En Italia, la tierra donde sus abuelos Rafael y María Teresa León vivieron el segundo exilio, Marina Alberti estrenó mundialmente Aitana.
"Una hija obsesionada por la pérdida de memoria de su madre", es el punto de partida de este debut en la dirección de la reputada productora asentada en Tenerife.
Al contar sobre esa obsesión, Marina reivindica la figura de su madre, la también escritora Aitana, que se dedicó a divulgar la vida y obra de sus padres. Con la primera proyección en el Festival Internacional de Cine de Venecia, Marina Alberti abre una nueva fase de este largo proceso que inició cuando su madre Aitana tenía 75 años y ya daba indicios de sus recuerdos extraviados.
"Me apetece muchísimo conversar con el público y escuchar qué les remueve esta película", afirmaba en Venecia la directora y productora (Blanco en blanco, Ellas transportan la muerte) formada en Cuba.
"Aunque Aitana trata de una familia concreta, tiene una conexión universal con cosas que todos vamos a vivir", sostenía Marina Alberti, "como la vejez de nuestros seres queridos, la historia de dónde venimos, la continuidad".
Tomando en cuenta que se trata de una historia íntima y hasta dolorosa, ¿por qué decides hacer Aitana?
La pérdida de la memoria es algo con lo que me he criado. Mi bisabuela [Oliva Goyri] y mi abuela [la escritora María Teresa León] perdieron la memoria, algo que ha obsesionado a mi madre durante toda la vida.
Ella estaba constantemente pensando que iba a tener Alzheimer, de hecho cuando la abuela se enfermó en aquel momento ni siquiera se hablaba de esa enfermedad, era una especie de demencia, muy doloroso para los familiares.
Desde siempre he tenido una especie de conexión con mi abuela, por el parecido físico, por cosas que me contaba mi madre, por sus textos; ella ha sido como un fantasma que estaba a mi lado.
Quería hacer una película sobre mi abuela, quizás no tanto autobiográficamente, pero sí basándome en ella, pero al final terminé haciéndola con mi madre. Ella es el epicentro de la historia, aunque habla de varias generaciones de mujeres de la familia.
Al incluirme y colocarme frente a la cámara, también es una manera de estar con ella, de acercarme desde otro lugar que no fuera el del personaje público con el discurso más elaborado, de la familia o de sus padres que eran escritores famosos. Yo quería un poco romper eso para adentrarme en algo más cercano y más profundo.
El punto de partida es precisamente la progresiva pérdida de la memoria, ¿cómo asumes el proceso de realización?
Fue durísimo. Al principio me costaba ver el material. Los cineastas solemos partir de cosas autobiográficas, pero al plantearos cuál es la historia, qué es lo que estamos contando, nos distanciamos para darle universalidad, para que más allá de una historia concreta mía, de mi madre, de mis abuelos, de la historia de España, sea la de una hija obsesionada por la desmemoria de su madre.
Duró mucho, pero conseguí acercarme al material desde un lugar, ya como cineasta, sin que me viera a mí misma, sino viendo a una hija con su madre en su habitación y en esa cama, que es como una especie de máquina del tiempo desde la cual vamos a evocar lugares y personas; en ese espacio también es donde coinciden una mujer casi centenaria con una niña recién nacida, mi hija.
La película se llama Aitana porque al final los nombres son elementos de resistencia, de permanencia en la historia. Por eso mi hija también se llama Aitana.
Tu madre se pasó la vida reivindicando la obra de tu abuela. Ahora en cierto modo haces lo mismo con ella. ¿Cómo es para ti estar en un extremo de esa cadena del legado de las mujeres de tu familia?
Siento que he roto con esa trayectoria vital de mi madre, con Aitana estoy haciendo una especie de exorcismo. También es cierto que cuando leo la obra de la abuela, cuando veo cuestiones familiares o históricas, ya las miro desde otro lugar. Mi vida es un devenir de situaciones que experimentaron mis abuelos viviendo en el exilio.
La carga del legado sí la vivió mi madre, además ellos estaban muy unidos. Aunque mi abuela tenía otros dos hijos, mis abuelos y mi madre formaron una triada; como ella siempre lo dice, fue la niña que llegó para de nuevo darles amor y amor hacia la vida porque los abuelos venían de momentos muy difíciles en España.
Mi madre reivindicó durante toda su vida la obra de la abuela y del abuelo, por lo que creo que para ella también ha sido muy difícil el peso del legado. Es difícil ser hija de figuras como ellos, con personalidades tan fuertes y que vivieron tanto. Yo no llevo esa carga, de hecho no la quiero para nada, pero me fascina.
