Que el pene parlanchín de Tommy Lee en la serie Pam and Tommy no nos desvíe la atención. Pongamos los dos ojos, mejor, enfoquemos todos nuestros sentidos en Pamela Anderson. Preguntémonos ¿por qué hay que ponerse en sus zapatos? y ¿por qué es una sobreviviente?
Pam and Tommy nos sitúa en una época tan lejana como inverosímil. A finales de 1995, Pamela Anderson (Ladysmith, Canadá, 1967) acaparaba una buena parte de la atención, era la Casey Jean “CJ” Parker en una de las series más vistas alrededor del mundo Baywacht (Los vigilantes de la playa, 1992- 1997); encarnaba un personaje que poco a poco, se hizo tan inmenso que hoy en día, quienes recordamos aquella serie, no podemos imaginar ese microcosmo de salvavidas sin ella: rubia, de dentadura perfecta y reluciente, de escultural cuerpo enfundado en un ya legendario bañador rojo.
A mediados de los 90, Anderson era sin duda, un icono pop. Su imagen corriendo por la arena de una playa californiana está grabada a fuego en la memoria colectiva.
Pamela había llegado a la pantalla chica después de posar para la revista Playboy, por lo que ya tenía que lidiar con cierto estigma. Era una época en la que tocarle los senos a una mujer en un Late Night Show tenía como consecuencia las risas del público y del anfitrión, y la visible incomodidad de la que había sido toqueteada. Éramos testigos y hasta cómplices de situaciones delirantes y criminales a las que las mujeres se sometían diariamente, tanto en lo privado como en la arena pública. No es que eso haya cambiado por completo, aunque algo hemos avanzado.
Recordemos también que era una época en la que sobre todo, los actos deplorables, se cubrían con el velo del silencio impuesto por la sociedad y hasta auto proclamado. Levantar la voz, señalar a los agresores y difamadores eran una bala segura en sentido contrario: hacia la víctima.
Años antes de que irrumpiera el movimiento #MeToo, Pamela Anderson habló, pero casi nadie quiso escucharla. Y quienes lo hicieron o hacían las veces que le prestaban atención, la desacreditaron.
Era una época en la que tocarle los senos a una mujer en un Late Night Show tenía como consecuencia las risas del público y del anfitrión, y la visible incomodidad de la que había sido toqueteada.
Pamela como nunca la han visto
La serie Pam and Tommy se remonta a un momento específico en la vida de la actriz Pamela Anderson y del baterista de la banda Mötley Crüe, Tommy Lee Bass. El caso del vídeo íntimo robado es el tema que se aborda y se recrea a lo largo de ocho capítulos de esta producción, transmitida en España a través de Disney +.
Anderson y Lee se habían conocido hacia febrero de 1995, y en menos de una semana ya eran marido y mujer. Si por separados eran famosos, como pareja pasaban a convertirse en una especie de bomba atómica del chismorreo, carnaza para los paparazis, generando medias sonrisas sarcásticas ante los arrebatos de Tommy Lee y el componente erótico de Anderson. Rock, sexo, excesos. Todo muy noventero.
Para entender el contexto y poder ponernos en los zapatos de Pamela, hay que contar el origen de la historia de Pam and Tommy.
Tal como se narra en un reportaje publicado en 2014 en la revista estadounidense Rolling Stone (Pam and Tommy: The Untold Story of the World’s Most Infamous Sex Tape, por Amanda Chicago Lewis) y en el que se basa la serie, Rand Gauthier perpetró el robo de la caja fuerte de la casa de Tommy Lee. Entre joyas, estrambóticas armas, fotos familiares, se encontraba una cinta de vídeo. Se trataba de imágenes de la luna de miel de la pareja, era pues un vídeo íntimo.
Cuenta la historia que el electricista Gauthier (interpretado por Seth Rogen, además coproductor de la serie) quiso vengarse por una deuda no saldada.Tommy le había apuntado en medio de los ojos con una de sus armas de fuego cuando el obrero volvió a la mansión en Malibú para poner las cuentas claras. “¡Abandona ya mi propiedad!”, le vociferó el rockero con el dedo en el gatillo. Rand huyó despavorido sin el dinero exigido y sin sus herramientas de trabajo.
Tras el robo – a modo de venganza - realizado a finales de 1995, Gauthier junto a un cómplice insider del cine porno empezaron a comercializar el vídeo sin el consentimiento de la pareja. En aquellos días, 'la Internet' apenas salía del cascarón por lo que su acceso era bastante restringido y entablar una conexión era toda una aventura con su particular banda sonora de tonos discordantes.
