Su voz dulce y luminosa trasmite alegría y confianza, habla deprisa, cercana, disponible y energética, es puro nervio y, sin embargo, reivindica tiempo de calidad en su vida privada y en los procesos creativos en los que se embarca, porque es metódica, perfeccionista y una trabajadora incansable que profundiza en sus personajes para darles cuerpo, aristas, quiebros, complejidad y temblor.
María Vázquez nace en Vigo en 1979, hija de inmigrantes, estudia en Ourense, vive en Santiago de Compostela y trabaja allí dónde haya un rodaje, una grabación o un bolo de teatro, aunque su corazón está en A Barrela (Carballedo) y en Belesar (Chantada), lugares de origen de su familia.
Gallega por los cuatro costados y actriz en cada una de sus células, en televisión es muy probable que la hayan visto en la serie Fariña, en la segunda temporada de Vivir sin permiso, en Neboa, en Santo, o en el capítulo dirigido por Isaki Lacuesta de El Apagón.
['Matria', retrato de una mujer en llamas: una película prendada de dolor y esperanza]
Hay tres películas, de entre la veintena que hasta ahora ha estrenado, que probablemente hayan supuesto un antes y un después en su carrera: Silencio roto de Moncho Armendáriz (2001), Mataharis de Icíar Bollaín (2007), que le valió su primera nominación a los premios Goya y la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos, además del Premio Ojo Crítico de Cine de RNE, y por supuesto Matria (2023), la ópera prima de Álvaro Gago, que actualmente puede verse en cines de toda España, estrenada en febrero de este año en el Festival de cine de Berlín y aclamada por crítica y público en el Festival de cine de Málaga.
En Matria, un largo rodado en las Rías Baixas, que visibiliza la precariedad laboral de las mujeres, las desilusiones vitales y la dureza de la vida en un contexto machista, María interpreta a Ramona, una mujer trabajadora, luchadora, dura, incorrecta e imperfecta, una heroína cotidiana enfebrecida, vibrante y radicalmente viva.
En el estreno mundial de Matria que tuvo lugar en la 73 Edición de la Berlinale, rodeada de un público cinéfilo y exigente, en su mayoría de nacionalidad alemana, ¿cuáles fueron sus primeras emociones y sensaciones, al verse y al ver la película?
En Berlín, como no conocía nadie, estaba relajada. En el estreno de Galicia es en el que más nerviosa me puse, más que en Málaga y más que en Berlín, porque al fin y al cabo es una película que se rodó aquí y es muy gallega.
Pero Berlín fue muy emocionante por dos cosas: porque yo todavía no había visto la película, esperé al estreno allí para verla en pantalla grande, y la disfruté un montón, fue la primera vez en mi vida que, viendo un trabajo mío, no me vi, es decir, seguí la historia.
Y fue impactante ver a las mujeres y hombres alemanes, que aparentemente no tienen nada que ver con nuestro carácter o nuestra cultura, tan emocionados; es increíble que algo tan intimista, tan local, llegue a todo tipo de personas y culturas.
¿La película impacta de un modo universal, independientemente de que la historia sea gallega en cuerpo y alma?
Sí, y esto es lo chulo de la peli porque, finalmente, de lo que habla es de una mujer trabajadora y de su lucha diaria por sobrevivir, un tema universal porque nos afecta a muchísimas mujeres.
Pero es verdad que en Galicia ha tocado mucho. Muchas mujeres se han visto identificadas, nos llegan mensajes increíbles de mujeres que se han sentido invisibles toda la vida y que nos dan las gracias por visibilizarlas, es muy bonito, la verdad.
Su personaje, Ramona, está basado o inspirado en una mujer real. ¿Cómo la construye, reconstruye o reinventa, usted, en la ficción? ¿Cómo nace su Ramona y qué cosas tienen en común o cuáles no?
Así es, Ramona está inspirada en una persona real, Francisca Iglesias Bouzón, que cuidó al abuelo de Álvaro Gago, el director de Matria; yo la conocí desde el primer momento, Álvaro me la presentó y ella me abrió su corazón, fue muy generosa conmigo. Pero nunca fue nuestra intención “imitarla”, tuve muchas charlas con ella para inspirarme, en las que me contó muchas cosas que fueron claves para la construcción del personaje.
Finalmente, Ramona se construyó a partir de muchas otras Ramonas. Estuve mucho en la zona de Arousa, hablando con muchas mujeres de las conserveras, con limpiadoras de fábricas…hice una inmersión total durante tres meses en los que conocí a muchas mujeres, y todo esto me abrió muchos mundos.
Los trabajos físicos que realicé también me ayudaron muchísimo a construir el personaje, fui bastantes días en el barco, al mejillón. Esos trabajos y ese esfuerzo físico construyen un carácter.
