Hay palacetes sin memoria en el Paseo de la Castellana. Pero hay otra categoría de mansiones en el eje central de Madrid -a la que pertenece sin duda la que hoy visitamos, la antigua residencia de los duques de Aliaga- que tienen dos pasados ya, uno fosilizado y protegido incluso por las leyes, y uno nuevo, más moderno y ligero, pero no menos literario. Un pasado de más de medio siglo que ha sucedido en habitaciones nuevas de plantas superiores que nunca se imaginaron.
“Esta era la entrada principal del palacio original”, explica divertida Paloma Martínez, la primera directora del conocido hotel InterContinental.
Señala al suelo y comenta “y esta escalera es la original, hecha de un mármol que se trajo hasta aquí desde Alicante, es muy curioso porque si te fijas tiene hasta fósiles marinos en los escalones [hay quien dice que son señales exotéricas que los duques apreciaban]. El lado opuesto era originalmente la entrada de carruajes, en aquella época la planta noble era la primera planta, el servicio y los caballos estaban en la planta baja”.
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Ese mármol con fósiles lo pisaron dos aristocracias: la madrileña y la hollywoodiense. Era el año 1953 y se inauguraba en aquel palacete, con gran alharaca y cobertura mediática, el primer hotel internacional de Madrid, que además era de la máxima categoría.
“Los hoteles históricos son diferentes, tienen algo especial. Este tiene en su alma grabada que fue el primer hotel internacional en España, hasta los años cincuenta no existía ningún hotel de una marca cosmopolita en Madrid. Fue el primero en abrir, y por eso se convirtió en un punto de referencia para el mundo americano. Fíjate que nuestro porcentaje de clientela es aún muy americano”.
Como relata Paloma Martínez, para esta sonada apertura del primer cinco estrellas americano se organizó “una fiesta de tres días y tres noches, a la que vinieron aviones directamente desde Los Ángeles para posicionar el hotel. Frank Sinatra, Liz Taylor, Bette Davis, Cary Grant, Charlton Heston, todos ellos llegaron y estuvieron aquí a la vez y luego volvieron muchas otras veces porque era el sitio que conocían".
Continúa: "Aunque nuestro lazo especial es con Ava Gardner, que se enamoró del hotel y llegó a vivir aquí durante muchísimo tiempo, de hecho, la firma de muchas películas las hizo aquí [explica cómo en el Hollywood dorado el acto de la firma del contrato era de vital importancia]”.
Añade Martínez cómo ahora “la gente quiere venir a Madrid, más de lo que ocurría antes, y sobre todo en el sector lujo, como una ciudad y capital europea a un nivel muy elevado”. Uno de sus mayores atractivos es que “mantenemos la Suite Ava que es donde ella se quedaba, y que se ha conservado con el espíritu de mobiliario que ella tenía y que le gustaba”.
Se trata de “la única habitación con el nombre de una persona, aunque hemos tenido visitantes muy famosos, puesto que ella, de extraordinaria belleza y talento, fue la estrella internacional que más tiempo vivió en el hotel”. En este espacio la actriz disfrutó con intensidad sus amores y sufrió sus desamores y en ella se encuentra la mítica terraza con vistas a la Castellana en la que organizaba sus fiestas más legendarias.
Paloma Martínez llegó a este zaguán [en el que se dice que Ava rompió con Frank Sinatra y se encontraba con el torero Luis Miguel Dominguín] en el año 2019. Al entrar en el edificio y ver un espejo antiguo bruñido en el comedor de los duques, con sus chimeneas y vistas a la Castellana, probablemente intuyó una reforma que ahora comienza y que se ha retrasado dos veces debido a la pandemia. Esta transformación mantendrá, sin embargo, las dos vidas ya fosilizadas del edificio.
La directora del hotel InterContinental habla “cuatro idiomas” perfectos, “y otros tres o cuatro más para comunicarme básicamente”. Para ella, los hoteles tienen algo fascinante e inquietante: no son casas ni oficinas, no son restaurantes ni solo espacios lúdicos o de relax, son auténticamente “lugares intermedios” en los que, especialmente si son cinco estrellas, intentar “hacer sentir en casa”.
Explica Martínez que estudió Económicas y Empresariales, “pero me veía haciendo algo distinto, incluso entrenando delfines, hasta que descubrí la hostelería de rebote”.
Empezó su carrera en EEUU, en una empresa de gestión hotelera, y en un momento en que no pudo renovar su visado dirigió sus pasos al máximo nivel hotelero. Ha trabajado en el Villamagna, el Ritz en Madrid y en Málaga, en Marbella Club y en Los Monteros: “Sí, todos emblemáticos, muy centrado en el sector del lujo”.
Ahora dirige este famoso hotel madrileño (elegido mejor hotel de negocios de España en los World Travel Awards), cuya ocupación varía según la época, pero cuya plantilla puede incrementarse hasta 300 o 350.
