Maricruz Sainz de Aja describe la inspiración como si fuera una mujer viajera. “Habiendo nacido en México, siempre estuve rodeada del folklore de mi país, colores, texturas, artesanía, tradiciones y una amalgama de cultura que inspira a los sentidos, ¿no crees? Uno quisiera quedarse con esos recuerdos para siempre, ¿no es verdad? Caminar por esos pueblos mágicos, sus calles y paisajes, la gente, la belleza de sus vestidos regionales, sus mercados llenos de color…”.
Nacida en Ciudad de México, pero residente en Miami y Madrid –cuando no viaja, lo cual es raro-, en la memoria de la fotógrafa Maricruz Sainz de Aja resuena una vocación artística tierna como un dibujo infantil.
“Desde pequeña, como a todos los niños, me encantaba dibujar y colorear. A mí lo que más me gustaba es que me regalaran cajas de colores y cuadernos o simplemente papel para escribir”. Comparte con MagasIN cómo “mi primer caballete lo tuve a los seis años y desde entonces empecé a pintar al óleo y me puse a descubrir autores y libros de arte”.
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Un paso más en esa voluntad de retener lo prodigioso en un click dispara su relación con la fotografía, como comparte en su relato.
“Fue mi padre quien me regaló una cámara instantánea cuando tenía solo diez años, y mi encuentro con la fotografía fue mágico. Era como quedarse con los recuerdos para siempre, así detuve el tiempo y así conservé la belleza de un lugar, de un color, de una emoción. Y así pude plasmar los recuerdos más importantes de mi vida. Yo no elegí a la fotografía como expresión del arte, la fotografía me eligió a mí”.
Claramente vocacional, nunca se planteó dejar de fotografiar desde que lo descubrió. “Lo que más me gusta es hacer fotografías, interactuar con las personas, leerlas y captarlas. Una vez que tengo la cámara en las manos, me transformo”. Caminante pertinaz, “me gustan el amanecer y el atardecer y puedo estar todo el día caminando y esperando el momento oportuno”.
El viaje
“Siempre he sido exploradora y aventurera”, continúa Sainz de Aja, “me gusta descubrir cosas y lugares nuevos y perderme sin mapas ni GPS: cada vez que me he perdido, he tenido una anécdota que contar y una imagen que me hace recordar esa experiencia para siempre”.
Ha visitado “72 países”. Y explica cómo “sin duda estoy influenciada por mi país de enorme cultura y diversidad, pero la India ha sido una fuente de inspiración, su riqueza cultural, tradiciones, religión, color y contraste. Etiopía es un tesoro que preserva una enorme identidad a pesar de la modernidad. Cada país tiene magia, historia e influencias que determinan sus diferencias”.
Señala que no sabe bien “cuál es mi pasión más grande, si viajar sin itinerario o hacer fotografías. Pero lo que sí sé es que la combinación de mis dos pasiones me ha hecho andar caminos y admirar la belleza y el contraste de las culturas y tradiciones en diferentes partes del mundo, y he podido guardar la belleza de diferentes escenarios de este planeta”.
En este sentido, le parece que “es como una metáfora del tiempo porque aunque todo cambia. El tiempo es etéreo, intangible, eterno, pero se transforma… Insisto, la fotografía detiene el tiempo”.
“Aunque mi fotografía está impregnada de una mediación cultural y temporal”, puntualiza, sin desmerecer a otras mujeres que han hecho ese trabajo, “mi acercamiento no es periodístico. Me gusta documentar, pero me gusta la fotografía espontánea y pretendo abarcar factores sociales, hechos culturales, individuales y mostrar la naturaleza de la mejor manera posible y desde su lado amable”.
La inspiración
En realidad, “mi proyecto es rendir un homenaje a las diferencias y preservarlas antes de que llegue la modernidad y que inevitablemente se pierdan”. En cuanto a referencias, señala cómo “Frida Kahlo ha sido un personaje que impactó desde niña mi sentido del arte. Precisamente porque Frida documenta con la crudeza de su pintura sus emociones”.
Otro de sus autores favoritos es “Sebastiao Salgado”, porque su trabajo implica responsabilidad y una llamada de atención al mundo. Gran fotógrafo con un profundo compromiso que ha documentado la hambruna, condiciones de vida y desastres medioambientales, pero al mismo tiempo la belleza de un planeta”.
