Hoy, 18 de mayo, la cultura y las artes se convierten en protagonistas de la jornada con motivo del Día Internacional de los Museos. Un día tan especial como reivindicativo en el que se destaca la labor que, desde estos espacios de inagotable conocimiento y patrimonio, hacen sus profesionales para contribuir a una sociedad más sensible y avanzada.
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La de Ana Cela es, en este sentido, una de las siluetas que recorren los rincones del Museo Thyssen-Bornemisza sin apenas hacer ruido, intentando que su nombre no resuene con demasiado eco. Y ello a pesar de que su trabajo, desde el pequeño comercio que el centro resguarda en la planta baja, cautiva, cada día, a miles de visitantes de todas las edades y orígenes.
Filóloga de formación, y apasionada hasta la médula del arte contemporáneo, su vocación la llevó hasta las puertas del número 8 del Paseo del Prado. Esa inmensa avenida a la que se puede acceder desde la Estación del Arte, y en la que, en realidad, todo en sus alrededores remite a una atmósfera atrayente y rica en cultura.
Tras estas puertas, el museo esconde cerca de mil obras que permiten recorrer la historia de la pintura occidental desde el siglo XIII hasta el XX, y, además de ellas, la Tienda-Librería que con tanto cariño Ana Cela dirige y defiende desde que llegó hace más de dieciséis años.
Suele decirse que el trabajo del artista es, a menudo, infravalorado, pero si esto es así aún más se acentúa cuando pensamos en todas aquellas personas que los mantienen vivos, metafórica y literalmente, y que son desde galeristas hasta gestores culturales, pasando por restauradores y directivos como ella.
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Una mente creativa y estratégica
En conversación con este periódico, Ana Cela explica que lo especial de este espacio reside, precisamente, en la triple conjunción entre artesanía, comercio y cultura. La tienda del Museo Thyssen es referencia en todo el mundo —junto con las del Museo de Tokio o el Metropolitano de Nueva York— por su minuciosamente cuidada selección de marcas.
Cada uno de los productos que acogen en sus estanterías llega después de un largo y enriquecedor proceso en el que, primero, la gestora acude a las principales ferias europeas —como la de Milán, de la que acaba de volver— y trata de descubrir a nuevos diseñadores que puedan aportar valor a las colecciones del museo.
Por su trabajo bien podría entenderse que es algo similar a una 'cazatalentos' de artesanos con mucho bagaje artístico, y es que para dedicarse a un oficio como el suyo es imprescindible nutrirse de referencias y conocer bien con qué se está trabajando.
Si quisiera charlar de sus obras preferidas, muy probablemente hablaría de la mirada seductora de David Lyon (Thomas Lawrence, 1825), de la genialidad de Monet o de la pincelada madura de Rembrandt, de cuyos cuadros acabó sacando la producción más complicada de su carrera en el museo.
En su compañía siempre está Carlota Pereiro, artista gráfica a la que debemos muchos de los diseños a la venta en el Thyssen, pero lo que la gestora destaca es la iniciativa con la que "el museo ofrece nuevas oportunidades" a artistas emergentes que un día llegan y les presentan sus proyectos. Incluso, Cela cuenta cómo también colaboran con las escuelas madrileñas para acercar el talento más joven al kiosco de la pinacoteca.
Siempre con la mirada puesta en sus orígenes, el mundialmente conocido Thyssen en realidad tiene mucho de nacional. En su colección Delicatessen, cuenta, "nuestras mermeladas son de la sierra de aquí, de Madrid; las galletas son gallegas; el aceite de Jaén", etcétera.
"¿Cuánto hay de ti misma en la tienda?", podrían preguntarle. Y ella respondería que, a veces, lo suficiente como para preocuparse. "Siempre intento aportar mi gusto personal, para bien o para mal, y eso hace que me arriesgue a equivocarme, a que algo no funcione", cuenta a EL ESPAÑOL.
Para evitarlo, Ana Cela siempre se asegura de encontrar el equilibrio entre ser una mente creativa y estratégica. Aunque ella, admite, cree que en su trabajo prevalece lo primero.
Desde su nombramiento como Directora de Publicaciones y de la Tienda-Librería del Thyssen, el museo y sus rincones han ido cambiando mucho, adaptándose a retos −como la sucesión de protestas ambientalistas que atacaron al arte el año pasado− y circunstancias —la crisis sanitaria— que han transformado la forma en la que consumimos y entendemos la cultura.
Hoy la Tienda reúne más esfuerzos que nunca por compartir los valores que definen al Museo "a través de la sostenibilidad y la innovación". Este espacio, en el que se reúnen colecciones permanentes y temporales, alberga colaboraciones con creativos del sector de la joyería, como Swatch; del editorial; y del textil, de la mano de marcas como Pull & Bear, que acercan el arte a los más jóvenes a través de la moda.
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Mujeres al frente de la cultura
Todos estos ejemplos demuestran que, en palabras de la gestora, "la cultura también puede ser una industria". Y en ella, la mujer cada vez juega un papel más relevante. Al igual que Marta Astrain y otras de nuestras artistas contemporáneas, la directora también cree que la mujer tiene una sensibilidad especial ante el arte.
"Si un hombre estuviera al frente de la tienda, se notarían muchas diferencias", reflexiona. Casualidad o no, "solo hay que fijarse en que, generalmente, la plantilla de los museos siempre suele estar liderada por mujeres", explica.
La potencia femenina del Thyssen también se ve reflejada en su selección de obras, entre las que Cela destaca la de artistas como Georgia O'Keeffe, la 'madre del modernismo estadounidense', o en su público habitual, como Carolina Herrera, que a menudo frecuenta los rincones de la tienda en busca de algún pequeño tesoro artesanal.
"Este próximo otoño verá la luz Maestras, una exposición que me ilusiona mucho porque recorre la trayectoria, a lo largo de la historia, de muchas artistas que ahora van a poder destacar por su trabajo", adelanta Cela, satisfecha de que por fin se esté poniendo a la mujer en el foco artístico.
Y, al mismo tiempo, enorgullecida de que oficios como el suyo estén contribuyendo tan sigilosa, como eficazmente, a que cada día apreciemos un poco más el arte. Al fin y al cabo, este es el patrimonio más valioso que podemos tener como sociedad.