Irene Villa no sabe estar sin hacer nada (y tampoco quiere). Conferenciante, deportista, psicóloga, periodista... Su día a día se podría resumir en una agenda muy apretada, llena de eventos, que combina con la crianza de sus tres hijos. Pero, como ella misma recuerda, "o te mueves o caducas". "Si te paras, vienen todos los males porque somos agua y el agua necesita correr por los ríos, por las cascadas, por las cataratas. Un agua estancada se pudre y el ser humano es igual".
[María Fernández, experta en motivación: “¡A quien le moleste tu luz, que se ponga gafas de sol!”]
Desde muy joven, se ha encargado de expresar su forma optimista de ver la vida que, unida a su tesón, esfuerzo y resiliencia, le ha llevado a conseguir grandes logros profesionales, deportivos y personales. Así, en 2004 publicó Saber que se puede. Recuerdos y reflexiones de una víctima del terrorismo (Planeta), un absoluto canto a la vida y que aboga por el perdón para lograr la felicidad incluso después de las tragedias.
Casi 20 años después de su publicación, Irene Villa sigue recibiendo cientos de mensajes "emocionantes y transformadores" de sus lectores. Sin embargo, se muestra preocupada por las consecuencias que la pandemia ha dejado en la salud mental y los efectos negativos que muchas veces tienen las redes sociales y la tecnología, "que tanto nos ha ayudado, pero que también ha mermado nuestra capacidad de frustrarnos".
Por eso ha decidido reeditar y reescribir el libro (que estará próximamente en las librerías), con la esperanza de inspirar y ayudar a todo el que lo necesite. "Que vean que una mujer sin piernas ha conseguido todo lo que yo cuento en este libro, sin complejos, sin miedo y encarando la vida, creo que puede inspirar a mucha gente", confirma en conversación con magasIN.
Cuenta que, además de añadir todo lo que ha vivido en este tiempo, ha cambiado muchas cosas porque "con 25 años no escribes igual que con 43, que fue cuando lo terminé", y añade: "También he querido hacerlo muy dinámico porque ahora incluso a mí me cuesta leer un libro. Nuestra capacidad de atención ha cambiado, entonces he tratado de hacerlo como mucho más fácil de leer, más impactante".
Y no exagera. Ya el inicio deja helado a cualquiera y es que reflexiona sobre una frase que ha escuchado demasiadas veces: "Si me pasa lo que te ocurrió a ti, me suicido". A lo que comenta: "Me sigue dando escalofríos, porque pienso: ¿de verdad tenemos tan poca fe en nuestra capacidad de afrontar lo que venga".
"El empiece es así. Hay mucha gente que se suicida y me parece muy fuerte que hayan aumentado los suicidios. Obviamente, cada uno ve su vida desde su perspectiva y es verdad que nunca se puede comparar un problema con otro, una situación con otra. Pero es verdad que ahora, a la mínima, ya uno tiende a quedarse en casa, recluirse la depresión, la ansiedad. Y me da mucho pánico eso, pavor", afirma.
¿Cómo podemos cambiar nuestra forma de afrontar las cosas? ¿Qué consejos darías para hacer ese cambio de chip y dejar el piloto automático?
Pues sobre todo, empezar a ver la vida como un regalo maravilloso y fugaz. Cuanto antes asumas que esto se acaba y que este regalo no es eterno y que no vale la pena sufrir, mejor.
Mira, hay un libro de María Jesús Álava Reyes, que tengo la suerte de conocerla y de haber compartido con ella congresos, que es La inutilidad del sufrimiento. Yo pongo en práctica todo esto de la psicología positiva que al final se trata de eso: de sufrir lo menos posible. La actitud optimista y la mente positiva hay que trabajarlas porque lo otro te hunde, perjudica incluso tu salud, tus decisiones, tus relaciones sociales. Al final todo se contamina con esa energía negativa y la mente siempre se va a ir a la negatividad.
Hay una frase que me encanta que dice: 'Cuando hay un vacío, ahí llegará la negatividad para llenarlo'. Con lo cual, mi vida es frenética, como puedes leer en este libro, pero por eso mismo, porque o te mueves o caducas, que es otro de mis lemas. El ser humano es un 70% de agua, también se pudre si no se mueve. Cuanto antes nos movamos hacia lo positivo y nos demos cuenta de que sufrir es inútil, que solamente revierte en mala salud, en malos pensamientos y en un círculo vicioso nada bueno, pues mejor.