Lamentablemente, como ocurrió en todo el mundo del arte, la pandemia impidió que continuara con algunos proyectos en puerta, pero pronto se activará. “Mi trabajo está lleno de anécdotas, siendo mujer y en la mayoría de los casos con la diferencia del idioma, es absolutamente normal tener algunos problemas o dificultades, pero hasta ahora nada que no haya sido parte de la experiencia”.
Por ejemplo, “Kumbh Mela en India, en medio de todos estos Santos desnudos durante la peregrinación más grande que existe en el planeta, fue algo difícil. He dormido en un campamento de la tribu Afar a la intemperie, rodeada de veinte soldados y sus cuernos de chivo, siendo la única mujer. He comido las cosas más indescriptibles que a veces ni sabía qué eran. He estado en el lugar más caliente del planeta y también en el más frío. Me han deportado, me han confiscado mis cámaras, me he roto huesos en África y he acudido a los curanderos del lugar donde a martillazos me componen un hueso desviado. Cuando viajas todo pasa”.
Mirada espontánea
“¿Mi trabajo? No es desde la perspectiva periodística, así que esa libertad me permite hacer ensayos que no condiciono a ningún proyecto específico. La espontaneidad y el trabajo in situ no permiten ningún tipo de producción, por lo tanto, mi trabajo es más emocional”.
Para poder llegar al fondo del proyecto, “en la mayoría de los casos hay que involucrarse con la cultura de un lugar, pasar largas horas, días, semanas para sentir y ser parte de… En el caso particular de India e Israel he regresado varías veces para entender, porque lo que lees no es suficiente”.
Una manera de conectar con las personas, explica, “desde el respeto absoluto por sus creencias y forma de vida y una vez que sentimos confianza el trabajo empieza a fluir. Después nos volvemos amigos. Tengo amigos por todo el mundo”.
En el caso de la fotografía de paisaje o vida salvaje, “solo es un tema de paciencia y de sortear las condiciones naturales que a veces son difíciles, pero aun así la fotografía consigue guardar la belleza indescriptible del planeta y su biodiversidad. Me apasiona la naturaleza, los animales, su sabiduría me impone, me seduce… Solo somos otra especie, la menos inteligente diría yo”.
La creatividad
Los artistas “somos personas sensibles que conectamos con la belleza, la armonía, y cuando alcanzamos el estado de inspiración, somos capaces de expresar lo más esencial de las cosas”, explica la fotógrafa.
“Yo no sigo ningún proceso concreto”, señala hablando del conocido fenómeno de flow, o inmersión creativa, “yo desarrollo las ideas cuando estoy en el momento y con la cámara en mis manos. Es como escribir, una vez que empiezas, te inspiras y fluyen las ideas y el vocabulario y los recuerdos y entonces no paras, solo estás en ese momento. Después armas las historias, luego quieres saber más y entonces se produce la magia porque casi entiendes lo que tienes en las manos”.
No lleva nunca una idea preconcebida, pero confiesa que “leo mucho antes de visitar un sitio y trato de entenderlo, pero cuando termino, entonces leo más y vuelvo a ese lugar. Es como un buen libro, lo entiendes mejor la segunda vez. Normalmente, no veo el trabajo de nadie porque no me gusta influenciarme, no corrompo mi perspectiva, así que llego y de manera burda y natural hago lo mío, lo que siento”.
El futurible
¿Qué proyectos la acompañan durante 2022?
“Tengo varios proyectos y viajes que no pude realizar debido a la pandemia, boletos de avión que han tenido que quedarse en pausa. Vuelvo a Etiopía, estoy preparando un libro donde el príncipe Erias me ha ofrecido escribir el prólogo. Planeo viajar a Sudán del Sur y Papúa Nueva Guinea, espero poderlo hacer este año”.
En paralelo, quiere “continuar con mi ensayo Salvaje Blanco y Negro sobre la vida animal en su entorno natural. Tengo una exhibición en Milán, Italia en octubre próximo Atlas of Humanity en su octava edición”.
Como visión personal, termina explicando, mientras le sea posible “seguiré documentando a través de mi trabajo lo frágil que es nuestro planeta, pretendiendo crear conciencia para preservarlo y mostrarlo a generaciones futuras. Los fotógrafos tenemos la enorme responsabilidad de crear conciencia a través de nuestras imágenes. Es un proyecto de vida al que le puse un nombre significativo: Reverence to difference”.