Al hojear cualquier libro de historia de la música, el lector podrá aprender sobre la vida y la contribución a este arte de ilustres compositores como Vivaldi, Bach, Haydn, Mozart o Beethoven. Sin embargo, es difícil que encuentre el nombre de una mujer entre ellos.
Durante mucho tiempo, el género femenino tuvo una relación muy limitada con la música. Era habitual que las mujeres de las clases altas tuvieran una educación musical y que, en las celebraciones privadas, las chicas deleitaran a un público reducido con sus habilidades al piano. No obstante, a ninguna de estas chicas —no al menos a las más prudentes— se le hubiera ocurrido nunca soñar con tener una carrera como compositora.
Por eso, muchas de las mujeres que, pese a las dificultades, se atrevían a componer su propia música, tenían que esconderse tras la firma de sus esposos o hermanos. Algunas de ellas eran grandes compositoras e intérpretes, pero tuvieron la mala suerte de nacer en un periodo de la historia muy poco afortunado.
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Por suerte, la musicología ha avanzado lo suficiente en los últimos años como para revelar sus nombres y, de una vez por todas, reivindicar su papel en la historia de la música clásica.
Anna Magdalena Bach (1701-1760)
Además de 13 hijos, puede que Anna Magdalena le diera a su marido, el compositor Johann Sebastian Bach, alguna que otra composición que él no dudó en firmar como suya. Esa es al menos la conclusión de varios estudios que defienden la hipótesis de que algunas de las obras de Bach fueron en realidad escritas por su segunda esposa.
Aunque se conservan pocos datos sobre su infancia, se sabe que creció rodeada de música, debido a que tanto su padre como su abuelo materno eran músicos. De ellos heredó el gusto por este arte y, con el tiempo, se convirtió en una conocida soprano.
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Esta ocupación permitió a Anna Magdalena conservar su independencia económica incluso después de haber contraído matrimonio con Bach, con quien se llevaba 16 años. La pareja se casó en 1921 y, desde entonces, Anna Magdalena se convirtió en la mano derecha del compositor, transcribiendo sus composiciones y —según algunos— componiendo ella misma algunas de las piezas firmadas por él.
Cuando Bach murió, sus hijos recomendaron a Anna Magdalena que vendiera las obras del compositor, para hacer frente a la difícil situación económica en la que se encontraban. Sin embargo, Anna Magdalena se negó rotundamente, con lo que pasó el resto de su vida apoyándose en la solidaridad de sus vecinos.
Maria Anna Mozart (1751-1829)
Wolfgang Amadeus Mozart no fue la única víctima del talante autoritario de su padre Leopold. También lo fue su hermana mayor, Maria Anna, con quien Wolfgang se llevaba cinco años. Apodada Nannerl ("Bendición de Dios" en hebreo), la cuarta hija de los Mozart empezó a recibir instrucción musical de su padre a los 7 años, y al poco tiempo era ya una maestra del pianoforte y del clavicémbalo.
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Aunque suele atribuirse a Leopold Mozart la educación de su hijo menor, parece bastante lógico que Maria Anna cumpliera un importante papel también en la formación del joven. Sea como fuere, entre 1766 y 1768, Leopold se llevó a sus dos hijos de gira por los salones de Europa, un viaje que dio a los Mozart gran fama y a su padre cuantiosos beneficios.
Muchos pensaban que el talento de Maria Anna era superior al de su hermano. Ella fue quien transcribió la primera sinfonía de Wolfgang, y hay quien cree incluso que es la autora de algunas de sus primeras obras.
Sin embargo, su carrera fue corta. A los 18 años, cuando alcanzó la edad núbil, su padre le prohibió que tocara en público, aunque es probable que hasta 1783, año en que contrajo matrimonio, Nannerl siguiera componiendo algunas piezas. Por desgracia, ninguna de ellas se conserva.
Fanny Mendelssohn (1805-1847)
La historia de Fanny es casi calcada a la de Nannerl. Cuatro años mayor que su hermano, Felix Mendelssohn, los dos recibieron clases del pianista Carl Friedrich Zelter, quien, en algún momento, llegó a pensar que el talento de Fanny era superior al de su hermano.
