Hace 18 años, Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker) se despedía –momentáneamente, aunque no lo supiese aún– del mundo con una reflexión: "La relacion mas importante y significativa de todas es la que tienes contigo misma". Así, y con un paseo por Manhattan, ponía fin a seis temporadas de Sexo en Nueva York, y a sus aventuras y desventuras con Samantha Jones (Kim Cattrall), Miranda Hobbes (Cynthia Nixon) y Charlotte York (Kristin Davis).
Pero la mítica serie no supuso el fin de su historia de amor con sus amigas –ni con Mr. Big (Chris Noth)–: casi dos décadas –y dos películas– después, HBO volvía a resucitar a (casi todos) sus personajes en forma de secuela.
Y con And just like that, en España volvimos a escuchar a una de las voces más reconocidas de la televisión nacional: la de Paloma Porcel, que lleva desde que la segunda temporada de Sexo en Nueva York llegase a nuestro país –el 2002– dando vida a la versión española de Carrie.
Apenas una semana después de que se estrenase el último capítulo de la nueva aventura de Bradshaw, su voz española contesta al teléfono. Es fin de semana y los últimos días han sido "de locura". La actriz madrileña, que también es la voz de Patricia Arquette, Kim Kardashian o Caterina Scorsone (Anatomía de Grey), reconoce que, aunque durante todos estos años ha seguido doblando a Sarah Jessica Parker, "volver a Carrie es maravilloso". Y admite que tanto para ella como para sus compañeras de reparto, "ha sido un placer volver a doblarla, nos lo hemos pasado muy bien y hemos disfrutado mucho".
La revolución de 'Sexo'
Porcel se incorporó al casting de Sexo en Nueva York allá por el 2002, tanto en la labor de ajuste de diálogos y dirección como de doblaje del personaje de Sarah Jessica Parker. Un momento, recuerda la actriz, "en la que en España no había móviles", ni otras muchas cosas que son ya icónicas en el universo de Carrie. "La serie fue revolucionaria en muchos aspectos", asegura.
Por aquel entonces, recuerda, "no había Starbucks, pero se nombraba constantemente. Tampoco sabíamos lo que era el pilates, ni el feng shui, y muy poca gente sabía lo que eran los Manolos". En un momento en la que la globalización de la cultura daba sus primero pasos, Sexo en Nueva York "venía a culturizar a los espectadores". Y eso que llegaba a través de Canal +, "un canal muy minoritario y elitista, al que no todo el mundo tenía acceso", apunta.
"Sabíamos que con el doblaje no estábamos trabajando para la inmensa mayoría, pero queríamos mantener ese tipo de estatus de la serie y culturizar con ella", explica Porcel cuando se le pregunta cómo recuerad los inicios de Bradshaw y las suyas. "Eran todo discusiones constantes con el cliente en las que casi siempre salí ganando, aunque algunas concesiones tuve que hacer", recuerda. Porque, asegura, determinadas adaptaciones le hubiesen puesto fecha de caducidad a la serie.
"Ahora que me la he vuelto a ver, digo que menos mal, porque hubiésemos metido mucho la pata. Hoy en día se reirían de nosotros si en vez de Starbucks dijésemos una tienda de café o cosas que querían que dijéramos que eran muy absurdas", afirma.
Y tal vez tenga razón, pues muchas de aquellas cosas que parecían marcianadas a principios del milenio se ha convertido en la marca de la casa de la icónica Sexo en Nueva York. Como también lo fue, recuerda Porcel, que hubiese un personaje gay: "Fue fantástico, y tuve suerte porque me dieron total libertad para la adaptación de diálogos y expresarlo como yo lo recibía del original. Porque sí, hablar de la bisexualidad, de la homosexualidad, de hombres, de mujeres… y sobre todo, tener la libertad sexual con la que hablaban ellas de sí mismas era fantástico".
Y es precisamente esa revolucionaria visión –y libertad– para hablar de temas de los que nadie hablab es lo que Porcel echa de menos en la temporada estrenada a finales de 2021. El problema, dice, "es que está casi todo inventado; incluso con los personajes no binarios hemos llegado un poco tarde". Pero, claro, asegura ella que ha estado ahí desde el principio, "era muy difícil superar a Sexo en Nueva York. Y confiesa: "And just like that ha estado correctita, entretenida, divertida, pero Sexo se quedará como una serie icónica, hay un antes y un después".
