios de su madre.
Después de la investigación llegó lo más duro: escribir todo lo que había descubierto sobre el infierno y poner voz a las no vidas de tantas mujeres.
Desde el primer momento, intenté contar desde la verdad y la justicia; por desgracia la historia de lo que sucedió en los campos, no solo en los campos, también en la guerra, los exilios, la resistencia, la han contado los hombres.
Creo que era necesario poner voz a las mujeres. Mujeres que sufrieron más que los hombres el horror nazi. Fueron violadas, les arrebataron a sus hijos para asesinarlos, a miles las vaciaron.
Siempre se habla de los deportados españoles y muy poco de las mujeres, cuya lucha fue imprescindible para que los demás subsistieran. Mujeres doblemente victimizadas, que padecieron hambre, enfermedades, abortos y terribles experimentos médicos.
El derecho a recordar
Desde que comenzó este viaje tan maravilloso, duro y apasionado he sido consciente de que la memoria es imprescindible, por muy dolorosa que sea; un país sin memoria no es nada, no vale nada.
Por eso estoy convencida de que hoy más que nunca debe estar muy presente el derecho a recordar. Para mí la indiferencia es un delito, es el exterminio de la memoria, sobre todo cuando hablamos de vidas de mujeres.
Acabar con la memoria de un pueblo mediante la indiferencia y con la estrategia de dejar pasar el tiempo es la manera más burda de mostrar desprecio a las víctimas.
Creo que desde mi pequeña parcela debía contar y compartir estas historias. Historias de mujeres olvidadas para que el lector las acompañe en sus tristezas, penas, llantos, duelos y alegrías.
Estoy convencida de que las penas compartidas no son menores, pero sí son menos pesadas.
Compartir esta carga no solo ayuda a ponerlas en el lugar de la historia que se merecen, también a conocer lo que sucedió y sigue sucediendo con las mujeres.
He llorado mucho escribiéndola, intentando siempre hacerlo desde el respeto, con una mirada neutra, consciente y única. He querido describir los hechos de forma minuciosa, emocional.
Un grito sobre la violencia a las mujeres
Es una novela cargada de significados, tenía muy claro lo que quería transmitir: un grito que busca concienciar sobre la violencia ejercida a las mujeres. Es un homenaje a todas las que permanecen en la sombra, a las grandes perdedoras.
Siempre digo que fue un regalo, que fueron ellas las que me buscaron y cada día les doy las gracias a todas las mujeres que han hecho posible que, por fin, se hable de ellas.
De lo que les pasó, de lo que pelearon, sufrieron y que desgraciadamente la historia las borró, estaban condenadas al olvido.
Les animo a que lean El barracón de las mujeres (Espasa, 2023) porque esta novela es un canto al amor, a pesar del dolor.