Es pintora, escenógrafa, actriz, directora de escena, dramaturga, una artista renacentista contemporánea, una gallega emprendedora y osada que recorre el mundo con sus instalaciones, puestas en escena y direcciones de teatro y ópera o circo.
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Reivindica la periferia y lo periférico, los espacios mágicos, lo telúrico y, especialmente en esta etapa de su vida creativa, el color, como fuente de inspiración, de investigación y de transformación.
Marta Pazos nace en Pontevedra en 1976, estudia Bellas Artes en Barcelona y con solo 23 años crea su propio espacio, un estudio de pintura, expone en galerías y funda su primera compañía de teatro.
Se define como ecofeminista, trabajadora incansable y defensora a ultranza de los procesos, una osadía por su parte en estos tiempos, los nuestros, de inmediatez y resultados que impactan aquí y ahora, sin pretensiones de desarrollo sostenido ni sostenible.
Vive un momento, o momentazo, como ella misma dice, luminoso y pletórico; acaba de presentar en la Cuatrienal de Praga una instalación impactante que nos habla de empoderamiento, ha creado un inmenso útero amarillo fluorescente de tres metros de altura, un espacio místico que transforma las percepciones de los muchos visitantes de la National Gallery, que se introducen en la pieza a través de una gran ranura viva.
En los últimos años, ha dirigido para el teatro, SAFO, sobre la gran poeta griega, o diosa pop, interpretada por Cristina Rosenvinge, que se vio en el Festival de Mérida, en el Teatre Romea y Teatros del Canal, entre muchas otras plazas.
En 2019 le llega la primera propuesta de dirigir una ópera de la mano del Teatro Real y desde entonces no ha parado. Je suis narcissiste, de Raquel García-Tomás y con libreto de Helena Tornero, recibe el Premio Alicia de la Academia de la Música Catalana, entre otros muchos. Después llega la dirección de la primera ópera gallega del siglo XXI, La amnesia de Clío, con Cía. Voadora, compuesta por Fernando Buíde y con libreto de Fernando Epelde, de la mano de la orquesta compostelana Real Filharmonía.
Y en febrero de este año ha dirigido Alexina B. también de García-Tomás, inspirada en una persona intersexual, cuyo estreno mundial tuvo lugar en el Gran Teatre del Liceu.
Además, ha dirigido el espectáculo de circo Twist, en el Price de Madrid, estrenado en 2022. Y recientemente la colorida pieza titulada SODA interpretada por sus hijos, Olivia y Noel, para el Festival 10Sentidos de Artes Vivas y Acción Social, que le ha permitido conectar con su propia infancia a través de la ilusión más pura.
Atesora una larga y prolífica trayectoria, primero 10 años trabajando como actriz y directora de escena y posteriormente 15 años ilusionantes, con más de 20 producciones escénicas, al frente o de la mano de Voadora, compañía de teatro interdisciplinar, un referente en la vanguardia escénica española, que Pazos crea en 2007 junto a sus socios Hugo Torres y José Díaz.
Desde su primer espectáculo titulado Periferia, ha dado a luz proyectos como La tempestade en 2014, El sueño de una noche de verano y Garage en 2017 o Siglo mío, bestia mía en 2020 para el CDN y otros muchos, hasta su despedida en mayo del año pasado con el estreno de la pieza Hoax Hamlet en el Festival compostelano Escenas do Cambio.
Desde entonces, Marta Pazos, voadora de sus propios sueños y esfuerzos, trabaja, investiga, dirige, viaja y vuela sola, pero siempre rodeada de equipos extraordinarios, como los que han dado y seguirán dando vuelo a la plasticidad de sus espectáculos.
Estudia Bellas Artes para dedicarse a pintar, ¿cuándo toma la decisión de expresarse artísticamente a través de las artes escénicas? ¿Cómo y por qué se produce esa simbiosis entre arte y acción?
