Por el mensaje que transmite su mirada, se puede intuir que detrás de la mascarilla Adriana Macías lleva una sonrisa deslumbrante. Así, entra en la sala en la que tendremos oportunidad de charlar. Tras sentarse en la silla y recogerse el pelo con el pie, la escritora y conferenciante comienza a hablar sobre la habilidad que ha perfeccionado durante años: convertir sus pies en manos.
Esta mexicana nació con una discapacidad física: no tiene brazos desde que era un bebé. Pero gracias a sus ganas de vivir, comenzó a hacer de sus piernas el mejor aliado. "Se lo debo a mi hermana que es un añito más grande que yo. Ella solamente veía a su compañera de juegos, no veía una niña que nació sin brazos", explica. Por eso, juntas jugaban a las muñecas y para ello, Macías tuvo que aprender a peinarlas y vestirlas con sus pies.
A través de estos juegos, su hermana, quizás sin saberlo, convirtió su vida en un reto: "Mi hermana me decía: 'oye, no te quedó tan bonita, ¿no? Tienes que peinar de nuevo'. Se convirtió en maestra las 24 horas del día y los 7 días de la semana".
De esta forma, Macías comenzó a perfeccionar, repetición tras repetición, la técnica perfecta para usar sus pies. "Me doy cuenta de lo increíble que es nuestro cuerpo, no tiene límites. Empecé haciendo pequeñas cosas con los pies y cada vez me iba poniendo retos más grandes", cuenta.
Así, sus pequeños desafíos no tardaron en ampliarse: ahora, puede peinarse, maquillarse, vestirse e, incluso, tocar el chelo. Para conseguirlo, destaca la importancia de dos elementos fundamentales: la práctica y la creatividad. "Son herramientas tan indispensables como un brazo derecho", señala.
Una niña con "garfios"
Para hacer de su discapacidad una fortaleza, explica que lo más importante ha sido la actitud: "Debes saber elegir las actitudes dependiendo del reto, así como nos tomamos el tiempo para elegir zapatos o collares, tenemos que elegir la actitud que requiere el reto al que nos enfrentemos".
Pregunta: ¿Qué actitud adoptaron sus padres ante su discapacidad?
Respuesta: Desde el inicio de mi vida, fueron ellos los que más sufrieron las circunstancias. Y no por el hecho de tener un bebé sin brazos, sino por la época en la que les tocó recibir esta noticia, pues hace 40 años era un México muy austero. No había tanta información sobre la discapacidad como hay hoy. Entonces les tocó diseñar una historia de mucho amor y de mucha esperanza alrededor de mi historia amarga y cruda. De repente mis papás se quedan solos, pero creo que la disposición que tuvieron les sirvió para encontrar respuestas.
P.: ¿Cómo fue encontrar un colegio cuando llegó el momento?
R.: La búsqueda de escuelas en aquella época no fue sencillo. No era fácil recibir un bebé sin brazos. También, a los maestros les daba un poquito de miedo. Mis padres insistieron en que usara prótesis, pero un bebé con garfios a los 3 años era muy intimidante para todos.
P.: ¿Cuál fue la reacción de tus compañeros?
R.: En esa época, la verdad, los niños no entendían mucho lo que pasaba. Yo creía que me iban a crecer los brazos, así que eso les decía, que los brazos todavía no me habían crecido, que me crecerían después y, por eso, pintaba con los pies. Entonces los niños decían: "Ah, okay". Ellos eran igual de ignorantes y estaban igual de confundidos que yo.
Su hija, su inspiración
Los seres humanos somos muy observadores y, por ello, Macías explica que su hija, desde el momento en que abrió la boca, le pregunto por qué no tenía brazos: "Ella me observaba desde que tenía dos meses, viendo que yo agarraba el celular con los pies para tomarle fotos". Desde ese momento, su hija comenzó a imitarla, cogía también el móvil con los pies.