De adolescente, Fanny empezó a escribir sus propias composiciones, aunque pronto se topó con las barreras que todas las de su género se encontraban en la época. Su padre le comunicó que, aunque para su hermano la música podría convertirse algún día en una profesión, para ella tendría que permanecer como un mero ornamento.
En 1829, cuando la carrera de su hermano empezaba a despegar, Fanny contrajo matrimonio con el pintor William Hensel, con quien se mudó a vivir a Berlín. Por suerte, Hensel apoyaba la inquietud musical de su esposa, por lo que esta pudo seguir componiendo. En 1837, se estrenó la primera pieza que Fanny firmó con su nombre (y no con el de su hermano, como había sido habitual hasta entonces).
Al final de su vida, Fanny Mendelsohn había compuesto algo más de 400 composiciones. Muchas de ellas se conservan, aunque, desafortunadamente, son muy poco conocidas y apenas tocadas.
Clara Schumann (1819-1896)
Nacida en el seno de una familia de músicos, Clara comenzó a tomar lecciones de piano a los cinco años, y a los nueve era ya toda una virtuosa del instrumento. Sin embargo, su carrera se vio truncada cuando conoció al que sería el gran amor de su vida, el compositor Robert Schumann.
Clara conoció a Schumann en la escuela de su padre, a la que el entonces joven y prometedor compositor asistía como alumno. Clara tenía entonces once años, y Robert veinte, pero ello no evitó que la joven se enamorara perdidamente de aquel hombre taciturno y con tendencia a la depresión.
El padre de Clara se opuso firmemente a la unión entre su hija y el músico, lo que obligó a la joven a acudir a los tribunales, que acabaron fallando a favor de los enamorados. El feliz desenlace no tardó en tener consecuencias fatídicas para el futuro de Clara como música.
Como era habitual en la época, el matrimonio supuso para Clara la renuncia a su vocación musical. A pesar de que pudo seguir tocando el piano en público —algo bastante excepcional en una mujer de aquella época—, su labor como compositora se mantuvo siempre en privado. No obstante, fue la intérprete de lujo de las piezas compuestas por su esposo, a quien un problema en la mano derecha le impedía tocar él mismo sus composiciones.
En 1856, Robert Schumann murió en una clínica psiquiátrica de la ciudad alemana de Endenich. Dos años antes, había intentado suicidarse arrojándose a las aguas del Rin. Tras su muerte, Clara no volvió a componer, aunque trabajó como profesora de piano en Baden-Baden, en Berlín y en el Conservatorio Hoch, de Frankfurt, donde fue nombrada "Primera Profesora de Piano” en 1878.
Alma Mahler (1879-1964)
Conocida como una femme fatale por sus historias de amor con varios artistas de la época —entre los que estaban el compositor Gustav Mahler, el arquitecto Walter Gropius o el novelista Franz Werfel— esta mujer fue mucho más que eso.
De espíritu libre, Alma nunca estuvo cómoda en el papel de musa, que tantos hombres quisieron asignarle de manera egoísta. De todos ellos, el que mejor comprendió a Alma fue el pintor Oscar Kokoschka, con quien tuvo una relación, y a quien el carácter de la joven le inspiró a pintar el cuadro La novia del viento.
Sin embargo, Alma tenía una faceta artística independiente de los hombres con quienes estuvo. Siendo muy pequeña, aprendió a tocar el piano, y en 1895 empezó a estudiar composición. Algo que no dejó de hacer hasta que se casó con Gustav Mahler, a finales de 1901.
El compositor no veía con buenos ojos que su esposa compusiera, y creía que su rol debía ser solamente el de asistirle a él en su labor compositiva. Eso explica, quizá, los problemas maritales que surgieron en los próximos años y que sólo acabaron cuando Gustav murió, en 1911.
A partir de ese momento, Alma retomó la composición, una actividad que nunca abandonó del todo hasta su muerte, en 1964. Se conservan 17 obras suyas, de las cuales 3 fueron publicadas póstumamente.