Autoras de palabra con Rosa charla con Adriana Abenia, una de las grandes presentadoras de televisión en este país. Ha protagonizado las campanadas especiales de Navidad y grandes acontecimientos como los Premios de la Academia de Televisión y, acaba de publicar “La vida ahora” con editorial Vergara.
Adriana vivía uno de los mejores momentos de su vida en ese mundo televisivo hasta que un buen día desaparece guardando celosamente un secreto.
El 6 de octubre de 2010, Abenia tiene que cubrir un programa de televisión vestida con la misma ropa que, doña Leticia, por entonces princesa, llevó en su momento. La presentadora se desplaza a Miranda de Ebro junto con Raúl Vaquero, su cámara, y lo cuenta en primera persona.
“Allí me ocurrió algo muy grave, se quebraron todas mis ilusiones, todo lo que yo era hasta entonces. Algo a lo que prefiero no poner nombre, ni apellidos a lo que pasa y eso precipita que al día siguiente todo se vaya a 'la mierda'. Por vergüenza o por bloqueo, o porque de momento dejé de ser dueña de mí misma, lo callé".
"Mi cámara era conocedor de todo ello. También Casa Real, que me tendió una mano ese día y lo agradezco enormemente".
"Yo me incorporé al día siguiente como si tal cosa. Podría haber dicho que lo que ocurrió en esa plaza fue debido a un accidente laboral. Pero claro, el cuerpo, la mente, tiene un límite y mi cuerpo dijo basta".
"Por la noche ocurrió algo terrible, sufrí una “afasia del habla”. Y semanas después decidí volver a Zaragoza, donde siempre había sido feliz"
"Necesitaba estar a kilómetros de distancia para ver las cosas con perspectiva, porque mis inicios en la tele fueron como un ciclón, que no me permitió ni siquiera valorarlos", explica la presentadora.
"Vivía como un autómata, un robot, sin parar, y con un programa que no me cuidó, pero la culpa fue mía porque no establecí límites y, cuando las cosas se fueron “de madre” y empecé a reclamar mi sitio, el programa decidió prescindir de mí"
"Ellos me habían dado mi gran oportunidad en televisión, yo no fui capaz de tirar piedras sobre su tejado. Al contrario; los protegí. Preferí callar o inventar una coartada"
Adriana nos cuenta que su infancia fue feliz, salvo por esa educación familiar para que fuéramos los más competitivos el día de mañana. Un veneno, que ha consumido desde pequeña tratando de buscar la validación ajena.
Sus padres están completamente sobrecogidos porque no sabían lo que había dentro de las páginas.
No quiere incidir en todo lo ocurrido para que la gente no especule demasiado. Sin embargo, asevera, que "es un libro muy fuerte".