Si las metáforas son las células básicas de la cultura, entonces hay personas que tienen una capacidad extraordinaria: albergan la generosidad necesaria para crear tejidos que no sólo alimenten su propia reflexión, sino que sostengan la reflexión de los demás, y de los delicados organismos que son las sociedades. La autora y gestora Esther Bendahan comienza esta conversación poética y celular recordando que la libertad “es algo muy delicado, que debe cuidarse”.
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“Siempre hay que luchar por los derechos de las mujeres y de las minorías”, explica tajante Esther Bendahan, que además de directora cultural del centro Sefarad, es también una reconocida autora (Premio Torrente Ballester, entre otros). “Crees que ganas terreno y en seguida te das cuenta de que no, de que es ganar territorio al mar, siempre vuelven las mareas, que quieren ocupar la costa. Desgraciadamente. Uno piensa que puede descansar y ocuparse de otras cosas, pero te das cuenta de que siempre tienes que volver a dejar eso y señalar el límite, porque si no pueden volver a ocupar el territorio”.
Fan de Elias Canetti, esta psicóloga y filóloga de formación señala cómo “cuando alguien te regala un descubrimiento, te abre una puerta enorme, ¿no te parece? Y para siempre. Incluso, dependiendo de la edad, ciertos descubrimientos pueden ser esenciales”.
En su última publicación, La Autora (Confluencias Editorial, 2022), Bendahan ha construido un reportaje de ficción en el que cuenta la relación entre una escritora y una escultora en el País Vasco que investigan sobre un fraude de derechos de autor. Esta reflexión sobre el arte y la autoría lleva esa célula de pensamiento sobre “la verdad que se oculta a través de muchas fórmulas para poder contarla”.
PREGUNTA: Utiliza usted a menudo los opuestos: silencio y conflicto, mentira y verdad, arte y reportaje…
RESPUESTA: Es muy difícil contemplar todos los aspectos de un acontecimiento y uno debe ser honesto a la hora de transmitirlos, quizá sea por eso. Ahora estamos trabajando en un proyecto sobre Proust en el centro, y es interesante cómo él juega con el tiempo, el pasado y el presente.
El pasado es cambiante y lo reinterpretamos, por eso estamos en la era del testimonio y es importante que la historia se complemente con los testigos que puedan dar su visión de los hechos. Porque para componer una verdad hacen falta diferentes visiones, es algo que tiene que ver con que hay distintas maneras de la realidad, eso es siempre positivo.
Ha recibido recientemente el Premio de la Comunidad de Madrid a una de las personas claves de la cultura madrileña, y es cierto que en usted coinciden tres culturas.
En efecto, yo llegué muy pequeña de Tetuán, del norte de Marruecos, con nuestra familia, que se volvió muy pequeña, nuclear, pero esa vivencia ocurrió. Luego nuestros padres aquí empezaron de cero, eso fue muy complicado para ellos.
Vivimos en una España que era franquista todavía porque llegamos en la Guerra de los Seis Días y poco a poco, vimos cómo ha cambiado Madrid y cómo ha cambiado España. En el hilo que nos mueve a nosotros, en relación al judaísmo y Sefarad, ha habido una transformación muy grande…
¿En qué sentido?
Cuando vine a España y salía de la clase de religión, el sacerdote me dijo en una ocasión ‘pobrecita, tú no tienes la culpa’. Ahora vienen personas que nos contactan porque creen que tienen raíces judías, por su nombre o apellido, buscan motivos para serlo porque tienen un sentimiento de afinidad.
¿Antes eso no ocurría?
Eso antes, ¡era impensable! Eso lo hemos vivido los judíos españoles, el encuentro con una nueva España que se iba generando y transformando. Incluso de forma muy divertida.
¿Por ejemplo?
Es delirante. Tengo anécdotas muy divertidas. Alguien que vino y me dijo ‘es que mira, yo creo que soy judío’. Y le respondí ‘¿piensas eso porque has encontrado alguna tradición familiar o algún apellido?’. Pero él me dijo que era judío ‘porque le gustaba la cabeza de pescado’.
Me quedé sorprendida, porque si yo veo un pescado con cabeza dejo de comerlo durante meses. No entendía el simbolismo. Él había escuchado en una película que a los judíos nos gustaban las cabezas de pescado y consideraba que seguramente era judío por eso…
Otro se vinculaba porque tenía una enfermedad que le venía por parte de madre y como esa enfermedad había escuchado que tenía mucha incidencia entre judíos, pensaba que también lo era.
Inesperado que se convierta en una moda, ¿no?
Pero es bonito porque lo que significa es que el judaísmo ha dejado de ser algo malo y algo que se oculta, y pasa a ser algo con lo que algunos se quieren vincular. Una parte de esa moda contribuye, supongo, a romper los estereotipos negativos, normalizarlo y que forme parte de nuestra cultura.
¿Cuándo llegó a dirigir la cultura del Centro Sefarad?
Trabajo aquí desde que se abrió, en 2007 [antes trabajó en televisión en TVE2, y en el Círculo de Bellas Artes]. Cuando se abrió la Casa me pareció muy interesante porque me permitía unir dos aspectos de mi vida que estaban muy relacionados, la cultura y el mundo judío. Dar oportunidad al núcleo judío, sefardí, a autores que teníamos acceso a lugares culturales muy pequeños, dar visibilidad a escritores, a pintoras que no tenían oportunidad de exponer. Y respecto a los grandes como Canetti, Cohen o Proust, buscar ese lado judío que había sido ignorado. Esas dos partes son las que hemos intentado hacer.