Lo maravilloso es que Álvaro me pasó el guion un año antes de rodar, tuvimos la oportunidad de trabajar muchísimo, esa fue la clave, tener tiempo para cuidarlo todo y para cuidar también el idioma porque, aunque yo soy gallega, en mi zona se habla muy diferente. Eso fue lo más difícil para mí, hablar como ellas hablan sin que se notara ninguna diferencia entre nosotras.
Fuera de España e incluso aquí, tenemos la idea de que Galicia es una comunidad uniforme y que, del mismo modo, existe un tipo generalizado de mujer gallega, sin embargo, ¿dentro de Galicia hay muchas Galicias y el carácter de sus gentes cambia de una zona otra? ¿Cómo es la Galicia de la que usted procede y en qué se diferencia de la zona en la que se ubican la película y su protagonista?
Yo procedo de la Galicia interior, de Lugo, tal vez la Galicia que más se conoce, con mujeres más introvertidas, más aisladas e incluso incomunicadas por el clima y la montaña. Yo siempre digo, de broma, que las Rías Baixas son como la Andalucía de Galicia, porque las mujeres son más extrovertidas, tienen más carácter, son más sociables, más chistosas, un poco lo contrario a mi zona.
Yo no me identifico del todo con las mujeres de mi zona, soy más hacia fuera. De hecho, cuando empecé a relacionarme con las mujeres de la película, pensé, aquí me siento mejor.
En relación con Ramona, aunque lo sentía como un personaje muy diferente a mí en muchas cosas, enseguida lo vinculé con cosas que tengo, yo soy una persona inquieta, muy trabajadora, me caigo y me levanto ochenta veces y no pasa nada, y al igual que Ramona, yo me tengo que obligar, a veces, a parar, a decir…bueno, María, para, respira, a ver qué quieres.
Tal vez porque soy muy perfeccionista, cosa que nos pasa a muchas mujeres, eso de querer ser perfecta en todo, ser buena madre, conciliar. Es muy difícil llegar a todo porque la vida no nos lo pone fácil para poder trabajar y vivir.
Y, además, no tenemos por qué ser súper woman. Este ha sido uno de mis aprendizajes importantes con la película: somos imperfectas y no pasa nada, tenemos todo el derecho a serlo.
El nerviosismo, la tensión y la pulsión continua en la que vive su personaje, que no le permiten escuchar su entorno ni a sí misma, ¿es una actitud provocada por la desilusión respecto a la vida que tiene o por su ilusión por vivir y no limitarse a sobrevivir?
Creo que su actitud es un arma de doble filo. Le permite sobrevivir, gracias a esta cosa de tirar para delante, de tener carácter e ir a por todas, cosa que también la hace agresiva, a veces, aunque creo que esa agresividad es su grito de “aquí estoy yo y si no gritara me moriría”. Y, por otra parte, le impide mirarse a sí misma. El problema es que está atrapada en el entorno en el que vive y en ese machismo estructural del que no es consciente.
Cuando conoce a una persona que se preocupa por ella, que le pregunta cómo está y la obliga a parar, es decir, gracias a esa otra visión del mundo, ella empieza a conectar con sus necesidades. Para mí eso es muy importante, si uno no se conecta con uno mismo es muy difícil saber querer a los demás y saber lo que se quiere en la vida.
La mirada de los otros sobre ella e incluso la mirada del espectador del film, son miradas que juzgan y la definen como una mujer molesta, agresiva, provocativa, incómoda. ¿Son rasgos, actitudes, comportamientos que nos reprochan, nos niegan y además están mal vistos en las mujeres, y no tanto en los hombres? ¿No podemos ser incorrectas ni en la realidad ni en la ficción?
Creo que esto ocurre por los referentes que tenemos o nos muestran de las mujeres, en la ficción, la mujer tiene que caer bien al espectador, construimos un tipo de mujer que no es real. La realidad es que nosotras somos imperfectas igual que los hombres y no tiene nada de malo, pero en ellos no está tan mal visto, como no está mal visto que sean padres ausentes por tener que estar todo el día trabajando.
Este tema se habló mucho, entre Álvaro y yo, en la preparación de la película, e incluso el hecho de que el personaje, por ser como es, callera mal. Yo creo que es muy importante mostrar la realidad.
Cuando vives en un mundo oprimido estás enfadada y con todo el derecho, haces cosas mal porque no sabes cómo hacerlas bien, y es muy difícil mantener la sonrisa o ser maravillosa, eso no es lo real, aunque, habitualmente, sea lo que se nos muestra en el cine o en las series.
Usted misma, a lo largo de su carrera, quizá haya sentido alguna vez la necesidad de hacerse preguntas similares a las que se hace Ramona, como: ¿qué me pasa? ¿qué quiero de la vida? ¿qué provoco en los demás o qué provoca en mí la inestabilidad y la precariedad laboral? Pararse a pensar para poder asimilar el momento presente.