Pocos apostaban a que 'la Internet' se convertiría en el monstruo de infinitas cabezas que conocemos hoy. Pamela y Tommy pertenecían al bando de los incrédulos, de hecho, en la serie queda claro que pecaron por inocentes.
Ambos se dieron cuenta del robo en enero de 1996 y denunciaron el caso a la policía de Los Ángeles. “No la van a poder ni reproducir”, dice Sebastian Stan encarnando a Tommy Lee en la serie después de preguntar qué es eso de la tal red, además, “¿quién tiene Hi8?”. El formato análogo en el que hicieron la película casera ya a finales de los 90 estaba emprendiendo la retirada. Sin dudas, subestimaron al ladrón.
En la serie Pam and Tommy lo recrean de esta manera:
“El vídeo sexual explícito de Pamela. Sin cortes ni censura. Pamela Anderson Lee como nunca la han visto. Cómpralo aquí. Por 59,95 €”.
Dos capturas del vídeo, una de Pamela en bikini, otra de la pareja en una pose romántica, ilustran la oferta. A través de un intricado camino que incluían Toronto, Los Ángeles y Ámsterdam, una copia llegaba a casa de los clientes.
De inmediato, la piratería hizo su magia negra. Más tarde en un último intento de detener la reproducción y proliferación ilícitas, un tío listo que regentaba una de las primeras páginas pornos en la red, se hizo con “los derechos” del vídeo sustraído.
Un cuerpo de dominio público
Pamela Anderson y Tommy Lee rechazaron lucrarse con la película casera de 54 minutos hecha en un barco en el Lago Mead (Arizona). El filme generó aproximadamente 77 millones de dólares en menos de un año.
A los intentos infructuosos de impedir la circulación del vídeo se aunó la demanda del matrimonio Lee a la revista Penthouse, por su intención de publicar fotos extraídas del material audiovisual robado.
A propósito de esa querella, en el capítulo cinco (El tío Jim y la tía Susie de Duluth), se recrea el interrogatorio al que fue sometida Pamela Anderson (sólo ella fue citada para tomarle declaración). Además de obligarle a ver fragmentos del vídeo sustraído, la larga lista de humillantes preguntas es una muestra del machismo y misoginia en estado puro:
“¿Tenía conocimiento de que (el Sr. Lee) solía contratar los servicios de prostitutas?
¿Alguna vez le han pagado por sexo?
¿Nunca ha recibido dinero a cambio de sexo?
¿Considera que posar desnuda frente a una cámara no es sexo?
¿Cuál es el motivo por el que los dos decidieron grabar la cinta pornográfica si no fue como el resto de sus actividades pornográficas con la intención de beneficiarse?”.
Pamela Anderson fue obligada a ver fragmentos del vídeo sustraído y la larga lista de humillantes preguntas es una muestra del machismo y misoginia en estado puro.
Pamela estaba pues destinada a llevarse la peor parte. Mientras la masculinidad de Tommy Lee - ¡y su miembro viril! - fue encumbrado como el puto amo del sexo, a Pamela Anderson la catalogaron de mujerzuela y zorra.
En el capítulo siete (Destructor de mundos) es muy revelador el monólogo de Lily James en la piel de la actriz canadiense cuando se entera del fallo a favor de la revista Penthouse (competencia de Playboy).
El cuerpo de Pamela Anderson fue declarado de dominio público por un tribunal, y en el monólogo en cuestión James-Pam señala como motivo real de esa decisión, el estar despojada de derechos. Ya que “me he pasado toda mi vida pública en bañador, he tenido el valor de posar para Playboy, y nunca han dicho que soy una fulana (…)”, afirma con furia controlada y evidentemente humillada, “no se atreven a decir públicamente que las putas no pueden decidir qué se puede hacer con las fotos de su cuerpo, que yo no puedo decidir lo que hacen a mi cuerpo”.
Fueron variopintas las reacciones ante el escándalo del vídeo sexual de Pamela Anderson y Tommy Lee, desde el shock y estupor a la burla, de la morbosidad y fascinación a la recriminación, pero sobre todo, hubo poca empatía hacia Anderson.
Visto bajo la perspectiva de hoy, es un caso que posee todas las características de un crimen. Esta historia en la que Pamela Anderson fue la verdadera víctima está siendo revisada (“explotada”, también se dice) a modo de documental en The Crime Against Pam and Tommy (parte de la serie documental Rich and Shameless de TNT) ,en el que se analiza el impacto que tuvo este caso en el matrimonio Lee. Los creadores han prometido un producto exhaustivo, alejado del espectáculo morboso.