Se produce porque, estudiando la asignatura Historia del Arte Contemporáneo en segundo de Bellas Artes, descubro referentes femeninos que vienen del arte de acción, como Marina Abramovic, Ana Mendieta, Yoko Ono, Louise Bourgeois o Hanna Wilke, que producen en mí un gran interés; empiezo a estudiarlas, a leer sus biografías, y comienzo a producir una obra, casi sin saber, por entonces, lo que era eso, ya con perspectiva de género.
También hago un trabajo inspirado en el registro de una performance de Carles Santos en la Galería Metrònom de Barcelona en los años 80, en la que él mismo se clavaba la mano a un piano, que me impactó muchísimo y me hizo cuestionarme muchas cosas acerca de la realidad y la ficción en las artes vivas.
Aunque en aquel momento inicial mi obra era de pintura figurativa, se empezó a producir una unión entre lo que yo estaba haciendo y la acción, y eso fue decisivo. Además, en 1997, participé en un taller en el Festival Temporada Alta, con la Fura dels Baus, sobre Macbeth, un taller de teatro digital en el que interpretamos una versión furera de la obra de Shakespeare, en Friburgo (Suiza) y en el Teatre de Salt en Girona, al mismo tiempo. Esa fue la primera vez que me subí a un escenario y ya no me volví a bajar.
¿De la conjunción de esas experiencias nace su necesidad de fundar su primera compañía de teatro?
Sí, en 1999, al terminar la carrera, fundo mi estudio de pintura y se funda la Compañía Belmondo. En aquel momento no sé lo que quiero hacer, pero sí tengo claro que aquello para lo que me había formado durante cinco años, es decir, para estar en mi estudio pintando – y estaba exponiendo en galerías — ya no me llenaba.
Siguiendo mi instinto, que es mi gran tesoro, me dije, no sé lo que hay al otro lado, pero sé que esto ya no me hace feliz. Entonces lo cierro y decido irme al mundo del teatro.
Fundo Cía. Belmondo y la utilizo para investigar sobre lo que no sé hacer, y así he seguido haciendo durante la mitad de mi vida, porque he tenido compañías a lo largo de 23 años. Empleo las compañías como plataformas de investigación y de aprendizaje, he tenido el privilegio de poder hacerlo así, de tener una formación escénica completamente empírica.
¿Se considera una creadora de sí misma por sí misma? ¿Una emprendedora nata?
Sí, soy una mujer emprendedora, aunque no tengo esa percepción de mí misma. Hablándolo con mi madre, ella dice, no sé de qué te extrañas, siempre has sido así, curiosa, inquieta. Me gusta crear sinergias con la gente, crear equipos, lo hago desde niña, y tengo una formación autodidacta y nada ortodoxa.
Viene de la periferia y además la reivindicas. ¿Cree que su Galicia natal, su geografía y orografía, el paisaje, su fortaleza y belleza, han conformado su personalidad?
Sí, absolutamente, es mi contexto, sigo viviendo aquí y creando desde aquí para el mundo. Sus tradiciones, su fuerza, su afouteza, la garra y esa cosa de tirar para adelante.
También el concepto de matriarcado, la conexión con el simbolismo, con lo mágico, lo telúrico, las meigas, todo eso ha marcado muchísimo mi voz artística, porque está aquí y es lo que he mamado y vivido.
Conceptualmente, me interesa mucho la periferia, los lugares que están fuera de foco, lo pequeño, lo inesperado, lo extraño, todo lo que forma parte del léxico periférico.
Los 15 años de trayectoria, el viaje, la familia creadora y las experiencias junto a su compañía Voadora, ¿qué le han supuesto y aportado? ¿Cómo ha sido, y por qué, la decisión de cerrarla o morirla?
Yo trabajo desde el ecofeminismo, para mí es muy importante respetar la naturaleza y tratar la creación y los proyectos como organismos vivos y, por lo tanto, respetar los ciclos, la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Así que, no es que yo me haya ido de Voadora, sino que la compañía ha llegado a su madurez y se ha cerrado, y además se ha honrado ese cierre, para dar lugar a que vengan cosas nuevas.
