Autoras de palabra con Rosa se cita con la arquitecta y escritora Alba Carballal. Ha sido redactora en la revista Arquitectura Viva y guionista en los programas de Late Motiv. En 2019 debutó en la ficción con Tres maneras de inducir un coma que resultó finalista del XV Premio Dulce Chacón de Narrativa Española. Acaba de publicar con Seix Barral: Bailaréis sobre mi tumba (2023). En ella, hace un recorrido por la Galicia consensuada ante la barbarie y la aberración de una vida marcada por el chapapote y la historia de la contracultura de todo un país.
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Más de 200.000 toneladas de crudo navegan en el buque tanque griego Andros Patria por la costa coruñesa, lugar donde naufraga y a través de una grieta deja en el mar 50.000 toneladas de fuel, allá por 1979. Trece años después, la vida marina de la misma costa es destruida, aniquilada por el petrolero gallego El mar Egeo. Un barco, El Prestige, fue el culpable del desastre en 2002 contaminando con chapapote la misma costa. Tres barcos hundidos, causantes de tragedias ambientales y sociales.
Visto así bien podría parecer que el mar muere y se recupera y en ese tiempo no somos capaces de guardar en la memoria tales desastres. Ha sido algo recurrente en la historia de Galicia y aunque la autora se centra en los tres últimos barcos, hubo otro, El Urquiola justo tres años antes del Andros Patria.
“Cuando llevas varias décadas sin que se hunda nada, piensas que pronto toca, es una sensación que tenemos muchos en Galicia”, dice la autora.
"No se le ha dado la relevancia mediática y social que tiene a nivel ecológico algo tan importante como fue El Prestige, que se recuerda el más salvaje en el mundo, el más catastrófico. No se ha puesto sobre la mesa con la misma fuerza que otros temas como puede ser ETA. No están con el mismo peso la crisis ecológica, ni los petroleros, tampoco los vertidos de la fosa atlántica; bidones que llevan más de 50 años y que nadie sabe muy bien cuánto tiempo aguantarán" añade, "los incendios forestales son otra de las catástrofes que deberían tener un enorme peso en la vida pública de este país".
Galicia fue una punta de lanza del movimiento ecologista en España. No fue la única, también en Andalucía, Cataluña, Castilla. Pero es verdad que la propia singularidad de Galicia, sobre todo el mar, hicieron que se centrase en el ecologismo marítimo. En 1984 donde ya está el Xurelo, un pequeño barco que se enfrentó a una fragata holandesa para evitar un vertido de bidones nucleares en la fosa atlántica.
Greenpeace en España se fundó después de que Rainbow se hubiera enfrentado a la flota ballenera tratando de impedir sus capturas.
Es decir, mucho antes de los años 70 había asociaciones ecologistas en Galicia vinculadas al mar. La tradición ecologista tiene también algo ancestral en el cuidado de la tierra que hemos heredado de generación en generación.
No es algo que se haya inventado en los años 70. Galicia siempre ha estado muy vinculada a los medios a los que pertenecen: el mar y la tierra.
Juzgar el ayer con las gafas de hoy es inevitable.
Yo intento decirlo y sacar las tripas del relato por fuera. Muchas cosas han cambiado para bien, no creo que cualquier tiempo pasado sea mejor, pero es verdad que en muchas cuestiones políticas y sociales parece que sigamos encallados. Aunque el recubrimiento sea distinto, si escarbas un poco y profundizas, parece que sigamos varados en las mismas piedras. Si revisas estos hechos con las gafas de hoy, te das cuenta de que algunas cadenas siguen ahí y que las que se han roto se hicieron con mucha dificultad.
Bailaréis sobre mi tumba toma como título una canción de Siniestro Total, uno de los grupos de los años ochenta que formó parte de la movida viguesa que junto con la ruta Destroy tienen diferentes componentes de la movida Madrileña más frívola y adinerada.
La viguesa mama de las ubres de la reconversión naval. Son hijos del paro, de los huelguistas de la Citroen. Hijos de la precariedad absoluta y eso se nota en todas las expresiones culturales no solo en la música, también en la literatura, en la fotografía. Todo este resurgimiento de la movida viguesa tuvo una potencia increíble y se intentó institucionalizar.
En cuanto a la ruta Destroy, que es posterior a los años 90, es más un movimiento cultural de trabajadores de clase obrera que no pueden escapar de la claustrofobia de sus días hábiles, que son muchos, muy largos y extenuantes. Las cuarenta y ocho horas literales que tienen para aprovechar, el pequeño resquicio de vida que les queda, utilizan la música y las sustancias tóxicas.
A mí me parece que tienen un interés incluso filosófico que no se ha reconocido en ningún momento y que siempre se ha reflejado en los medios de comunicación como un movimiento de drogadictos que cogían el coche. Se les ha negado tanto el valor estético a la música y a la vestimenta, porque era algo vinculado con una clase obrera que no se consideraba ni arte, ni estéticamente valorable. Por otro lado, era una cuestión de puro clasismo. Tiene una potencia filosófica inmensa nunca reconocida.
Personajes oriundos de un pueblo de las Rías Altas, para quienes el chapapote marcará unas vidas, atravesadas por sus propias tinieblas familiares. En verdad es justo y necesario es nuestro deber y salvación, darte gracias, señor.
La autora refleja también la idiosincrasia gallega todavía vigente en una sociedad muy católica, pero un catolicismo, donde se combina con creencias paganas que están perfectamente integradas y todo forma parte de lo mismo. Donde se cree en Dios y en la Santa Compaña, en las meigas y en las criaturas mitológicas mucho más vinculadas a la tierra, al bosque, al mar. Algo muy bello en el que se bebe del catolicismo, pero se adapta al lugar donde se aposenta.
El hundimiento del Prestige, el único que Carballal ha vivido cuando tenía apenas diez años, un recuerdo comunitario en el que se dio cuenta por primera vez que el mundo de los adultos era más chapucero de lo que pensaba. Que no lo tenían todo controlado, ni sabían lo que hacían. “En ese momento me caí de un guindo”, apunta la autora.
Fue la primera vez que tuvo conciencia de que a veces había cosas que tocaba de cerca a todos, que era más grande, que nuestra propia existencia, más que la escuela o la familia. "Esto nos atañía y de repente el mundo estaba de acuerdo en lo esencial que es algo que he visto pocas veces de una forma absolutamente radical", dice.
"Todo el mundo creía que aquello era una aberración y no se podía consentir de ninguna de las maneras. Hubo un consenso enorme y en ese sentido es algo que me ha acompañado siempre. Sentí que había llegado ese momento en el que te quitas la careta y vas a tumba abierta y te atreves a meterte en jardines que te apelan porque fue algo muy importante por eso decidí escribir esta historia. Espero que no se repita", concluye.