Cuando tenía un año y medio, la mexicana recuerda que su pequeña comenzó a señalarle el brazo. "Quería preguntarme, pero sus ojos mostraban que no sabía si hacerlo, parecía que no quería lastimarme", explica. Entonces Macías le contó que no tenía brazos. Para comprobarlo, su hija le bajó la manga del pijama. Pero no fue suficiente porque, como cuenta, se lo volvía a preguntar cada mes hasta que cumplió 4 años.
Un día Macías le pregunto: "Oye, mi amor, ¿dónde estarán los brazos de mamá?". A lo que su hija respondió: "En la luna". Entonces le propuso hacer un cohete para alcanzarlos, a lo que la pequeña respondió que no. La escritora recuerda que "cuando yo le di esa opción de ir y traer unos, ya no le encontró el sentido, ni la necesidad".
Al final, su hija descubrió que aunque su madre no tenga brazos, "podía hacer de todo". Para Macías en eso consiste el mundo: "Hay que dar la oportunidad a observar hasta entender. Y que no se le haga difícil esa convivencia con lo que es diferente".
Tocar el chelo
A lo largo de los años, esta mexicana ha conseguido numerosos premios que valoran su trabajo y esfuerzo. Incluso llegó a recibir el premio Guiness 2017 al ser capaz de encender 11 velas con sus pies en un minuto. Pero, sin duda, su gran reto ha sido aprender a tocar el chelo.
"Estuve 15 años casada. Cuando te divorcias comienzas desde cero y tienes tantas emociones encontradas que no sabes cómo gestionarlo", explica. Por eso, decidió enfocar su emoción en aprender a tocar uno de los instrumentos más complicados. Aunque, dice, "ha sido un viaje maravilloso".
Ha diseñado una nueva manera de tocarlo para adaptarlo a sus pies: "Creamos un arnés, tuve que practicar mi equilibrio y fuerza para poder mantenerme en una postura complicada y sacar así una nota".
Su propósito final en todo lo que desempeña, como la práctica musical, es poder demostrar la valentía que hay dentro de cada persona. "No soy la chelista que el mundo espera, pero quiero compartir esta historia de perseverancia", explica.
Una exitosa vida profesional
Queda demostrado que esta escritora tuvo que adaptarse a cualquier situación en todos los momentos de su vida. "Hay algo que me gusta decir mucho y es que yo era completa hasta que me empecé a comparar con los demás", señala. Por eso, la superación se convirtió en una constante en su presente y futuro.
Pregunta: Finalmente, terminó estudiando derecho, ¿qué límites ha encontrado en el ámbito profesional?
Respuesta: No eran propiamente límites por mi discapacidad, sino por la falta de desarrollo, de información o de cultura. Nunca encontré trabajo de abogada, la verdad es que nadie me quiso contratar. Para mí fue muy difícil porque mi sueño era trabajar en un despacho. Estudié para ser abogada corporativa, hice mi especialidad en recursos humanos. Pero fui devastada, tristísima, a una fiesta [sonríe irónica]. No me dieron el trabajo y me fui a una fiesta. Allí conocí al subdirector de un banco muy importante en México que me dio la oportunidad de dar la primera charla sobre mi vida.
Hoy, Macías cumple 22 años como conferenciante y escritora. Y aunque sus mensajes han evolucionado a lo largo de los años, siempre transmiten la misma esencia: "Todo se basa en trabajar para construirnos plenamente, sentirnos en paz y disfrutar esto que se llama vida", asegura. Y añade: "Ya por el simple hecho de tenerla somos ganadores".
No obstante, cada premio que ha recibido no se ha convertido en un sofá en el que acomodarse. Nunca ha frenado su inquietud. Considera que aunque "es difícil no tener brazos y adaptarte a un mundo que está diseñado para hacer las cosas con las manos", recuerda que no debemos olvidar que "también es difícil hacer las cosas con las manos".