Ha sido un final precioso y lo hemos hecho a la altura de lo vivido. En nuestra cultura occidental no se honran los cierres, los finales, como en otras culturas en las que se festeja la muerte, pero nosotros queríamos hacerlo de esa manera, queríamos festejar. Creo que es importante el concepto de celebración.
Hemos estado 15 años trabajando juntos, somos una familia, y ahora ha llegado el momento de soltarnos las manos, de poder hacer, cada uno de nosotros, nuestros proyectos por separado. Y eso no tiene por qué venir de conflictos, ni de cansancio, sino sencillamente de ser conscientes de que tenemos que volar, por algo la compañía se llama Voadora. Y eso hemos hecho, cerrar este ciclo de nuestra vida juntos, como solo nosotros sabemos hacerlo, con un espectáculo, con nuestro arte, así se estrenó Hoax Hamlet en el Festival Escenas do Cambio 2022 en el Museo Centro Gaiás de Santiago de Compostela, que fue una celebración.
Voadora, compañía y productora, ha sido la estructura que me ha permitido desarrollarme, crecer escénicamente, hacer producciones más grandes. A partir del año 2016 empiezo a compaginar trabajos con otros centros de producción que me llaman a mí, fuera de la compañía.
Ha sido un privilegio poder trabajar con el equipo de Voadora, con los mismos valores, la misma relación con el trabajo, de respeto.
Ha sido también un crecimiento personal enorme, muy bonito, emocionante, al empezar nadie tenía hijos, ahora los tenemos.
¿Cómo se acerca a las propuestas o cómo elige los proyectos? ¿Desde dónde decide emprenderlos? ¿Por intuición, por un pálpito, o más cerebralmente?
Trabajo igual que se trabaja en pintura, hago trípticos o polípticos o dípticos, las obras no están aisladas, sino relacionadas unas con otras, las genero o produzco yo y otras veces recibo convites, es decir, la propia estructura de producción me dice, queremos que vengas aquí, y me dan carta blanca para trabajar, lo cual es maravilloso.
El convite no es lo que me genera el proyecto, el proyecto, yo lo tengo desarrollado previamente, o tengo la idea, y es entonces cuando se producen sinergias.
No acepto nada que no me palpite, elijo aquello che mi ha colpito, como dicen los italianos, tiene que ser algo que me remueva o que esté conectado con el concepto artístico o la temática que yo esté trabajando en esos años. Así voy configurando una trayectoria de coherencia.
Me parto el pecho en cada proyecto, por eso necesito entenderlo desde ahí. Y trabajo así, no solo con los proyectos escénicos, que son hermanos unos de otros, sino también con las piezas de arte. Se trata de no trabajar el concepto de obra maestra, la master piece, sino de trabajar el proceso.
Yo amo los procesos profundamente, me interesan muchísimo, incluso llevo años monitorizando mis procesos para desarrollar una metodología de trabajo basada en eso, en el respeto al proceso.
Todo repercute en el cuidado y también me hace funcionar como una antena, pensar: me gustaría que pasara tal cosa… Y de repente eso se materializa.
¿Eso le ha pasado precisamente con su manera de entrar en la dirección de espectáculos operísticos?
Sí, sí, totalmente, y de una manera casi olfativa; es verdad que, un día, saliendo de presentar El sueño de una noche de verano, caminando por las calles de Santiago, le comenté a mi marido: creo que me vendría bien dirigir ópera, creo que lo haría bien. Y pocos días más tardes me llamaron para dirigir una ópera y al día siguiente para otra. Esas cosas a mí me pasan.
Algo así como estar conectada con el Universo
¡Eso es! Sí.
¿Qué universo nuevo de posibilidades le ha aportado la ópera contemporánea?