Y he conseguido que me fascine desde la distancia porque este corto ha sido un medio para acercarme a mi madre desde otro lugar, y también me ha permitido descubrirla en otros sentidos, de alguna manera me era desconocida.
Estamos construidos de recuerdos, pero en el caso de tus abuelos y de tu madre implica también la Memoria histórica, ¿esa es otra carga?
Venimos de una familia en donde todos han escrito sus memorias, la abuela, el abuelo y mi propia madre, entonces al final los recuerdos se mezclan porque aunque estén escritos, lo que recuerda mamá no sé si es porque lo escribió la abuela o ella lo recuerda porque lo vivió, inclusive los hitos históricos.
En Aitana queda claro que al final de la vida queda la historia, la Memoria histórica, porque por eso estamos ahí en ese momento, hablamos de las casas, de cómo los exiliados tienen siempre un entramado de solidaridad fundamental para poder continuar viviendo, pero lo más importante es la permanencia de los cuidados y del cariño.
Como dice mi madre: ‘yo no recuerdo estar en el aeropuerto cuando ellos [Alberti y León] llegaron a Madrid después de un exilio tan largo, pero sí recuerdo que mamá tenía una sonrisa muy bonita’.
Creo que hay que asumir la carga familiar, del dónde venimos, como es fundamental hacernos cargo de la Memoria histórica como pueblo que somos, de lo contrario, como decía José Martín, ‘estamos condenados a ser esclavos’.
¿En qué sentido ha sido Aitana un exorcismo?
Recuerdo a mi madre obsesionada con la pérdida de la memoria cuando yo tenía cinco o seis años. Pero cuando fui creciendo lo veía lejano, hasta que me acerqué a mis 41 años, la edad con la que ella me tuvo. Para mí ha sido un exorcismo en todos los sentidos, por una parte, en romper con esa carga tan grande para mi madre de ser hija de escritores tan importantes, pero también en lo referente a las dificultades, porque al final una familia exiliada de alguna forma se desestructura y es complicado mantener los lazos.
También me he dado cuenta de que en ese ejercicio de la memoria, yo también me he permitido hacer licencias narrativas y lo voy a seguir haciendo con la memoria familiar y con la general.
Aitana se desarrolla básicamente en la habitación de tu madre, llena de fotos, libros, cuadernos, objetos, es como un microcosmos, quizás parecido a donde creciste. ¿Qué tan difícil fue decidir hacerte de tu propio mundo?
La verdad que no la recuerdo como que fuera una decisión difícil, sino que ocurrió de una manera orgánica. Yo no rechazo ese mundo artístico y cultural, mi casa ha sido como un mapa de la memoria, siempre ha estado lleno de fotografías, era como un revisitar constantemente el pasado.
De niña escribía cuentos, además el cine siempre estuvo presente en la familia, al final me decanté por la narrativa cinematográfica. Yo no lo veo como una ruptura, soy una narradora en otro sentido, y mi herramienta es el cine.
Aitana Alberti ha mencionado en una entrevista lo difícil que fue para ella deshacerse de los complejos para autodefinirse como escritora. ¿Alguna vez percibiste sus inseguridades?, y ¿de qué manera ella reforzó en ti el construir tu propia identidad?
No fui consciente de sus inseguridades. Mi madre siempre ha sido una persona muy enigmática, magnética, con un mundo interior muy vivo y dinámico. Se levantaba muy temprano, y siempre la recuerdo leyendo, escribiendo.
Me inculcó independencia y fortaleza, al final por ella soy la mujer que soy hoy en día. No era una madre sobre protectora ni mucho menos, me dio mucha libertad. Yo tuve una seguridad más allá de las inseguridades que podemos tener todas debido a la sociedad en la que vivimos, en donde las mujeres tenemos que esforzarnos más para poder encontrarnos y tener una cierta confianza para dar pasos en lo que queremos hacer.
En ese sentido, mi madre fue completamente una cómplice para que yo pudiera hacerlo desde esa libertad y seguridad que me dio.
¿Cuál es el futuro que te espera desde el punto de vista artístico?
En la productora El Viaje Films (junto a su también compañero sentimental el cineasta y productor Jose Alayón) tenemos varias películas en diferentes procesos. Estamos también en fase de desarrollo de mi primer largometraje, y aunque todavía es algo muy incipiente, no me gustaría que pasaran muchos años.