Pero ojo, que también está permitido sentirte triste y derrotado. Mucha gente me pregunta eso: ¿tú qué pasa, que no tienes nunca un día malo? Pues claro que lo tengo. Los días malos existen, el espíritu derrotista existe, el victimismo existe. Lo que no está permitido es quedarte en ese victimismo y en esa tristeza para siempre. Después de transitar ese desierto emocional y pasar por ahí, que es inevitable, tienes que hacer algo.
Yo siempre repito algo que decía Buda: el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Así que no te quedes en eso, no te regodees en el dolor, dale la vuelta y abrázalo. A mí me cuesta, por ejemplo, abrazar el dolor de una pérdida. Cuando alguien se va se te dice no, eso hay que abrazarlo, hay que darle una despedida al duelo y que se vaya a la luz. Para mí ese es el dolor más difícil de abrazar, pero todo lo demás, la verdad que lo he hecho, creo, como ha de hacerse.
En el libro muestra algunas de las cartas de que ha recibido en estos años. ¿Otra clave importante para superar los malos momentos es recibir el apoyo de los demás y, sobre todo, aceptarlo?
Jo, eso es importantísimo: pedir ayuda y ayudar, las dos cosas. Aquí somos miembros del mismo equipo y hay que remar todos a una. Creo que la sociabilidad es el mejor salvavidas de cualquier ser humano. Aquel que está solo, que se siente solo y no tiene una red social, esa persona en pandemia se ha hundido literalmente.
A mí es verdad que me cuesta mucho pedir ayuda porque soy más de ayudar, de dar, es mi energía, pero hay que buscar ese equilibrio de dar y recibir. Yo ahora estoy en ello, a mis 44 años. Como he conocido a una persona que se dedica al coaching, que es mi pareja actual, pues me ayuda un montón. Me dice: 'Tú ya has dado mucho, deja que te cuiden', y me cuesta un montón, pero ahí estamos.
El deporte es otra de las grandes ayudas que nos sanan física y mentalmente.
Totalmente. Lo que te he hablado del movimiento. Al final todo está relacionado.
Lo estaba pensando cuando me lo estaba diciendo. ¡Cómo se nota que es deportista!
¡Sí! Que tampoco hace falta ser aquí un olímpico o un paralímpico. Sencillamente, el hacer estiramientos, pilates... Es simplemente moverte, conectar con tu cuerpo y estar elástico. A mí el deporte me ha cambiado la vida. Imagínate, sin piernas, obviamente hay muchas cosas que sí que estuvieron mucho tiempo prohibidas para mí hasta que descubrí el deporte adaptado.
Yo antes tenía una vida muy sedentaria, hasta el punto de que no me levantaba ni por un vaso de agua, me lo traían. O sea, estaba muy mimada, muy sedentaria... y eso no te beneficia. Tú te tienes que mover aunque no puedas. Es como lo que dice la Madre Teresa: 'Si no puedes correr, camina. Si no puedes caminar, arrástrate'.
El deporte nos da calidad de vida, nos da libertad a las personas con discapacidad. No es que sea necesario, es que es obligatorio. Mis compañeras de esquí van en silla de ruedas e imagínate para subir un bordillo o meter la silla en el coche. Si no estás fuerte, no puedes. Así que yo animo a hacer deporte a todo el mundo. También a meditar, que nos ayuda muchísimo, y leer. Leer a mí me encanta y eso también te da alas. Muchos libros nos transforman, y ojalá que el mío sea uno de ellos.
Ya por último, está claro que no para. ¿Ya tiene pensados próximos proyectos?
Pues la verdad es que sigo con charlas, eventos... En enero ya empiezo con mi equipo de esquí y tenemos un montón de semanas en Sierra Nevada para entrenar, que la verdad es que me encanta porque, con tres hijos, es una válvula de escape. Para mí eso es un privilegio que no todo el mundo tiene, pero que yo lo disfruto y lo aprovecho.
Y luego tengo pendiente algún retiro con David, que estamos descubriendo un mundo para mí, maravilloso, que además de las conferencias es un fin de semana algo más completo de mente, cuerpo y espíritu y ayudar a la gente a sanar su vida. Así que ¡en esas estamos!