Para mí la ópera es divertidísima y me da muchísimo gozo dirigirla, desde el inicio he sentido bienestar, seguridad, al enfrentarme a la dirección de ópera; soy hija de músico, la música siempre ha empapado mi obra, hay una relación íntima y personal con la música y además a la hora de dirigir siempre he orquestado muchísimo, me resulta natural.
La ópera sublima mi trabajo, es una maravilla. Es mucho más compleja que el teatro, porque intervienen más agentes, para empezar, hay dos directores, el de escena y el musical, dos autoridades enlazadas que se tienen que entender.
Es cierto que, hasta ahora, he dirigido ópera contemporánea y en los tres casos he tenido la oportunidad de trabajar con los compositores, lo cual ha sido fascinante, es trepidante cómo les funciona la cabeza y es maravilloso poder estar dos o tres años trabajando con la partitura. Y el día a día de los ensayos de ópera es algo increíble, con una soprano, un barítono, poniéndote los pelos de punta.
¿Más óperas vendrán?
Sí, y serán proyectos que combinarán la ópera contemporánea con la de repertorio.
¿Ha notado muchas diferencias, o no tantas, entre trabajar en España o fuera de nuestras fronteras? En cuanto a posibilidades, formatos, interés por su obra, calidades, presupuestos, cuidados…
Eso es algo que tiene que ver con las políticas culturales de cada lugar, el trabajar en países donde la cultura es muy respetada, influye en el contacto con los artistas, te hacen sentir supervalorada, es una cuestión de base.
La verdad es que, en la actualidad y en cualquier teatro de España, me tratan superbién, pero no debo o no puedo pensar esta pregunta desde mi momento actual, de privilegio, sino con relación a lo que está pasando en España, con la cultura y con la censura que hay, encubierta o no.
A mí personalmente, en España me tratan muy bien y fuera me tratan genial, pero la realidad aquí, es que me gustaría que tuviéramos otras políticas culturales, que los niños y las niñas tuvieran más relación con la cultura y se les trasmitiera que tiene extrema importancia. Bueno, es un pensamiento muy lorquiano.
En el triángulo conformado por arte / crítica / venta, ¿cómo se maneja? ¿Tiene en cuenta los tres vértices a la hora de crear, e influye, o no, en su obra?
Los artistas formamos parte de una industria, de eso no cabe duda. Para mí tiene que ver con algo relacionado también con el proceso. En los primeros años de tu vida artística te preocupas mucho por la búsqueda de tu voz propia, y en esa búsqueda, a veces, tienes que transformarte, para entrar en sitios, para que te elijan, para ser querida, para tener buenas críticas… como si buscaras fuera de ti.
Lo que he aprendido con los años es precisamente lo contrario, no ir hacia fuera de mí, sino trabajar desde lo más genuino de mí, además de tener coherencia artística y emocional, es decir, estar alineada.
Esto a veces no coincide con el beneplácito de la crítica, con la venta o con la aceptación del público, por eso mismo me importa tener un proyecto artístico sólido, que tenga sentido para mí, y no buscar la obra maestra ni la obra total cada vez que hago algo, eso es agotador. Y, además, el gusto o el interés de los demás y la venta de la obra, responde a muchísimas cosas que, generalmente, no tienen que ver contigo.
Esto es una carrera de fondo, yo voy a ser artista toda mi vida, quiera o no quiera, pague mis facturas o no pueda pagarlas, es algo que no puedo desvincular de mí. Lo que hago es intentar ser una artista rigurosa, muy trabajadora, y conectar con el entusiasmo a la hora de generar equipo, trabajar con respeto y por sanar los entornos de trabajo, estoy concentrada en eso.
Y si, además, el arte que genero, gusta y se vende, pues perfecto. Ahora está pasando y estoy siendo muy feliz. Lo que funciona y gusta eres tú, que seas tú, que estés lo más próxima posible de ti misma.
Con su personalidad artística y esa expresividad plástica tan propia y poderosa, ¿cómo conjuga el ser usted misma, con la permeabilidad, la flexibilidad, la escucha, la capacidad de empaparse de la creatividad de otras y otros artistas, cuando trabaja en equipo?