Yo me he tenido que parar muchas veces, porque la mía es una carrera en la que, por defecto o por exceso, hay que parar. Cuando no tienes trabajo porque tienes que pensar si quieres seguir con esto, si merece la pena o no, y cuando hay mucho trabajo porque entras en una vorágine que te lleva a no vivir, a tirar y tirar por aprovechar el momento bueno, hasta que de repente dices: no sé si estoy haciendo lo que quiero, o lo que quiero es valorar más mi vida.
Esta es una profesión donde es muy difícil conciliar. Yo tengo mucha suerte, he formado una familia porque he querido, mi familia me ayuda mucho a tener los pies en la tierra y a entenderme a mí y lo que realmente es el trabajo, es decir, a relativizar. Creo que hay que parar, no todo es trabajar.
Y hay que abrir el melón de la conciliación laboral en el audiovisual, donde quizá las actrices lo tengamos un poquito más fácil, pero para las técnicas es casi imposible. Y esto no se habla, hay tanta precariedad en el medio que hay miedo a hablar de ello por si no te contratan.
También es verdad que ahora empieza a haber un poco más de conciencia sobre la conciliación porque hay más mujeres directoras, guionistas, productoras… pero estamos muy lejos de solucionarlo, queda mucho por hacer.
Entiendo que, el eje vertebral de Matria, la precariedad laboral, es un problema que a usted le interesa y ya le preocupaba antes de rodar esta película.
Sí, por eso desde el principio esta película vibró en mí, porque el tema de la precariedad laboral, y en concreto en las mujeres, no es un tema que se trate o se retrate a menudo en el cine.
Hablamos muchas veces de conseguir derechos y libertades, pero si realmente no tenemos el sustento cubierto, lo primario, es imposible, ejercer o tener otras libertades. Creo que esa es la lucha de las luchas, los derechos laborales de la mujer, y de los hombres.
¿Matria ha significado para usted, no solo una experiencia profesional, sino vital? ¿Qué aprendizajes, trasformaciones, vivencias imborrables, se ha llevado a casa?
Sí, ha sido una experiencia vital. Matria es un homenaje a todas esas mujeres que han sufrido en la vida y que han sido invisibles. Del proceso, quedan en mí, para siempre, todas las mujeres que he conocido, que ahora son mis amigas, un chute de realidad y también de energía.
La sororidad es la que se hace, no la que se dice, y estas mujeres, a la hora de la verdad, están todas apoyándose las unas a las otras a pesar de sus dificultades, y eso es lo más importante, la red que te apoya, que te sustenta. Ellas se apoyan muchísimo y también me han apoyado a mí, incluso en los días que yo tenía secuencias difíciles, y ellas lo sabían porque lo hablábamos, aparecían en el rodaje por sorpresa. Ha sido precioso.
He aprendido a no juzgar ni juzgarlas a ellas, al conocer su entorno he entendido que cada uno o una hace lo que puede, incluso en circunstancias en las que tú podrías pensar que no actuarías así, o que no estarías con ese hombre, o en ese entorno machista. No se puede hablar sin saber.
¿Qué ha supuesto para usted recibir la Biznaga de Oro a la Mejor Actriz en el Festival de Cine de Málaga?
Me ha pillado con una edad, madura, lo cual es bueno para todo, porque relativizas. Le doy la importancia justa, pero me ha hecho mucha ilusión, por el cariño que recibes de tus compañeras y compañeros, y por la alegría de la familia. Siempre es bonito, el cariño, y es bonito que reconozcan tu trabajo.
La verdad es que estoy en un momento de la vida, en ese sentido, maravilloso, preparada para ser capaz de recibir, que también es difícil, y pienso: lo merezco y lo agradezco. Pero también soy consciente que este trabajo es cíclico, que mañana pueden no acordarse de ti. Y no pasa nada, a seguir luchando.
P – Afortunadamente, y gracias a su lucha, su mañana está habitado por nuevos proyectos, ha finalizado recientemente el rodaje de un largo titulado Alumbramiento, de Pau Teixidor, y ¿después?
Voy a rodar la película Cuñados 2 y luego me voy a retirar un rato a descansar y pensar, tengo proyectos que me apetecen, pero los quiero pensar para disfrutarlos. Y quiero estar con la familia porque siempre estoy trabajando en verano y he dicho: este verano no. Yo vivo con poco, tampoco necesito estar currando sin parar.
Reivindica poder parar y reivindica su tierra, en la que ha nacido y sigue viviendo.
Sí, reivindico la periferia, aquí se vive muy bien, todo está más humanizado, las ciudades me gustan, pero cada vez es más difícil vivir en ellas, todo es más caro y la vida es más incómoda.