Y la misma Pamela Anderson actualmente prepara un documental sobre su vida narrado en primera persona. ¿Será su último intento para ser escuchada?
El caso de Pam y Tommy fue el principio del aluvión que tendríamos en un futuro cercano en relación a la invasión y violación a la privacidad. Los avances de las nuevas tecnologías rebasaron la credulidad y los marcos legales, ante nuestros ojos lo imposible se convertía en un anárquico hoyo negro.
Los ejemplos abundan. En los primeros años del nuevo milenio fueron difundidos sin su consentimiento vídeos sexuales de Paris Hilton, así como también del actor Colin Farrel y de Kim Kardashian. Estos casos aunados al Celebgate en 2014 con la filtración masiva de fotos íntimas de celebridades en redes sociales, constituyen una prueba de las dimensiones de las prácticas criminales y de la fragilidad del derecho a la intimidad. Internet sigue siendo un territorio comanche, en donde el umbral de la ilegalidad es aún un tema sin resolver.
¿Ultrajada, otra vez?
Desde que en 2018 se diera a conocer el proyecto de Pam and Tommy, tanto los productores, showrunners y protagonistas (Lily James y Sebastian Stan) intentaron entablar comunicación con Pamela Anderson y Tommy Lee. La pareja se había separado en 1998, después de un episodio de violencia doméstica por parte del baterista, aunque luego volvieron a unirse para separarse una vez más.
Mientras que Lee dio la bendición a la serie, “es una historia genial y la gente tiene que conocerla, estoy entusiasmado”, declaró el rockero en un medio estadounidense, Anderson no reaccionó a los intentos de comunicación.
No obstante, los implicados siguieron adelante, afirmando que querían hacerle justicia a la activista y actriz Pamela Anderson, y mostrar su calvario. La serie se produjo y se transmitió sin su consentimiento, y para colmo incurrieron en el error de recrear ciertas escenas del vídeo íntimo. Entonces, después de casi 30 años, ¿nuevamente Anderson fue ultrajada?
Aunque el resultado de la serie, a pesar de sus deficiencias, sea el mejor, hay que recordar que nuevamente estamos ante el conflicto de que ha sido sin el consentimiento de la persona más afectada, como lo es Pamela Anderson, quien con su silencio dejaba claro que no quería que se volviera a contar ese amargo episodio de su pasado. A pesar de ese conflicto moral y ético, ojalá el visionado de la serie sirva para ponernos en sus zapatos.
Actualmente abundan los proyectos que rescatan casos sonados de los 90, para ser sometidos a la mirada del 2022, con todas las herramientas ganadas en esta era post #MeToo. Bienvenidos sean, si sirven para que las atrocidades no se repitan, para crear consciencia y empatía, para fortalecer los feminismos, debilitar las estructuras macho-patriarcales y para educar a los espectadores. Sin embargo, habrá quienes no lo celebren, sabemos que el cinismo y la violencia ya no están agazapados y que perdura la reticencia a los cambios.
“Me siento tan violada”, dice con vergüenza e indignación Lily James en el rol de Anderson en el capítulo cuatro (El Máster Beta). Anderson pronto recibiría portazos a modo de castigo por parte de la industria audiovisual, por lo que tanto en lo profesional como en lo personal, la actriz vivió un verdadero infierno.
No es de extrañar, que en medio de su rabia, impotencia y miedo a que la situación de extremo estrés le produjese otro aborto (estaba en el quinto mes de embarazo), Pamela tomara ciertas decisiones que más bien reforzarían la concebida imagen de "zorra".
Además, se incrementó la creencia de que tanto ella como Tommy estaban detrás de la filtración del vídeo como una estrategia para promocionar sus carreras. Por más que Anderson lo negara, pocos parecieron dispuestos a creerle.
“Te has estado burlando de nosotros”, le recrimina Pamela Anderson a Jay Leno en su programa The Tonight Show, “tío, no es nada gracioso, ha sido devastador para nosotros”, le dice con la esperanza de que algo sucediese, ¿comprensión quizás?
El trauma se instaló en Pamela, junto a las vivencias del pasado de abusos sexuales en su infancia y violaciones en su adolescencia. Muchos años más tarde a propósito de aquellas vivencias, citaría a su madre cuando le dijo:
“A veces cuando sonríes no es porque eres feliz o porque estás alegre, es porque eres fuerte”.
Hoy sabemos que la perturbadora sonrisa de Pamela Anderson, aquella noche de 1996 en el show de Jay Leno, cuando éste le preguntaba cachondo por el vídeo, era pues la sonrisa de una sobreviviente.