Más buena seré yo cuanto más bueno sea mi equipo. Es verdad que hay algo en mi plástica muy personal y propio, pero crece y se nutre con lo que recibo del intercambio con otras y otros artistas. Precisamente por eso dejé la pintura y me fui al teatro, porque quiero trabajar con gente.
Al fin y al cabo, sigo pintando, pinto, pero ahora en lugar de pintar con óleos pinto con luz, palabras, vestuarios míos o de otros artistas, con personas. Y eso es lo que más me gusta. Propongo el concepto y después trabajamos.
Dirigir es decidir, al final las decisiones últimas son tuyas, pero lo que me interesa es lo que hacemos juntas y las personas en las que nos transformamos, juntas.
Es relevante y muy llamativo, en su obra, la presencia y el uso que hace de los colores, confiriendo ese impacto visual que salta y resalta a través de sus propuestas. ¿Qué significan para usted los colores y de dónde viene esa pasión o característica suya?
Viene de mi reafirmación como pintora, de la necesidad de ir hacia la esencia. Cuando pintaba hacía eso, un trabajo de forma y figura, lo mismo que hago hoy en día. Para mí, el color está muy relacionado con la vida, con la alta vibración, el color es como el agua y es contagioso, se va filtrando, y eso me interesa muchísimo.
¿Qué está investigando actualmente, alrededor del color?
Sobre todo, con las piezas que estoy presentando en los museos, estoy dando un paso más allá del color, estoy investigando sobre el hecho de producir cambios en la percepción, conseguir que veas colores que realmente no existen. El color me permite que tú entres en otra dimensión.
Hablando de color hablemos de MATRIA, que se ha presentado en la prestigiosa Cuatrienal de Praga 2023. ¿Investiga sobre la sinestesia en su instalación artística?
La Cuatrienal de Praga es el evento más importante del mundo de arquitectura y escenografía, se celebra cada cuatro años desde 1967, es una pasada estar ahí.
Sí, con mi pieza estoy provocando un organismo sinestésico a través del efecto Bezold, una ilusión óptica que produce una filiación del color, y te hace ver colores que no están.
Matria es una obra sobre la transformación y produce literalmente una transformación, porque cuando te introduces en la pieza, por una ranura inmensa, sin saber a dónde vas, entras en un espacio amarillo flúor, y al girarte te das cuenta de que has entrado por una vulva de tres metros de altura.
Como todo es amarillo pierdes la noción espacial y el color actúa sobre tu percepción, te envía una información, a través de los ojos, que va directamente al cerebro, y cuando sales de la pieza lo ves todo de color púrpura, el complementario del amarillo.
¿Consigue transformar la mirada del otro sobre el mundo?
En este caso no solo la mirada sino la percepción. Además, para las personas daltónicas es diferente, es un mundo fascinante. El color produce frío, calor, bienestar, desconcierto… Es un camino de investigación, un proyecto artístico a muy largo plazo que estoy desarrollando en producciones teatrales, operísticas y/o museísticas y también en mi trabajo pictórico, porque he vuelto a pintar.
Teatro, ópera, instalaciones… está en un momento de su carrera luminoso y pletórico.
Absolutamente, estoy feliz con mayúsculas, haciendo cosas muy bonitas en sitios soñados, es un momento precioso, incluso estoy cerrando proyectos para 2026. Es un privilegio. Estoy muy concentrada en disfrutar, en celebrar, y en que el estrés no pueda conmigo, que no reste.
La celebración es la verdadera revolución de este siglo. No voy a pensar que esto no me va a durar toda la vida, o por dónde me va a venir la ostia, voy a celebrar, y si me muero mañana, me moriré como viví, muy en el presente y con presencia plena.
¿Permitirse la celebración es fundamental?
Ese es el verbo, permitirse. Permitirse a una misma. Y más, si somos mujeres, que tenemos el techo de cristal, el síndrome de la impostora, la conciliación laboral, etc.