La Embajadora Anamaría Diéguez Arévalo nació el 6 de febrero de 1952 en la ciudad de Guatemala y, aunque lo hizo entre volcanes, bosques tropicales y edificios mayas, relata con ironía, nunca se imaginó que tendría una vida tan sorprendente. “Jamás, ¡era una niña buena! [sonríe]. Tuve la suerte, siendo mi papá muy humilde, de que me diera una educación en un colegio que se consideraba elitista y así, con esa educación, comenzó todo”.
En ese momento histórico de su país, relata a Magas, “era impensable para una niña vivir una biografía tan llena de viajes y conexiones. Yo salí del bachiller de aquel colegio de monjas y quería estudiar trabajo social, pero como no existía una licenciatura, una monja me despachó por mis buenas notas a Ohio, donde estudié Sociología con una beca.
Más tarde, cuando regresé a Guatemala e hice Ciencias políticas, tenía un primo que había estudiado política en España, y en esa época teníamos la idea de que ir a Europa te abría la mente y encontrabas conceptos más allá de los de un país latinoamericano sin libertad ni democracia. Así que me fui a España a estudiar sociología en la época de Franco, es decir, con mente abierta ‘entre comillas’ [sonríe], pero por lo menos comencé a estudiar otros textos”.
De vuelta a su país, “conocí al padre jesuita Ricardo Falla (1932), que sigue siendo un gran ejemplo de acompañante de poblaciones en resistencia. Eso tuvo una gran impronta en mi vida, así que hice una tesis sobre el comercio de la verdura. Imagínate [sonríe], en el año 1979 ¡me puse a estudiar Agrónomos para tratar de ayudar a los campesinos porque en mi loquita cabeza de esa edad creía que íbamos a ganar la revolución y que luego tendría la responsabilidad de ayudar a la población campesina con los cultivos”.
Al terminar estos terceros estudios, la vida la llevó a la diplomacia. “Me llevó a Mexico y ahí di un salto en mi forma de analizar el mundo, porque estando allí con mi ex marido se me da la oportunidad de trabajar en la embajada de Guatemala, así comienzo mi carrera diplomática, contestando el teléfono, y haciendo contactos con los gabinetes de los presidentes mexicanos, lo que fue una fuente de conocimiento, inspiración y crecimiento: esa era mi vida, contar mi país, hacer alianzas de mi país con el país en el que viviera. Eso me llevó a conocer a muchas, muchísimas personas”.
Tras más de una década de esa labor como embajadora en Venezuela y Alemania, “cuando llega el vicepresidente Juan Francisco Reyes, que considera que los embajadores no somos dignos de servir con ellos y nos saca de allí, regreso a Guatemala, cuido de mi padre hasta que fallece y entro como Subsecretaria de la Paz, y me conecto con la sociedad civil y la participación de sus miembros.
Eso me da una dimensión del país diferente, porque cuando Edgar Gutiérrez llega a la Cancillería le digo que quiero regresar, y regreso hasta 2008 como Viceministra, encargándome de la integración centroamericana y de la relación de la UE con América latina para llegar al Acuerdo de asociación, que es un poquito mi bebe”.
Sin embargo, aún vendrían otras situaciones mayores. “Después [sonríe] llego a ser viceministra y tengo la gran distinción de ser embajadora en España 5 años y medio, con dos gobiernos, y después regreso a Panamá donde conseguimos muchas cosas. Desde hace un tiempo, soy parte de la sociedad civil, y mi función es tender puentes, buscar al país, buscar un objetivo que haga que podamos no magnificar las diferencias en aras de un objetivo mayor que es la democracia, la libertad de expresión que ha estado en juego”.
Tras las recientes elecciones, en las que “he sido fiscal de mesa”, se muestra optimista, “las fuerzas del mal tienen mucho que perder con todo el dinero de la corrupción y siempre están buscando argucias legales para torpedear los procesos. Creo que regresa a los ciudadanos la nueva posibilidad de reunirnos para ser uno solo y defender a Guatemala”.
Nueva Guatemala
¿Qué mujeres la han marcado?
Ha habido varias personas que han marcado mi vida. Lastimosamente, las mujeres tienen un papel menor, pero no menos importante. Cuando regresé a Guatemala resaltaría a Jorge Briz y a un abogado, Eduardo Mayora, de una universidad neoliberal, un jurista con una claridad que me ha hecho estar muy cerca de él.
Mujeres, a Connie de Paiz, una empresaria que ha participado a nivel gremial en todas las actividades donde se buscan conferencias; o Rosa de León en la sociedad civil, dirigente desde los años 90 con la habilidad política en la sangre, siempre que ha habido movimiento, ella ha estado articulando.bTengo estos referentes a mi lado, y destacaría también a Catalina Soberanes, presidenta del congreso…
Afirma que existe una generación en Guatemala que se quedó sin opciones…
Sí, porque nos mataron una generación y por eso, los jóvenes que llegaron tras los maestros, muchos se quedaron callados, pero lo que estamos viendo ahora en mi país es un resurgir de la inteligencia, de la voluntad y un resurgir de la esperanza. Queremos un mejor país y vamos a luchar por él.