“Son muchos servicios que tenemos que atender, un cliente de cinco estrellas tiene unas expectativas muy altas. Somos parte de la marca InterContinental, con más de 200 hoteles en el mundo: realmente hay muchos de nuestro grupo que son icónicos, está el Amstel de Ámsterdam, está el hotel Carlton de Cannes, el hotel Le Grand en París justo al lado de la Ópera… Todos ellos tienen mucho carisma, y mucha historia…”.
El 'lobby' y los errores
“El lobby es mi sitio favorito del hotel”, añade. “Yo tengo dos sitios favoritos en realidad: uno es este, donde se ve la vida, el bar, la entrada y salida y otro que es muy especial, el Club Lounge en la primera planta”. Relata cómo “las habitaciones y suites tienen su propio club privado, donde se hace el check-in, se sirve un desayuno exclusivo cerrado, tienen cócteles durante todo el día, aperitivos por la noche, es un área común”.
¿Es habitual que exista ese club por planta o es algo de ustedes?
Cada vez hay más, sí, en nuestra marca sí que son habituales los Club-Lounges para las categorías superiores.
¿Y el jardín?
Es original del año 53 y el diseño del arquitecto estaba centrado en la simetría: el objetivo es que desde el punto de entrada el huésped pueda ver hasta el final donde está la fuente.
El jardín es un oasis porque, cuando uno circula por el paseo de la Castellana, no se imagina que aquí hay este espacio, tan verde y tan fresco, que protege muy bien del sol, por lo que la temperatura es muy agradable. La gente cuando viene a cenar a la terraza dicen ‘cómo es posible que esto no se sepa’ y sí que se sabe, pero es nuestro pequeño secreto.
¿Y qué momento del día elige?
En la tarde, la vida del hotel cambia, sube a un ritmo adicional, ves a la gente más relajada después del día, tomando una copa de vino en el jardín, esos amigos que se reúnen con alguien de Madrid, es mucho más íntimo que durante la mañana.
¿Cuáles son las dimensiones del hotel?
Tenemos 302 habitaciones, al menos 600 personas caben sin problemas. Sí que es verdad que en el día a día somos muy discretos en lo que compartimos de nuestros clientes porque lo más importante es la privacidad.
¿Cuáles son los caprichos más extravagantes de sus clientes?
Hay veinte mil anécdotas, por el elevado número de clientes, pero no puedo explicar mucho sobre ello. Como servicio que ofrecemos, por ejemplo, hay clientes que para darse un baño solo usan agua Evian y tenemos que calentarles el agua para que esté a la temperatura que desean.
También hay clientes que tienen problemas médicos o niveles de alergia y no pueden estar en habitaciones las que se haya lavado nada con productos sintéticos, así que buscamos sistemas alternativos para que su habitación esté limpia, pero sin utilizar ningún producto químico.
¿Cómo atravesaron ustedes la pandemia?
Cerrados casi diecisiete meses: ahora con mucha ilusión porque estamos emocionados de volver a recibir a nuestros huéspedes.
De esa época me quedo con lo positivo que es la lealtad de nuestros clientes, que nos llamaban incluso preguntando por una recepcionista o un camarero, gente con la que han estado en contacto durante años y con la que tienen relación personal y de cariño. Durante ese tiempo se han interesado individualmente y ahora, cuando vuelven, es como una noria de ilusión. Nuestra clientela habitual viene cinco o seis veces al año, pero es que hay otros que vienen todas las semanas.
¿Tienen entonces una personalidad especial?
Quizá sí, algo de Ava Gardner, esa pasión por la vida de alguna manera nos la ha transmitido, por vivir las cosas con mucha intensidad, para poderlo transmitir.
¿Es esa ‘suite de la pasión’ la mayor?
Ahora hay otra habitación más grande que es la Real. Se utiliza para presidentes de países y tiene mucha seguridad, cristales blindados… Altísimos ejecutivos también la utilizan y celebridades, artistas que vienen a España para un concierto, por ejemplo.
¿Cuál es el mayor error que se puede cometer en un hotel como este?
El éxito de un cinco estrellas es lo que hablamos antes, adelantarnos y no solo cubrir expectativas, sino superarlas, pequeños detalles, anticiparse a algo, poder ofrecer antes de que lo vaya a pedir. Olvidar eso es el mayor error.
¿Y cuál es su ambición?
Que todo sea una experiencia de disfrute y relajación. Pero no solo aquí, que es un hotel icónico y lleno de historia. Si van a descubrir la ciudad, que no se pierdan el rincón que solo conocemos los que somos de aquí porque no está en las guías. Después vienen con una ilusión y una alegría, "¡no me lo puedo creer! ¡Ha sido maravilloso!" Madrid es que es un sitio increíble y cada vez más personas de todo el mundo lo saben.