Sólo tiene 32 años, pero ya ha ganado dos premios Goya y un nutrido número de otros premios de cine que ponen en valor su talento. Natalia de Molina encontró en la interpretación un refugio y una vía de escape para olvidar los sinsabores del acoso escolar que sufrió de niña. Fue una manera de expresar y canalizar sus emociones que, con el paso del tiempo, la ha llevado a conseguir algo con lo que ni siquiera se atrevía a soñar: ser una de las actrices jóvenes más valoradas y demandadas.
Se lanza con todos los palos y todos los borda. Su papel en Vivir es fácil con los ojos cerrados en 2013 le valió su primer galardón como actriz revelación, luego vendría otro ya como actriz principal por el drama social Techo y comida en 2016. Luego ha brillado en películas como Las Niñas, Operación Camarón, Kiki, el amor se hace... ¡Y no hay que olvidar que, además, siempre se convierte en protagonista en las alfombras rojas debido a su personal estilo!
Comprometida con los mensajes que se envían a través de la gran pantalla, esta jienense enarbola la bandera del feminismo participando como jurado en el festival Cine por Mujeres Madrid, que busca visibilizar el trabajo cinematográfico de las mujeres, mostrar su punto de vista en la creación cinematográfica y poner en valor los referentes femeninos del sector. Con este motivo, en Magas hablamos con Natalia sobre su carrera, su vida y la situación del cine en general.
¿Qué supone para ti haber sido jurado en un festival como éste donde la mujer es protagonista?
Me lo propusieron y me hacía mucha ilusión por la selección de películas y por esa mirada femenina, por supuesto, aunque también muy amplia y muy diversa del mundo. He aprendido mucho con todo lo que he podido ver.
Si todavía hay que hacer algo especial para visibilizar el trabajo de la mujer... ¿es que falta mucho por conseguir en cuanto a igualdad?
La cultura, y el cine en este caso, es un espejo de la sociedad y evidentemente en la calle y en muchas culturas del mundo las mujeres lo tenemos muy jodido. Es verdad que que en este último año hay una sensación de que se ha avanzado mucho o por lo menos de que hay más concienciación. Pero la realidad es que los números no mienten y, estadísticamente hablando, es muy difícil porque hay muchas menos mujeres que consiguen levantar un proyecto de cine y si lo hacen normalmente los presupuestos siempre son más bajos. Hay mujeres directoras, porque existimos, porque somos la mitad de la población del mundo, pero lo tenemos difícil. Aún así, creo que, evidentemente, estamos en el buen camino y ha habido muchas mujeres que han luchado duro para que a día de hoy las demás podamos hacer muchas cosas. Nosotras también tenemos que recoger el testigo y seguir el camino.
También hay que poner en valor a las directoras pioneras, las que empezaron el camino y cuyo trabajo es muchas veces silenciado a incluso invisibilizado.
Sí, aparecen muy ecuetamente. En todos los aspectos de la historia la mujer aparece como en la sombra y, en muchas ocasiones, como dices invisibles. Hay mujeres que han hecho cine en la historia y ni siquiera se las nombra, incluso tenían que firmar sus trabajos con nombre masculino o hacerse pasar por hombres para poder trabajar. La historia está llena de casos y el cine, también.
¿Crees que la visión de la mujer del cine es diferente?
Sí que es es diferente, aunque es verdad que el arte depende mucho de la sensibilidad de cada uno, independiente del género. Es diferente porque durante mucho tiempo se ha contado todo desde un punto de vista heteropatriarcal y, de repente, ahora se están abriendo miradas y pasando por los mismos temas pero desde otro lugar, desde otra perspectiva. Es una manera diferente de contar las cosas, con personajes más complejos que se salen de los clichés a los que nos han relegado durante mucho tiempo. También sirve para ayudarnos a nosotras mismas, a comprendernos, que tampoco nos han dejado.
¿Cómo ha evolucionado el mundo del cine para las mujeres?, ¿seguimos sujetas a estereotipos de belleza y edad?
Es algo que convivimos con ello día a día. No sé muy bien cómo responder a esta pregunta, pero es cierto que las actrices sentimos mucha presión, empezando por cosas como nuestra presencia en un evento, que es algo que ellos no sienten. Por lo que respecta al paso del tiempo, es innegable que muchas actrices llegan a una edad y desaparecen. No accedes a papeles y te relegan a un lugar muy pequeño. Afortunadamante, ahora hay muchas películas dirigidas por mujeres que tienen protagonistas de edad más avanzada, hay más amplitud generacional en las historias. Eso nos ayuda a no estar forzadas a ser eternamente jóvenes.
La maternidad es otro de los handicaps para las actrices....
Sí, ése es otro melón, es tremendo. Da miedo ver a muchas compañeras pensar en ser madres porque de pronto los responsables de las producciones dejan de llamar como si no pudieran trabajar, como si ser madres fuera una enfermedad.
Hablemos un poco de ti. ¿Con qué proyecto estás entre manos?
Bueno ahora estoy descartando un poco, aunque hay cosas por ahí de las que todavía no puedo hablar. Tengo una película pendiente de estreno que se llama Desmontando un elefante, dirigida por Aitor Echevarría, con Emma Suárez y Darío Grandinetti. Narra la historia de una familia, centrada en una madre que acaba de salir de un centro de desintoxicación y su hija, que es quien asume la responsabilidad de su cuidado. Es un viaje a la comunicación en las relaciones y una historia de amor maternofilial.
En tu última película, Asedio, se tocan temas como el machismo, el racismo, el acoso... El mensaje en el cine es importante y trasladar estos temas sirven para concienciar.
Hay muchos temas que trata esta película que a mí, como ciudadana, independientemente de que sea actriz, también me preocupan. Hace poco Meryl Streep hablaba de la empatía que evidentemente los actores tenemos que tener con nuestros personajes. Yo siento que la gran enfermedad de nuestro siglo es en cierta manera la falta de empetía, estamos anestesiados ante tanto horror. Por eso creo que es importante el compromiso que tiene el cine y la cultura en esto, en crear empatía con realidades diferentes a la que vive uno mismo.
Hablando de acoso, tú misma los sufriste en primera persona en tu infancia por un problema de sobrepeso, ¿cómo lo ves con el paso de los años?
Eso es algo que va conmigo, que no se llega a superar nunca del todo, es como una herida que crees que tienes cicatrizada, pero que de repente se abre con cualquier tontería. Además, creo que hoy en día del acoso escolar ha crecido mucho con las redes sociales y también hay mucho ciberacoso. Es complicado. No sé cuál es la causa o qué hacemos mal, pero obviamente hay una responsabilidad de cada uno en la dificultad de los niños a sentir empatía por los otros. Pueden llegar a ser muy crueles y considero que falta mucha edicación emocional no sólo en quienes lo sufren, también en los acosadores. Algo les pasa para tener esa violencia dentro.
¿Soñaba la Natalia niña con llegar hasta donde ha llegado?
Soñar soñaba mucho, pero de ahí a pensar que se hiciera realidad eso en la vida. Yo cuando era pequeña, mi día a día más bien era poder llegar a casa sin que me hubiese pasado nada; ésa era mi mayor preocupación. Soñaba con poder vivir en un mundo que no me juzgara tanto y poder bailar, cantar, interpretar y hacer lo que me diera la gana sin que nadie me dijera que no podía. La interpretación fue una herramienta, una terapia inconsciente para poder sacar muchas cosas de mí que no entendía; en parte me dedico a la interpretación por eso. Yo siempre digo que me siento como Cenicienta, nunca me lo hubiera imaginado.