Ustedes pertenecen a una red de Casas del Ministerio de Asuntos Exteriores
Sí, por un motivo de propiedad, nos llamamos Centro. Pero estamos en la red del Ministerio de Exteriores, que son Casa de América, Casa Asia, Casa Árabe, Casa África y Casa del Mediterráneo y nosotros estamos ahí, en consorcio con el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, y ampliamos y difundimos todo lo que hacen estas instituciones. Por ejemplo el mes pasado con el tema LGTB, dando nuestra visión desde el lado judío y para los propios judíos es importante difundir su propia visión. Habrá judíos españoles que verán que hay un universo LGTB judío.
¿Cuál es su ambición como directora cultural?
Normalizar la presencia judía en España, encontrar esas raíces profundas que hay en el judaísmo español, encontrar más y compartir sobre los judíos que aportan universalmente a la cultura, visibilizar su labor, y dejar espacios culturales en España: desde la feria del libro a el día europeo de la cultura judía... Hay que educar en la posibilidad. Oz afirmó antes de morir que estaba seguro de que un día llegaría alguien, quien menos esperemos, que sería capaz de cambiarlo todo.
Añade Bendahan cómo “afirma Hannah Arendt que Atenas y Jerusalén son las almas de Europa: conocer Atenas es necesario para nuestra cultura, pero hay otra parte que viene en secreto, que si la conocemos y dejamos que aparezca, vamos a saber quiénes somos de una forma mucho más potente”.
Como autora
¿Cuál es su objetivo como autora?
A nivel personal, seguir publicando y que los libros puedan tener su propia vida. Ya sabes que los libros se mueven solos, pero los tienes que ayudar. Se vuelve a editar además, ahora un libro mío, Déjalo, ya volveremos (Seix Barral, 2006), de los primeros que publiqué.
¿Qué autores la han influido más?
Desde luego Canetti, la manera que tiene de narrar, la palabra exacta. Poetas como Myriam Moscona y Denise León, o Mois Benarroch, que son gente que están en mi generación, y me acompañan. Me siento cercana a ellos. He tenido dos profesores, Alejandro Gándara y Jesús Ferrero, que me han enseñado ‘el gusto’ en la selección de las lecturas, orientada a un aprendizaje literario. A saber leer lo que vas escribiendo también. Yo empecé con ellos y siempre les estaré agradecida. Como editor me gustaría señalar a Mario Muchnik, que de una manera muy sutil, casi secreta, ha ido publicando autores muy interesantes y fue el que me descubrió a Elias Canetti.
Liderazgo femenino y judaísmo
En el mundo judío, explica, conviven diferentes capas de tiempo. “La situación respecto a la mujer es amplia, no hay una sola jerarquía, hay conservadores, reformistas, ortodoxos y las mujeres eligen en su familia pertenencias. Por supuesto que hay sectas y casos extremos, pero las mujeres en el judaísmo tienen mucho papel y estos papeles están mediados, incluso el mundo del trabajo en lo ortodoxo es más femenino. En general, sí que creo que las mujeres y hombres occidentales deberíamos estar más atentos a la realidad de otras mujeres, en los países que no tienen todavía los derechos de la mujer”.
Recientemente, añade, ha presentado junto a su compañero Israel Doncel “un libro sobre Emma Lazarus, que luchó por los derechos de la mujer, que fue precursora en la preocupación por los refugiados y cuyo poema está en los pies de la Estatua de la Libertad como emblema de quien acoge, de una madre para los refugiados”. Para ella, es clave el uso del lenguaje, porque “aunque no nos demos cuenta, una palabra, un texto pueden transformarlo todo”.
Según explica, hace de su actividad lectora también un proyecto reivindicativo…
El año pasado lo dediqué a leer a Simone de Beauvoir. La cuestión femenina está presente siempre en todo lo que hago. En mi último libro, La Autora, la escultora pide que hablen de ella en masculino porque cree que quiere criticar el estereotipo, pero termina hablando en femenino. Yo que me he preocupado mucho del antisemitismo, trabajo en las dos líneas. Porque me he dado cuenta que están totalmente relacionadas.
¿En qué sentido?
El sexismo y el antisemitismo son fenómenos que se dan en sociedades autoritarias que van eliminando los derechos. Siempre pongo como ejemplo el libro de Esther, que es el primer libro histórico que comienza a hablar del antisemitismo, pero también habla del machismo. Yo creo que están ligados. Cuando aparecen conflictos con los derechos de las mujeres, de los homosexuales o de los judíos o cualquier minoría, eso indica que una sociedad va hacia el totalitarismo.
¿Qué le parece el feminismo en España?
[Habla de Kristeva, de Glantz,… de Beauvoir de nuevo]. Lo que me preocupa es que los temas de mujer se vuelvan conflictivos dentro del propio feminismo, eso es un problema grave porque las feministas no deberíamos estar parceladas en paquetes ideológicos, deberíamos poder debatir desde la razón. Hay que estar abiertas a debatirlo todo. La censura es un problema porque el feminismo debe ser amplio e ir más allá. Por encima de momentos puntuales y políticos, las alternativas deben estar abiertas.
¿Se refiere a reconsiderar las posturas propias?
[Menciona a Bernard-Henri Lévy] Sí. Yo todavía, sobre muchos temas, no tengo opinión. Porque son temas muy nuevos y necesito prepararlos y estudiarlos, desde el punto de vista jurídico, psicológico, social y filosófico, y para eso hace falta tiempo, mirar y leer.
A menudo ahora nos piden opiniones de cosas inmediatamente: hay que seguir estando y actuando en el mundo, pero no se trata de correr a tomar partido, dediquemos un poco de tiempo a pensar. Hay que buscar ese equilibrio entre el interior y el exterior, y seguir testimoniando. Hay que calmarse, pero sin dejar de hacer.