Y es que, más allá de pequeños detalles como la ausencia de móviles, Sexo en Nueva York no ha perdido vigencia. "Los problemas que había entonces siguen existiendo ahora", admite Porcel. Porque "lo que interesaba entonces, interesa ahora: el amor, la amistad… y ese es el centro de la trama y no va a pasar de moda nunca". Y es que, admite la actriz, lo bueno que tiene la serie es que "es un canto al amor y, sobre todo, a la amistad".
Una vida sobre las tablas
A Porcel no le gusta "la etiqueta de actriz de doblaje". Y su decisión de no definirse como tal es toda una declaración de intenciones: "Yo no soy una actriz de doblaje, como tampoco soy una dobladora, soy actriz; punto". Y explica que, aunque ha estado mucho tiempo metida en el mundo del doblaje, viene del teatro. "Para mí, el doblaje es una faceta más de la interpretación".
Nacida en el seno de una familia de actores –es hija de la ya fallecida Marisa Porcel y nieta de Pedro Porcel y Asunción Montijano–, la interpretación siempre ha sido una de sus grandes pasiones. La otra, confiesa, era la veterinaria, profesión para la que "no tenía estómago". Al doblaje llegó un poco por casualidad, por un familiar que la animó: "Probé y fue un mundo que me encantó desde el principio, me parece apasionante, me lo he pasado pipa y me lo sigo pasando pipa haciendo doblaje", dice.
"Un buen doblaje es aquel que no se nota, es decir, que parece que habla el actor"
La pasión que Porcel profesa por su profesión traspasa la línea del teléfono e invade el ambiente. "Es que me gusta mucho lo que hago", reconoce. Y eso que el trabajo de un actor cuando hace doblaje "es muy generoso, porque el trabajo importante es la persona a la que doblas, que es quien se ha preparado un personaje, la que lo ha rodado y lo ha estudiado". Y confiesa: "Tú, si lo haces bien, te limitas a hacer lo que ella ha hecho, a seguir sus directrices".
Pregunta: Todos hemos visto ejemplos de cómo un buen doblaje puede salvar (o destruir) a un personaje.
Respuesta: Hay actores de imagen maravillosos y hay otros más corrientes. Un buen doblaje es aquel que no se nota, es decir, que parece que habla el actor. Y es verdad que hay actores que pueden ser muy guapos o tener un físico determinado, pero que expresan muy poco. Durante muchos años se doblaron cosas en el cine español, por ejemplo, en una época en la que se buscaba más una imagen que una interpretación. Un doblaje se puede cargar las cosas desde luego. Puede hacer algo tanto muy bueno como algo muy malo. Hay que tener mucho cuidado. Al doblaje hay que mimarle mucho.
P.: Hay que mimarlo, pero también es un incomprendido, ¿no?
R.: Con el mundo del doblaje hay muchísima hipocresía. Llevamos años con un montón de detractores, que primero te dicen que no hablamos inglés porque las series se doblan, que el doblaje es un invento franquista, etc. Todo es falso. Franco no inventó el doblaje, lo que hizo fue poner censura en él, pero el doblaje ya venía de la segunda República. España era un país muy inculto en el que muy poca gente sabía leer, y se dieron cuenta de ello y de ahí nace el doblaje.
P.: Entonces ¿cuál es el futuro del sector?
R.: El doblaje es un servicio, es una opción. Han tenido que llegar series importantísimas españolas que se han vendido fuera como La casa de papel para que descubramos que otro mito es eso de que "solamente dobla España". No, dobla el mundo entero. Así que no creo que el doblaje vaya a desaparecer.
La importancia del doblaje, además, quedó patente con el estreno del primer capítulo de And just like that. Porcelo lo recuerda: "El primer día la pusieron en versión original y hubo un aluvión de críticas en Twitter; HBO tuvo que dar explicaciones y decir que pronto la colgarían doblada". Porque, para muchos, algunas series extranjeras pasarán a la historia con voz en español.