Irene Gómez y Clara Calatayud son dos buceadoras españolas que, sin conocerse y estando a miles de kilómetros, tienen una acción en común: la protección de estos animales, guardianes del equilibrio marino. Que cooperen es fascinante.

Hoy os hablo de su pasión por el mar y estos animales con mala fama y gran tamaño a los que a día de hoy se sigue matando brutalmente para el comercio ilegal de su aleta. Lo que muchos no saben es que de ellos depende el funcionamiento de los sistemas terrestres, donde resulta que vivimos los humanos, pues entre otras cosas los tiburones son polinizadores del fitoplancton que oxigena los mares.

Para ellas salvarlos ya no es un acto de filantropía sino de supervivencia global. “A veces, los que aparentan ser más fuertes y temidos, resultan ser los que necesitan más apoyo y ayuda”, explica Clara Calatayud, quien como bióloga, oceanógrafa, buceadora científica avanzada e investigadora subacuática ha dedicado los últimos siete años a dirigir la Fundación México Azul, desde donde desarrolla el Programa de Monitoreo de Tiburones Pelágicos.

Detalle de un tiburón mako en una imagen cedida Cabo Shark Dive

De una manera aún sin desarrollar en España, Clara usa la ciencia ciudadana como herramienta de toma de datos de estos animales con operadores turísticos de nado con tiburón en Cabo San Lucas: “Este año hemos sometido la primera publicación científica sobre los datos recopilados desde 2016 al 2018 y hemos podido ver una estacionalidad en cuanto a la presencia del tiburón mako y el tiburón azul. En el 2019 apoyé a las autoridades mexicanas para la inclusión del tiburón mako o marrajo, Isurus oxyrinchus, en CITES y ahora estoy trabajando para empezar a marcarlos y así entender más sobre sus patrones de movimiento en la zona de Cabo”. 

También trabaja como consultora para proyectos que tratan de aplicar “técnicas de atracción de tiburones para investigación y monitoreo, como en el Mediterráneo y otros puntos de España” donde aplica lo aprendido en Baja California Sur. Digamos que, para Clara, los tiburones son una inspiración, una especie de terapia mística que le ayuda a compensar todo lo que le abruma en superficie.

Clara Calatayud, directora de la Fundación México Azul

Como ella misma expresa: “

“¿Y no te da miedo?” sería la pregunta que todos nos hacemos, pues la imagen que tenemos de ellos es la de las películas de los ochenta. “Me daba miedo meterme al agua con un marrajo dentudo de dos metros hace siete años, cuando empecé. Tengo pánico a las alturas, a las serpientes, me da miedo la velocidad, pero he sido capaz de reprogramar mi circuito neuronal gracias a la observación directa. He entendido que soy solo un elemento más del entorno marino para los tiburones, nunca parte de su dieta”.

Clara Calatayud muestra un cebo a un tiburón azul

“No somos parte de su menú, asumo que nos ven como focas raquíticas y torpes y no entienden muy bien qué hacemos en el océano. He vivido ocasiones en las que algún tiburón impone mucho por su tamaño y personalidad, pero al final te das cuenta de que lo único que hace el tiburón es reclamar su posición de depredador delante del cebo”, revela Clara, en referencia a la cabeza de pescado que usan para atraer a los tiburones, para advertir de que ese atún le pertenece.

Por su parte, Irene Gómez Rivas, ingeniera ambientalista, desarrolla programas de buceo medioambiental en Maldivas desde hace más de ocho años para quienes acuden con ella y su empresa de turismo sostenible Indico’s Secret a disfrutar del tiburón ballena (Rhincodon thypus) en el Área Marítima Protegida de Ari Sur. Irene eligió vivir en este área para estar cerca del “Caballero Gigante”, el apodo de esta especie de tiburón en todo el mundo por su carácter afable y majestuoso, y de esta manera colaborar en su protección cada día.

Irene Gómez Rivas fundadora de Indico's Secret

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Curiosamente, el animal más grande del océano y que posee una mandíbula de más de metro y medio, se alimenta de las criaturas más pequeñas del mismo: fito y zooplancton, así como pequeños peces, que son abundantes en Maldivas. En otros países también se avista el tiburón ballena, pero no de esta manera: “Por ejemplo, en Galápagos se encuentran agrupaciones, mayoritariamente de hembras adultas, que aparecen durante unos meses del año y luego no se vuelven a ver hasta la siguiente temporada”.

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“En México son agrupaciones de machos adultos las que acuden a alimentarse, ya que de julio a septiembre se juntan grandes masas de alimento y después vuelven a desaparecer. Sin embargo, y a diferencia de cualquier otro sitio en el mundo, en esta parte de Maldivas podemos hacer salidas para ver al tiburón ballena todos los días del año y es precisamente lo que hago con mis clientes”, cuenta Irene. 

“Salimos y colaboramos tomando datos de los ejemplares que encontramos con la ONG del tiburón ballena, Maldives Whale Shark Research Programme (MWSRP). Medimos la longitud, fotografiamos el lateral izquierdo, sus manchas, los genitales, su tamaño, si tiene alguna laceración... Estos datos son de gran utilidad para conocer a este animal del que poco sabemos y conocer lo que hace cuando deja de estar a nuestro alcance para poder protegerlo”.

Detalle de un tiburón ballena en una imagen cedida Indico's Secret

"Los volcamos en una base de datos que se llama Big Fish Network. Les imparto talleres sobre ecología marina, elasmobranquios y un módulo especial del tiburón ballena. También acerco la conexión y el respeto que tiene Maldivas y sus habitantes con el océano, algo que es fundamental en el tipo de turismo que promuevo con respeto a la naturaleza”, declara Irene. 

“Me gusta que nuestros clientes, además de bucear, aprendan y participen de su protección. Cuando descubrimos un tiburón ballena que aún no está datado tenemos el privilegio de poder ponerle nombre. Yo tengo una especial conexión con Mamá Kandu (Mamá Océano), al que bauticé así en homenaje a mi madre”, relata con pasión: “Hace años se decidió que los tiburones ballena que se bautizaran debían tener un nombre maldivo”.

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El amor, la formación y la disciplina son fundamentales a la hora de desarrollar un trabajo de turismo sostenible y medioambiental como el suyo. Irene, antes de dejarlo todo e irse a Maldivas, trabajó veintitrés años como consultora medioambiental y coordinadora de proyectos de desarrollo sostenible en los cinco continentes, cuenta con un Máster en Desarrollo Sostenible, además de ser instructora de buceo y primera oficial en uno de los barcos de Sea Shepherd Conservation Society, una organización ecologista internacional sin ánimo de lucro por la conservación de la fauna marina.