Soy Ana Roa, pedagoga y escritora enamorada de la “EDUCACIÓN CON MAYÚSCULAS” desde hace muchos años. Este romance continúa, es un compromiso a largo plazo y la última de sus muestras se materializa en un libro que he decidido titular “Cómo Educar en la Cultura del Esfuerzo”.
Después de preguntar a muchas personas qué significaba para ellas la palabra “esfuerzo”, llegué a la conclusión de que se trataba de un valor en desuso, incluso inexistente en numerosos contextos hoy en día.
Pero, siguiendo “el cambio de mirada” que he pretendido iniciar con mi libro Cómo educar en la cultura del esfuerzo (Toromitico, 2023) puedo decir que el esfuerzo posee muchos matices y ofrece perspectivas diferentes; mientras algunos lo perciben como desgaste o cansancio y deciden desterrarlo de su día a día, otros lo asocian al logro de resultados satisfactorios.
Testimonialmente, diré que la fuerza de voluntad siempre ha sido y sigue siendo el motor de mi vida, creo firmemente en la constancia. Desde muy pequeñita he sido muy tenaz, positiva y optimista… las quejas no formaban parte de mi lenguaje.
Ahora que estoy en una etapa de mi vida más madura, este libro resume en sus tres bloques la indiscutible importancia del proceso frente al resultado en cualquier acción de nuestra vida, justo una visión muy diferente a la de una sociedad que, por desgracia, funciona a “golpe de clic”.
Como experta en Educación Emocional, puedo decir que el esfuerzo está relacionado íntimamente con la autoestima y con la motivación intrínseca. Estas últimas están alejadas del elogio fácil que muchas veces empleamos, pero se encuentran cerca de la actitud alentadora ante los pequeños éxitos conseguidos a diario.
Si los niños consiguen siempre lo que quieren de nosotros para evitarles “sufrimientos” (porque nos cuesta mucho verles llorar, porque estamos cansados de escucharlos…) no favorecemos la gestión de sus emociones y contribuimos a posibles problemas de conducta en el futuro.
“La cultura social”, “el compromiso” y “el esfuerzo” vertebran este libro, siendo uno de sus retos es ayudarnos a estructurarnos interiormente para cumplir nuestras obligaciones. Es necesario que la familia y la escuela faciliten que los niños puedan dar voz a sus necesidades, gustos e intereses y permitirles ser críticos.
Es decir, contemplar a nuestros pequeños como seres activos y no como seres pasivos influenciados por el consumismo; porque el niño, consumista desde su más tierna infancia, parece que pierde el interés por aquellos juegos en los que el triunfo es un logro conseguido con esfuerzo, en los que cuesta llegar al final, “mejor que me lo cuenten a que yo tenga que descubrirlo”.
Los juguetes se convierten para él en materiales que se desechan con facilidad, y esto, al final, fomenta cierto grado de ansiedad. Ante esta situación, ¿qué hacemos los adultos? Podemos empezar a impulsar el desarrollo del pensamiento crítico, por ejemplo.
Cuando hablamos de pensamiento crítico nos referimos al proceso intelectual que se realiza de manera consciente y que nos permite pensar de manera analítica, evaluar, interpretar y explicar la realidad de manera objetiva.
Estamos receptivos a la información, y la cuestionamos si tenemos dudas para tomar la decisión correcta. Pensar de forma crítica favorece la motivación y la curiosidad por aprender, ya que convierte al niño en el protagonista de su aprendizaje y no en un mero receptor de la información.
Se trata de pensar de forma racional, teniendo en cuenta todas las posibles opciones y las consecuencias derivadas de estas, sin dejarse llevar por las emociones, lo que es una ventaja a la hora de resolver problemas y tomar decisiones.
En definitiva, el pensamiento crítico permite a los niños tener más conciencia social y anticipar acontecimientos, actuando ante ellos con autonomía y responsabilidad, así como ser más flexibles a nivel cognitivo y ante distintos puntos de vista
Creo que cada vez se hace más necesario dotar a nuestros niños de recursos para desarrollar la capacidad de aprendizaje, y en esta línea el pensamiento crítico implica profundizar en los datos informativos para comprender su significado real, enfocar los hechos o situaciones desde varias perspectivas y/o tomar una decisión con autonomía y responsabilidad.
Por otra parte, la evolución sociocultural de las últimas décadas parece que deja poco espacio para otro valor muy importante e íntimamente relacionado con el esfuerzo: el compromiso.
Comprometerse implica cumplir con cualquier actividad o tarea pactada con anterioridad y es esencial para el progreso tanto educativo como social. Los niños necesitan tener presentes una serie de objetivos que les conducirán a metas académicas con mayor motivación y desempeño.
Si preguntamos a nuestros hijos o alumnos cuál sería su nivel de compromiso para cuidar, por ejemplo, una mascota, quizá su respuesta sería muy positiva y utilizarían términos absolutos como “la cuidaría siempre” pero realmente ¿conocen el significado de constancia y/o perseverancia?
Os dejo unos breves apuntes introductorios que son clave:
- - Tolerar sus errores porque el esfuerzo está acompañado de las equivocaciones y “no pasa nada”.
- - No Infravalorar sus esfuerzos y sus progresos, quizá puede implicar frustración y abandono por su parte.
- - Celebrar los éxitos que van consiguiendo en el camino, pues focalizarse en estas victorias parciales ayuda más que centrarse solamente en el resultado final.
- - Ayudar a que encuentren soluciones y respuestas empleando la pregunta “¿para qué?” basada en el presente.
- - Enseñar a que cuiden los detalles y conozcan el valor de las cosas
- - Ayudar al control de su impulsividad y su poca paciencia.
- - Enseñar a que comprendan el significado de “perseverancia”, ya que no todo puede ser “aquí y ahora”.
- - Celebrar sus logros y hacerles comprender que los errores cometidos están en el camino que recorren y pueden convertirse una fuente de aprendizaje.
- - Orientar sus avances mejor que imponer nuestras directrices.
*Ana Roa García es Licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, especialista en psicología infantil y atención Temprana por la Universidad Antonio de Nebrija, además de maestra especialista en educación infantil por la UCM.