Teresa llega a nuestro encuentro desde su Zaragoza del alma. Me ha propuesto vernos en Madrid, en la piscina de alto rendimiento del Consejo Superior de Deportes donde entrena desde hace veinticuatro años. Allí acudió por primera vez el día en que decidió que su vida no se iba a parar porque, repentinamente, hubiera de acomodarse en una silla de ruedas. Ella había sido siempre una mujer de acción y así seguiría siendo, retándose a sí misma para cumplir objetivos. Y no se equivocó. Las medallas de récord y oro comenzaron a llegarle pronto, configurando un palmarés inigualable y aún imparable.
De entonces a acá, ríos de tinta se han escrito sobre sus logros deportivos. Teresa es una fuerza de la naturaleza, la suma de trabajo, determinación, constancia, esfuerzo y excelencia. Todos lo sabemos. Aunque no deja de asombrar que entrene en agua cada día cuatro horas, y sume otras tantas en gimnasio, “como todos los que nos dedicamos a esto” —apostilla con asombrosa naturalidad—.
Porque su método es trabajar duro y tira de la receta de la abuela que le animó a hacerlo a diario, como si fuera a disputar una medalla cada día; el objetivo es sentirse orgullosa y no fallar a la gente que quiere, los suyos, su familia, también los amigos que le han ayudado a ser una estrella, los que confiaron en ella desde los comienzos, tres de los cuales acuden hoy a nuestro encuentro: Laurent, el Presidente de la Federación de Natación, Darío y Paco, los entrenadores del centro deportivo del Consejo, que nos acoge.
[Teresa Perales, premio Princesa de Asturias de los Deportes 2021]
Enseguida noto cuánto se quieren mutuamente. “Tere es única” —me dice uno de ellos—, “una lesión en un hombro que para cualquiera sería insoportable dolor, ella ni la siente cuando entrena, su umbral de dolor es de otro mundo” —se apresura a apostillar otro.
Humanidad. Actitud positiva que expresa con una sonrisa ancha que jamás se le cae de la cara. Con ella todo son facilidades, será porque ha aprendido a quitarse los obstáculos a brazada limpia. Su método de éxito y felicidad está dispuesta a compartirlo en la Fundación Teresa Perales que en breve va a presentar.
Acabada la charla, llevo para mí el mensaje con el que ella se define: “soy una persona muy básica, porque únicamente pienso: estoy viva, pues 'palante'”. Y claro que se puede programar el cerebro para transformarlo y vivir más feliz. Porque en la vida todo se entrena.
Con ese beberse la vida, mujer de acción, ya se me ha anticipado para reservar el taxi que le devolverá a la estación. Antes, sus colegas han pedido unas pizzas para compartir. Mira el reloj, calcula que le queda casi una hora de tiempo y, entusiasmada, enfila su silla para dar un buen bocado a la vida.