Sin embargo, cree que los jóvenes ahora sí que están impulsando un nuevo futuro…
Tenemos un acervo de sabios. Y es importante resaltar a los sabios jóvenes. Estos sabios de poca edad me han llenado el corazón porque siento que viene una nueva generación moral que está surgiendo de gente preparada, perspicaz y con capacidad de análisis y de comunicación y que no está en la radio sino en los podcasts y en YouTube, donde los nuevos jóvenes son más despiertos y logran sus acciones de defensa de la democracia con un bagaje intelectual más sólido.
La importancia del análisis
Resalta a menudo la ‘capacidad de análisis’ más allá de la formación propiamente dicha. ¿En qué cree que se fundamenta?
En leer mucho y de muchas fuentes. Desembarazarse de criterios preconcebidos. Si te quedas con los viejos paradigmas del siglo pasado, que si los neoliberales y los marxistas, si todo lo ves así, no vas a poder avanzar.
¿Ha cambiado su círculo?
Se ha ampliado. Ahora mismo yo estoy dentro del grupo de personas con las que me relaciono y los molesto mucho a todos, pero ¿quién me hubiera dicho que sería amiga de un neoliberal? La ciencia ahora mueve muchas variables, no hay que encasillarse en una verdad y analizar bien los cambios que vienen. Muchos.
¿A qué se refiere?
A las nuevas tecnologías, a ChatGPT y la inteligencia artificial y a la rapidez de las redes. Me explico: ya no tienes que buscar explicaciones de cincuenta páginas, sino que haces un tweet o un TikTok y en cinco segundos se traslada una idea. Se han roto los paradigmas políticos y comunicativos y eso nos hace necesario tener mentes que no se deben dispersar, necesitamos rigurosidad científica.
Estoy haciendo estos días una pequeña formación online en Oxford sobre instituciones democráticas en regímenes autoritarios y lo que más he sacado es que no debemos cerrarnos en una idea fija como si fuera verdad, sin más, sino abrirnos al diálogo, lo cual no significa abandonar nuestras convicciones, todo lo contrario.
Guatemala y los huipiles
¿Cómo le gusta a usted describir su país?
Es difícil describir Guatemala. Yo creo que tiene algo único, que es su gente. Amable, servicial, sonriente y que apoya a quien lo pide, eso viene de los indígenas. A veces lo critican porque es una calidad de sometimiento al más fuerte, pero es una característica que enamora.
La gente ama a la gente de Guatemala porque se siente querida. Y luego está el paisaje, verde, con montañas y volcanes activos, que erupcionan y lanzan su lava por la noche, con lagos maravillosos y bosques.
¿Y en relación a su cultura?
Tenemos una increíble herencia indígena, con una población que vive de acuerdo a sus costumbres, no para que los turistas la observen, es que sus fiestas y celebraciones son así, con el primero de noviembre para conectar las almas de los muertos del camposanto, las ferias de cada pueblo, con sus santos, en las que las mujeres se ponen los huipiles más lindos, y la comida especial.
La Semana Santa es conocida por todo el mundo, es sobrecogedora. Sientes el amor, el fervor cristiano hacia eso y, a la vez, el santo pagano que sale en procesión y ambos se persiguen y se encuentran. Con mucho respeto le pides que saque los malos espíritus y traiga las cosas buenas.
Esta mezcla sincrética de creencias religiosas que existen, que no son pegadas para el turismo, sino vivas, lo hace muy especial. Las tradiciones hay que buscarlas con respeto, no como un show. Son, sin duda, una vivencia y como tal las observas y las vives desde dentro de tu corazón.
He podido saber que colecciona huipiles…
Sí. Desde los años setenta, siempre fui un poco diferente [sonríe]. El huipil era por aquel entonces de los indios, pero a mí me parecían piezas my lindas y los coleccionaba y años más tarde en eventos cuando fui diplomática me sirvió mucho porque la gente del exterior sí aprecia el trabajo que hay en ellos, la belleza y el colorido. ¡Y las historias que cuentan! Porque no son solo colores mezclados, los huipiles tienen la profundidad del pueblo, el conocimiento y la tradición.
Me ha gustado que otras mujeres únicas puedan lucirlos, y admirarlos, como Cruz Sanchez De Lara que los luce maravillosamente. Como pequeña coleccionista sería lindo que mi legado fuera a un nuevo museo de arte, de lo que somos como guatemaltecos dignos de cualquier parte del mundo. Somos un país increíble y el mundo cada vez lo conoce más.