Aún a principios del siglo XX, la comunidad científica creía que la composición de las estrellas era parecida a la de la Tierra. Fue una mujer, apenas conocida hoy, la que sacó del error a la humanidad.
Se llamaba Cecilia Payne-Gaposchkin y le costó muchísimo que se tomaran en serio su teoría, a pesar de toda su valía como científica.
Altas capacidades desde niña
Cecilia Payne-Gaposchkin nació en Wendower, en Inglaterra, el 10 de mayo de 1900. Su padre murió cuando apenas contaba con cuatro años, asi que su madre, Emma apreció en la pequeña una inteligencia superior al resto de niños de su edad, por lo que trató por todos los medios de que su hija tuviera la mejor educación.
Emma matriculó a su hija en St. Paul’s School for Girls, una de las mejores instituciones de Londrés para aprender ciencias. La joven superó todos los cursos con nota y, según ella cuenta en su propia autobiografía, siempre que podía: “Se acercaba sigilosamente al laboratorio de ciencias para ‘admirar' los elementos químicos” por los que sentía realmente atracción.
Ganó un concurso de botánica y el premio era elegir cualquier libro que le gustase, así que se decantó por un texto sobre hongos.
Gracias a sus aptitudes académicas consiguió una beca para estudiar en la Newnham College, una institución perteneciente a la Cambridge University, en 1919.
Aquí tampoco pudo elegir, porque era una de las dos universidades para mujeres que existían en Inglaterra. La Universidad de Cambridge había empezado a abrir sus puertas a la presencia femenina, pero sin otorgarles un título oficial.
Payne además de asumir esta condición, tuvo que cumplir con la tradición de que la botánica era el único estudio posible para que las mujeres se especializasen. Esta Universidad no aceptó dar licenciaturas a mujeres hasta 1948.
Llegar a Harvard
Así que Payne puso todo su empeño en irse a EE. UU. Cosa que logró gracias a un programa de Harlow Shapley que animaba a las mujeres a formarse y trabajar en astronomía. Consiguió una beca para ir a estudiar al Harvard College Observatory en 1923. Fue la segunda estudiante de aquel programa.
En 1925 presentó su tesis doctoral: Stellar Atmospheres: a contribution to the observational study of high temperatures in the reversing layes of the stars, que según los astrónomos Otto Struve y Velta Zeberg era “la mejor tesis de la astronomía de la Historia”. Aquel trabajo fue una auténtica revolución dentro del campo de la astronomía.
Gracias a su aproximación pionera, llegó a la conclusión de que el helio y el hidrógeno eran los componentes principales presentes en las estrellas y en todo el universo.
Desgraciadamente, no todo el mundo estuvo de acuerdo con aquella conclusión. El astrónomo Henry Norris Russell se opuso radicamente y defendió que la composición de las estrellas era parecida a la de la Tierra e incluso persuadió a Payne para que no concluyera su disertación con esta idea.
Ella le hizo caso solo a medias, ya que escribió su fascinante descubrimiento en su tesis, pero al final decía que aquella conclusión posiblemente fuera errónea.
Años más tarde, hasta el propio Russell publicaría trabajos en los que defendía el descubrimiento de Cecilia Payne.
Sin puesto oficial
Cecilia siguió trabajando en Harvard University con un salario bajo y sin ningún puesto oficial. Hasta que en 1938 consiguió el título de ‘astrónoma’.
En 1943 fue elegida miembro de American Academy of Arts and Sciences y en 1956 pasó a ser la primera mujer profesora asociada en Harvard. Habían pasado más de 30 años de su gran hallazgo científico.
Después, también fue primera directora de departamento de dicha universidad. Se retiró de la enseñanza en 1966 para trabajar en Smithsonian Astrophysical Observatory.
Hasta su muerte, el 7 de diciembre de 1979 en Cambridge, logró algunos reconocimientos como el Henry Norris Russel Prize de la American Astronomical Society o la denominación del Asteroide 2039 con el nombre de Payne-Gaposchkin. También escribió varios libros.
Cecilia no solo tuvo que trabajar para avanzar en el mundo de la ciencia con sus investigaciones, sino que además, fue una gran luchadora contra la discriminación hacia las mujeres. Hoy es toda una inspiración para miles de mujeres científicas, aunque el resto del mundo no la haya oido nombrar nunca.